Texto: Isabel Muñiz // Foto: I.G.
Salió de El Salvador como refugiada política y la
vida la ha traído a Asturias, donde tiene su hogar. Conoce de cerca las
dificultades que viven los inmigrantes en nuestra tierra y dedica gran
parte de su tiempo a ayudarles en la asociación que preside, AIRA
Asociación de Inmigrantes Residentes en Asturias.
CONTRA VIENTO Y MAREA
Su
carácter le ha llevado a proteger siempre al más débil. Sus convicciones
y su talante emprendedor le han supuesto también pérdidas personales y
enfrentamientos. Su renuncia a abandonar su labor en AIRA le ha supuesto
el despido en el CITE, Centro de Información a Trabajadores Migrantes de
CC.OO., un despido que la justicia ha declarado nulo, aunque todavía no
se ha dicho la última palabra.
Berta Montoya es salvadoreña, aunque tiene pasaporte de Canadá. Miembro
de una familia desmembrada por la guerra, Berta conoce de cerca el
conflicto. A su tío, rector en la Universidad lo mataron en el 80, a su
padre al año siguiente y en el 83 sus hermanos escaparon de la guerra de
El Salvador.
Licenciada en Literatura, en la especialidad de lingüística trabajó
durante cerca de ocho años en la Universidad, en el departamento de
periodismo. Compaginaba su labor en esta institución con el trabajo en
asociaciones para la paz y la democracia. El asesinato de su jefe en el
93, el día de su nombramiento, la hizo tomar la decisión finalmente de
aceptar el asilo político y salir de su país.
-¿A qué te dedicabas
en El Salvador antes de marchar?
-Trabajé en la Universidad durante el periodo de guerra y
posteriormente cuando se firmaron los acuerdos de paz. Llegué para dar
clases de redacción y lingüística, pero acabé trabajando en propaganda y
relaciones públicas, en el departamento de periodismo. Además de la
labor en la Universidad llevaba campañas de propaganda, en un momento en
que comenzaban las elecciones y en el que la izquierda había pasado a
formar parte del panorama político. También tenía un programa de radio
en el que denunciaba muchas cosas y al mismo tiempo trabajaba en una
asociación para la paz y para la democracia.
-¿Qué labor realizabais en dicha asociación?
-Iba como voluntaria a las comunidades, territorios controlados
por la guerrilla o territorios prácticamente salvajes donde no había
ley, ni había nada. A veces pasaba por ahí la gente de la guerrilla y
como los campesinos les atendían muy bien al día siguiente venía el
ejército a desmantelar todo aquello y a matar a la gente.
Había muchas mujeres viudas como consecuencia, con nuestro trabajo les
ayudábamos a superar la depresión, a llevar la economía familiar, a que
aprendieran nuevas cosas. Todos los fines de semana había cosas que
hacer. La gente que trabaja en la Universidad en El Salvador y tiene una
conciencia política, termina involucrándose en algo, sin que nadie se lo
mande.
"Muchas
mujeres vienen pensando que esto es un paraíso, que aquí se gana
mucho dinero y de pronto se encuentran con la cruda realidad" |
-¿Qué te llevó a dejar tu país?
-Aunque ya había terminado la guerra todavía se estaban viviendo
las secuelas y había muchos cobros. De hecho en esa asociación para la
paz y la democracia cambiaron de jefe, y yo no llegué a hablar con él:
la mañana en que iba a presentarse lo mataron frente a su hija de dos
años. En ese momento yo estaba muy bien, tenía tres trabajos, tenía mi
programa de radio y yo significaba mucho para los estudiantes, además
estaba en el momento álgido de la campaña, pero al final, el último día
de plazo pedí el asilo político. Tenía mucho temor porque era normal que
llegaran a tu casa tiraran la puerta y matasen a la gente.
Entonces ya tenía una hija, así que marché con ella para Canadá. Sólo
llevábamos las maletas con ropa de verano y dejamos toda nuestra vida.
Ir a Canadá fue difícil pero también me ayudó con el tema que llevo
ahora de emigración, porque aprendes a entender a la gente.
-De Canadá a Asturias ¿cómo comenzó tu nueva vida?
-Ya había venido alguna vez, porque en El Salvador había conocido a
un asturiano con el que mantenía relaciones. Cuando ya tuve la
ciudadanía en regla decidí venir a Asturias. Al llegar aquí preparé
currículos y empecé dando clases de inglés en Salinas, después me salió
el trabajo en Comisiones en el CITE, atendiendo a los inmigrantes.
Durante casi dos años les ayudaba en todo el tema de documentación,
atendía el teléfono, abría los expedientes, eran casos de mujeres con
problemas, y hombres con problemas con los empleadores. Empecé a tomar
un café con algunos y vi que los temas que les afectaban eran los mismos
que en Canadá, y empecé a involucrarme más hasta formar la asociación
AIRA, la Asociación de Inmigrantes Residentes en Asturias.
-Hace aproximadamente siete meses que te despidieron de
Comisiones Obreras debido a tu actividad en AIRA. y aunque la justicia
te dio la razón sigues sin reincorporarte a tu puesto de trabajo.
-La sentencia es clara, la jueza dijo readmisión inmediata, que se
me pagaran todos los salarios y una indemnización por daños morales y
argumentó la violación de derechos fundamentales de la Constitución como
son la libertad de expresión y la libertad de asociación, porque yo no
hice nada malo en Comisiones. Ahora mismo ellos han recurrido y ahora
hay que esperar un nuevo proceso, y habrá otro juicio.
Lo único que hice fue trabajar y trabajar incluso en fines de semana. A
veces me sentía muy agobiada, porque cada vez había más trabajo, y se
juntaban hasta 30 y 40 inmigrantes esperando a la cola, y había días que
marchaba a casa a las 10 de la noche. En el lapso de tiempo que estuve
metí cerca de 2000 expedientes para ellos y mucha de esa gente que me
veía por la calle me decía "¿nos ayudas Berta?" y yo los remitía a
Comisiones. Prueba de todo ello es que ellos llamaron a muchos
inmigrantes para que fueran testigos en contra mía y no hubo uno que
pudieran llevar o convencer.
-¿Qué crees que hay de fondo?
-La abogada de Comisiones lo dijo claramente en el juicio, los
inmigrantes para ellos son clientes y que existiera una asociación de
inmigrantes significaba para ellos que se les fueran los clientes, que
se les fueran las subvenciones, y el CITE vive de subvenciones. Yo eso
lo veo muy bajo, no creo que sea la forma de pensar de la mayor parte de
los sindicalistas, ni de la gente que ha dado la vida por el sindicato.
La carta de despido lo dice bien claro: a mí me despidieron por ser la
presidenta de una asociación de inmigrantes.
-¿Qué respuestas encontraste ante esta situación?
-En el interior del sindicato muchos compañeros me manifestaron
que no estaban de acuerdo con la decisión e incluso han tenido reuniones
y discusiones. Otros no, porque yo creo que es parte de la mezquindad
del ser humano no estar con el que va perdiendo y también porque no
pueden arriesgar su trabajo. De todas formas los testigos que yo llevé
al juicio eran gente de peso en comisiones y vinieron y dieron la cara.
Pero yo quiero creer que el culpable de todo esto no es el sindicato, no
son las siglas, yo quiero creer que al igual que sucede con las
religiones siempre hay cierta persona que se enquista y quiere hacer
valer su poder como el cacique de todo aquello.
"El
racismo no lo ves directamente pero está ahí, en el ambiente. A lo
mejor lo correcto no es decir racismo, sino clasismo" |
-¿En algún momento te has sentido cansada?
-Sí, es normal porque a veces llego a casa muy tarde. Pero
también tengo mucho apoyo, tengo dos hijas y afortunadamente para ellas
yo soy como lo máximo, y no he vivido lo que otros padres, de que sus
hijos en una determinada época se avergüenzan de ellos. De todas formas
a veces pienso en todos los problemas que surgen con los inmigrantes,
porque llega uno que no tiene dónde dormir, e incluso te llaman los
fines de semana y los atiendes. Y a veces les tienes que decir: ¿qué se
piensa que yo no duermo? Y es que yo no hago milagros, no puedes
resolver todos los problemas.
-¿La asociación ahora mismo qué objetivos tiene?
-En un principio eran objetivos de tipo cultural, queríamos que
fuera un espacio donde pudiéramos reunirnos los inmigrantes, hablar de
nuestros problemas y de alguna manera educarnos entre nosotros y conocer
la cultura de los demás. Después del despido de Comisiones Obreras,
decidimos ayudar a la gente con toda la documentación, y ahora
arreglamos un poco de todo: tarjeta sanitaria, solicitud de residencia,
nacionalidad...
-¿Qué se encuentra una mujer emigrante cuando llega a
Asturias?
-Hay muchas mujeres que vienen pensando que esto es un paraíso,
que aquí se gana mucho dinero y de pronto se encuentran con la cruda
realidad. Muchas de ellas tienen que pagar una deuda en el país de
origen, o mantener a los hijos o al marido que se han quedado allá. Las
latinoamericanas que trabajan en el servicio doméstico, pagan la deuda y
se plantean el traerse a sus hijos con ellas, pero en el caso de las
mujeres del alterne ni siquiera se lo plantean.
-¿Cómo es la relación del inmigrante con el asturiano?
-Hay gente que llega buscando a los suyos y tiene mucho temor
incluso de hablar con el asturiano. Gente incluso que ha estado
trabajando uno o dos años aquí y la relación con el empleador es
solamente una relación laboral. Nosotros intentamos romper eso, y en el
programa de la asociación metimos el año pasado un apartado de cultura
asturiana y cultura del mundo. Nosotros hacemos fiestas abiertas,
invitamos a nuestros amigos asturianos y les damos entradas para que
venga más gente.
-¿Se aprecia el racismo en las calles asturianas?
-No lo ves directamente pero está ahí, en el ambiente. A lo
mejor lo políticamente correcto no es decir racismo, sino clasismo,
porque yo conozco a muchas mujeres inmigrantes que han dicho que la
señora no quiere que lea el periódico o se sienten en determinado lugar.
La gente piensa que no hay racismo ni xenofobia pero sí un cierto
paternalismo y nosotros no queremos paternalismo porque lo que hemos
visto es que mientras permanezcamos callados todo está bien y todo es
bonito, pero en el momento en que tú quieres reclamar tus derechos como
cualquier persona normal, ya tienes problemas y todo se acaba.
-Una de las cuestiones que a menudo se plantean es el
tema de los puestos de trabajo.
-Yo creo que los asturianos no deben tener miedo de los inmigrantes
porque no venimos aquí a quitarle el trabajo a nadie. No es cierto que
por causa nuestra las cosas estén como están, sino que hay otras cosas
más de fondo que habría que analizar. Además hay que ponerse en el lugar
del otro, los asturianos marcharon para Alemania y América. Yo creo que
lo que hay que hacer es estar juntos en la lucha, en la pelea. ∆ |