Texto: Lupercio González
REBELDE DE LA
TIERRA
Hijo
de familia campesina sin tierra y extremeño de nacimiento, vino a
Asturias con 18 años a trabajar, como tantos otros, buscándose la
supervivencia, en la mina. En la actualidad es un miembro activo de
Sodepaz y Cosal, grupos relacionados con la solidaridad y la cooperación
con otros pueblos.
-Tu experiencia en la minería ¿consolidó tu pensamiento
de izquierda?
-Por supuesto. Ahí fue donde escuché a los veteranos que habían
estado en la pelea contra el franquismo, aunque a mí de eso me tocó muy
poco por la edad. Aprendí a reivindicar esa memoria de lucha de sus
padres, abuelos, y de ellos mismos. Aprendí en directo en el duro
trabajo de la mina, con todo lo que eso significa, donde palabras como
compañerismo o solidaridad están siempre presentes.
-¿Crees que en la sociedad actual, tan globalizada, la
solidaridad es un valor imprescindible?
-La solidaridad, en su sentido original, es absolutamente
imprescindible, no como ahora, que está en venta. Yo pertenezco a una
ONG, y sé que muchas ONG están utilizando la venta del concepto de
solidaridad en los medios de comunicación, en sus mensajes
publicitarios. No tiene nada que ver con lo que hacen cotidianamente.
-Estuviste trabajando algunos años en la etapa de la
Nicaragua de la Revolución sandinista. ¿Qué te aportó esa experiencia?
-Para mí personalmente fue la etapa más constructiva, porque
todo el mundo estaba en la efervescencia de la revolución. Se atrevían a
hacer más cosas que en otros momentos. Todo era en positivo, en temas
educativos, en la dinámica de crear cosas, de inventar, de moverse... En
aquel momento, en el año 1984, Nicaragua estaba a tope. Ya había
comenzado la agresión de la Contra desde Estados Unidos. La gente estaba
en el mejor momento, lanzándose a esa revolución por la que ellos habían
optado. Estuve en un instituto agropecuario que ellos crearon,
colaborando y ayudándoles con los pocos conocimientos que yo podía
tener. Cualquier cosa que dijeras en asambleas, con los alumnos,
cualquier cosa que te decidieras a hacer, todo tenía una repercusión
inmediata y positiva. Se podía construir. Ese es el término exacto de la
revolución: construir.
Donde yo estuve fue en Jalapa, en el norte, en donde más intensa era la
guerra, y a la vez donde más se estaba construyendo. En ese instituto
agropecuario se formaban Técnicos Medios en Agronomía que después iban a
servir a ese campo bastante fértil en aquella zona.
"Me
rebelo contra el culto al dinero, a la mercancía y a esa forma de
vida, que tampoco es europea, pero que nos la han impuesto en los
últimos cincuenta años" |
-¿Cuándo nacieron tus publicaciones "Refugiados" y
"Recuerdos del Porvenir"?
-Al regreso de Nicaragua, en el año ochenta y siete."Refugiados"
es un testimonio en un campo de concentración en Honduras en el que
había más de diez mil personas, salvadoreños. Pudimos visitarlo y
testimoniar ese hecho, porque aquí nadie sabía que existían tantas
personas en esas condiciones. Y la segunda, "Recuerdos del Porvenir", es
una reflexión sobre esa parte educativa que me tocó aprender y enseñar
en Nicaragua. El hecho de escribir es una constante en mí, y es anterior
a Nicaragua. Escribía en la sección de cartas al director. Siempre
escribo por esa necesidad de protestar, de rebelarme, y de no aceptar lo
que hay. Incluso algún periodista me ha definido como un escritor de
cartas. A la vuelta de Nicaragua fueron muchas las que escribí.
-Recientemente has publicado "Rebeldes sin tierra" junto
con Carlos Aznárez, director del periódico "Resumen Latino-americano"
¿Cómo se fraguó esta obra?
-Surgió aquí en Asturias. Vimos la necesidad de hacer una
publicación en castellano sobre el Movimiento de los Sin Tierra de
Brasil (MST), y después lo que hicimos fue una pequeña alianza con
Carlos Aznárez que estaba en la misma idea. Esa necesidad nos la
manifestaron ellos, el MST, cuando en el año 98 una brigada de unas once
personas hicimos un viaje a Brasil. Habíamos escrito una revista -La
conquista de la tierra- y cuando llegó a Brasil nos dijeron los líderes
del MST que no existía en castellano una publicación de esas
características. Desde entonces estuvimos hilvanando la idea de hacer un
libro, y finalmente lo hemos conseguido este año.
Carlos y yo nos pusimos de acuerdo en repartirnos las tareas. Yo tenía
bastante material, en cuanto a entrevistas y testimonios, y en el MST
nos dieron todas las facilidades, con lo cual el libro es de ellos.
Algunas cosas son simplemente traducciones y otras son entrevistas a las
gentes, a los hombres y a las mujeres del MST, y también a los amigos
que no son del MST. Para mí la parte más valiosa de este trabajo han
sido las entrevistas directas a la gente de los campamentos, a la gente
de las bases. Ellos te dicen lo que sienten, lo que han significado los
cambios en su vida familiar. Todo eso está escrito ahí.
-El MST es mucho más que una reivindicación por una
parcela.
-Ellos ya no son sólo un movimiento sindical, porque hay otros
sindicatos en el campo. No son un movimiento político, en el sentido de
que sean partidarios, pero sí toda su formación es política. Le dan
mucha importancia y prioridad a la formación. El MST es un movimiento
popular que por razones de su origen están más en el campo, aunque
rescatan a mucha gente de las periferias de las ciudades para que
vuelvan de nuevo al campo. Les ofrecen esa posibilidad. Forman un
movimiento que no tiene parangón ahora mismo en el mundo, aunque se
estén creando otros MST, en Argentina, en Paraguay, o en Bolivia. La
otra característica que los diferencia de otros movimientos es que en el
MST está toda la familia inmersa; no está el varón o la mujer, sino que
todos los miembros participan. Eso lo hace más potente.
-Parece que después de 500 años las cosas deben ir a
parar a los propietarios originarios.
-Es lo que ellos pretenden. Y además, a través de métodos
pacíficos quieren conseguir redistribuir la tierra, y en la parte que
les toca a ellos lo están consiguiendo. Se está aplicando la ley que
existe en Brasil del concepto social de la tierra, para que algunos
latifundios improductivos pasen a manos de trabajadores. Al mismo
tiempo, ellos se dan cuenta de que eso no es suficiente para cambiar el
país.
"Siempre escribo por la necesidad de
protestar, de rebelarme, y de no aceptar lo que hay"
-Latinoamérica ejerce en ti un influjo especial.
-Sí, aunque me quedan algunos países por visitar. Nosotros
pretendemos mantener un ritmo de visitas a Latinoamérica en la medida de
nuestras posibilidades. Yo creo que cada vez que vamos por allá
aprendemos de otras experiencias, de otras formas de vida y de otras
esperanzas, que tal vez aquí en la vieja Europa se están perdiendo. Allí
mucha gente vive en la extrema miseria y no le da tiempo a ver nada más
que su entorno. Ellos tienen otra manera de entender la vida. Hay un
hecho, y es que hay muchos pueblos de Brasil o de toda América Latina
que desprecian el dinero porque no les hace falta. No lo necesitan,
porque cuando llega a sus comunidades éstas se corrompen. Hay gente que
puede vivir en esas condiciones y vive feliz. Nosotros nos aferramos a
lo contrario y creemos que cuanto más dinero, más mercancía, vamos a ser
más felices.
-En tu último libro aparece la palabra rebeldía. ¿Contra
qué te rebelas?
-Contra el estado de cosas, por lo menos de esta parte del
mundo; el culto al dinero, a la mercancía y a esa forma de vida, que
tampoco es europea, pero que nos la han impuesto en los últimos
cincuenta años. Ante todo eso creo que los jóvenes también se están
rebelando. El movimiento antiglobalización tiene una parte considerable
de eso, como lo tuvo en los años 94 y 95 la iniciativa por el 0,7, o la
insumisión, que se rebelaba contra la militarización de la sociedad.
-¿Comprometido?
-Sí, con esas formas de vida distintas que otra gente practica.
Yo estoy aquí, en esta sociedad, no las practico, pero pienso que
debemos conocer e intercambiar mutuamente. Ellos nos hacen preguntas
sobre cosas que hacemos aquí y por qué las hacemos, y no sabemos qué
contestar. Te hacen pensar y aprender de las cosas sencillas.
-¿Qué te gustaría que se hiciese realidad?
-Me gustaría que treinta mil hijos de las madres argentinas
aparecieran, y si esos treinta mil no son los mismos, que ya tendrían
cincuenta años, pues que estén revividos en las nuevas generaciones,
para que esos nuevos aparecidos hagan cambiar las cosas. ∆ |