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SUPLEMENTO ASTURIAS 

JAVIER ARJONA
Foto: L.G.

 

JAVIER ARJONA
   Miembro de Sodepaz-Asturias  

Si hay una cosa que caracteriza a Javier Arjona es su sonrisa, una sonrisa que emana de la sencillez a la hora de afrontar la vida. Una sencillez impregnada de fuerza, fruto de la experiencia. La aventura humana es su pasión.

Texto: Lupercio González

REBELDE DE LA TIERRA

Hijo de familia campesina sin tierra y extremeño de nacimiento, vino a Asturias con 18 años a trabajar, como tantos otros, buscándose la supervivencia, en la mina. En la actualidad es un miembro activo de Sodepaz y Cosal, grupos relacionados con la solidaridad y la cooperación con otros pueblos.

-Tu experiencia en la minería ¿consolidó tu pensamiento de izquierda?
-
Por supuesto. Ahí fue donde escuché a los veteranos que habían estado en la pelea contra el franquismo, aunque a mí de eso me tocó muy poco por la edad. Aprendí a reivindicar esa memoria de lucha de sus padres, abuelos, y de ellos mismos. Aprendí en directo en el duro trabajo de la mina, con todo lo que eso significa, donde palabras como compañerismo o solidaridad están siempre presentes.

-¿Crees que en la sociedad actual, tan globalizada, la solidaridad es un valor imprescindible?
-
La solidaridad, en su sentido original, es absolutamente imprescindible, no como ahora, que está en venta. Yo pertenezco a una ONG, y sé que muchas ONG están utilizando la venta del concepto de solidaridad en los medios de comunicación, en sus mensajes publicitarios. No tiene nada que ver con lo que hacen cotidianamente.

-Estuviste trabajando algunos años en la etapa de la Nicaragua de la Revolución sandinista. ¿Qué te aportó esa experiencia?
-
Para mí personalmente fue la etapa más constructiva, porque todo el mundo estaba en la efervescencia de la revolución. Se atrevían a hacer más cosas que en otros momentos. Todo era en positivo, en temas educativos, en la dinámica de crear cosas, de inventar, de moverse... En aquel momento, en el año 1984, Nicaragua estaba a tope. Ya había comenzado la agresión de la Contra desde Estados Unidos. La gente estaba en el mejor momento, lanzándose a esa revolución por la que ellos habían optado. Estuve en un instituto agropecuario que ellos crearon, colaborando y ayudándoles con los pocos conocimientos que yo podía tener. Cualquier cosa que dijeras en asambleas, con los alumnos, cualquier cosa que te decidieras a hacer, todo tenía una repercusión inmediata y positiva. Se podía construir. Ese es el término exacto de la revolución: construir.
Donde yo estuve fue en Jalapa, en el norte, en donde más intensa era la guerra, y a la vez donde más se estaba construyendo. En ese instituto agropecuario se formaban Técnicos Medios en Agronomía que después iban a servir a ese campo bastante fértil en aquella zona.

 "Me rebelo contra el culto al dinero, a la mercancía y a esa forma de vida, que tampoco es europea, pero que nos la han impuesto en los últimos cincuenta años"

-¿Cuándo nacieron tus publicaciones "Refugiados" y "Recuerdos del Porvenir"?
-
Al regreso de Nicaragua, en el año ochenta y siete."Refugiados" es un testimonio en un campo de concentración en Honduras en el que había más de diez mil personas, salvadoreños. Pudimos visitarlo y testimoniar ese hecho, porque aquí nadie sabía que existían tantas personas en esas condiciones. Y la segunda, "Recuerdos del Porvenir", es una reflexión sobre esa parte educativa que me tocó aprender y enseñar en Nicaragua. El hecho de escribir es una constante en mí, y es anterior a Nicaragua. Escribía en la sección de cartas al director. Siempre escribo por esa necesidad de protestar, de rebelarme, y de no aceptar lo que hay. Incluso algún periodista me ha definido como un escritor de cartas. A la vuelta de Nicaragua fueron muchas las que escribí.

-Recientemente has publicado "Rebeldes sin tierra" junto con Carlos Aznárez, director del periódico "Resumen Latino-americano" ¿Cómo se fraguó esta obra?
-
Surgió aquí en Asturias. Vimos la necesidad de hacer una publicación en castellano sobre el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), y después lo que hicimos fue una pequeña alianza con Carlos Aznárez que estaba en la misma idea. Esa necesidad nos la manifestaron ellos, el MST, cuando en el año 98 una brigada de unas once personas hicimos un viaje a Brasil. Habíamos escrito una revista -La conquista de la tierra- y cuando llegó a Brasil nos dijeron los líderes del MST que no existía en castellano una publicación de esas características. Desde entonces estuvimos hilvanando la idea de hacer un libro, y finalmente lo hemos conseguido este año.
Carlos y yo nos pusimos de acuerdo en repartirnos las tareas. Yo tenía bastante material, en cuanto a entrevistas y testimonios, y en el MST nos dieron todas las facilidades, con lo cual el libro es de ellos. Algunas cosas son simplemente traducciones y otras son entrevistas a las gentes, a los hombres y a las mujeres del MST, y también a los amigos que no son del MST. Para mí la parte más valiosa de este trabajo han sido las entrevistas directas a la gente de los campamentos, a la gente de las bases. Ellos te dicen lo que sienten, lo que han significado los cambios en su vida familiar. Todo eso está escrito ahí.

-El MST es mucho más que una reivindicación por una parcela.
-
Ellos ya no son sólo un movimiento sindical, porque hay otros sindicatos en el campo. No son un movimiento político, en el sentido de que sean partidarios, pero sí toda su formación es política. Le dan mucha importancia y prioridad a la formación. El MST es un movimiento popular que por razones de su origen están más en el campo, aunque rescatan a mucha gente de las periferias de las ciudades para que vuelvan de nuevo al campo. Les ofrecen esa posibilidad. Forman un movimiento que no tiene parangón ahora mismo en el mundo, aunque se estén creando otros MST, en Argentina, en Paraguay, o en Bolivia. La otra característica que los diferencia de otros movimientos es que en el MST está toda la familia inmersa; no está el varón o la mujer, sino que todos los miembros participan. Eso lo hace más potente.

-Parece que después de 500 años las cosas deben ir a parar a los propietarios originarios.
-
Es lo que ellos pretenden. Y además, a través de métodos pacíficos quieren conseguir redistribuir la tierra, y en la parte que les toca a ellos lo están consiguiendo. Se está aplicando la ley que existe en Brasil del concepto social de la tierra, para que algunos latifundios improductivos pasen a manos de trabajadores. Al mismo tiempo, ellos se dan cuenta de que eso no es suficiente para cambiar el país.

"Siempre escribo por la necesidad de protestar, de rebelarme, y de no aceptar lo que hay"

-Latinoamérica ejerce en ti un influjo especial.
-
Sí, aunque me quedan algunos países por visitar. Nosotros pretendemos mantener un ritmo de visitas a Latinoamérica en la medida de nuestras posibilidades. Yo creo que cada vez que vamos por allá aprendemos de otras experiencias, de otras formas de vida y de otras esperanzas, que tal vez aquí en la vieja Europa se están perdiendo. Allí mucha gente vive en la extrema miseria y no le da tiempo a ver nada más que su entorno. Ellos tienen otra manera de entender la vida. Hay un hecho, y es que hay muchos pueblos de Brasil o de toda América Latina que desprecian el dinero porque no les hace falta. No lo necesitan, porque cuando llega a sus comunidades éstas se corrompen. Hay gente que puede vivir en esas condiciones y vive feliz. Nosotros nos aferramos a lo contrario y creemos que cuanto más dinero, más mercancía, vamos a ser más felices.

-En tu último libro aparece la palabra rebeldía. ¿Contra qué te rebelas?
-
Contra el estado de cosas, por lo menos de esta parte del mundo; el culto al dinero, a la mercancía y a esa forma de vida, que tampoco es europea, pero que nos la han impuesto en los últimos cincuenta años. Ante todo eso creo que los jóvenes también se están rebelando. El movimiento antiglobalización tiene una parte considerable de eso, como lo tuvo en los años 94 y 95 la iniciativa por el 0,7, o la insumisión, que se rebelaba contra la militarización de la sociedad.

-¿Comprometido?
-
Sí, con esas formas de vida distintas que otra gente practica. Yo estoy aquí, en esta sociedad, no las practico, pero pienso que debemos conocer e intercambiar mutuamente. Ellos nos hacen preguntas sobre cosas que hacemos aquí y por qué las hacemos, y no sabemos qué contestar. Te hacen pensar y aprender de las cosas sencillas.

-¿Qué te gustaría que se hiciese realidad?
-
Me gustaría que treinta mil hijos de las madres argentinas aparecieran, y si esos treinta mil no son los mismos, que ya tendrían cincuenta años, pues que estén revividos en las nuevas generaciones, para que esos nuevos aparecidos hagan cambiar las cosas. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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