l carácter
afable y conciliador de Alvaro Muñiz es una de sus cualidades destacables,
tanto a nivel personal como en el mundo de los negocios. "La cultura te
da tolerancia -comenta Alvaro Muñiz- y uno está convencido de que lo que
tiene no lo ha conseguido él mismo, sino que ha sido ayudado a conseguirlo,
y por tanto, es responsable ante los demás de ese patrimonio".
-¿De dónde has aprendido más?
-La realidad es que se aprende de todo y de todos. Aprendí incluso
de aquellas personas cuya actuación no era la más correcta. Aprendes que
el respeto, tanto a la naturaleza como a las personas que conviven contigo,
es un valor importante.
Cada uno de nosotros es un individuo que forma parte de un algo superior, no
somos el principio y el fin de la creación. Lo que somos realmente, lo
somos en relación con nuestro medio, con las personas que nos rodean.. en
una palabra: en sociedad. Eso te obliga a muchas cosas, porque si piensas
que lo que tienes no es tuyo, lo tienes que usar en la mejor medida, y eso
te da mucho que pensar.
-¿Qué es para ti la libertad?
-La libertad es el respeto, es la quietud responsable.
-¿Una dulce responsabilidad, quizás?
-No, en absoluto, no es una dulce responsabilidad, es incluso
contraria a nuestra propia tendencia personal.
-¿Implica disciplina?
-Por supuesto, pero no desde el punto de vista donde la disciplina
lo sea todo. La disciplina es una herramienta más, si yo tengo que utilizar
mi cuerpo, éste me tiene que servir para lo que yo necesito en la mejor
medida, y para ello tengo que procurar cuidarlo. Normalmente no es la faceta
más agradable, sino todo lo contrario.
-Si no fueras lo que eres ahora ¿qué te hubiese gustado ser?
-Nunca me lo planteé de esa manera. Yo tengo el convencimiento de
que los humanos siempre añoramos lo que no tenemos. En la etapa de
estudiante elegimos unos determinados conocimientos y al final, la
utilización de esos conocimientos siempre es relativa. Dices: "Me
gustaría más haber estado en el mundo de la investigación". Pero no
lo estuviste por tus propias limitaciones, por tus propias decisiones. A mí
siempre me encantaron los coches, tengo pasión por ellos, aprendí a
conducir a los trece años, y me hubiese gustado ser piloto de automóviles.
¿Por qué no lo fui? Evidentemente uno tuvo que elegir y decir: a mis
padres les voy a tener en vilo, meterse en este mundo cuesta mucho dinero y
no voy a limitar a esa gente, de quien dependo en ese momento, no me parece
justo. Yo mismo tomé esas opciones en base a estos criterios, acertados o
equivocados, pero los criterios que en aquel momento yo consideraba más
válidos. Y eso me hizo ver en un momento determinado la opción de trabajar
en la Cámara de Comercio.
-Elegiste una profesión determinada ¿Fue por tradición familiar o
por que en ese momento el entorno te sedujo?
-Evidentemente, las circunstancias familiares te facilitan determinados
planteamientos. Yo lo primero que quise fue ser Ingeniero de Minas porque mi
padre estaba ligado un poco a ese mundo, pero cuando estuve estudiando vi
que en mi cabeza tenía muchas limitaciones personales. Una de ellas era la
de imaginarme el espacio, lo cual no quiere decir que no tenga imaginación,
que son dos cosas distintas. Ese sentido no lo he desarrollado por las
circunstancias que sean y no puedo identificar el por qué.
-¿Crees que esta vida se acaba cuando morimos o hay un más allá?
-Yo tengo una concepción religiosa de la vida, soy católico
practicante, aunque para mí eso no es lo más importante. Eso no hace que
me distinga de los demás. Uno recibe una educación y en la medida en que
sea capaz de asimilarla de una manera responsable, no porque te la hayan
dado, sino porque has tenido la oportunidad de profundizar en ella, pues te
convence. Pero teniendo en cuenta que no es el único punto de vista que
existe en el mundo, porque cada uno tiene el suyo. Por tanto, creo que la
vida no acaba después de la muerte.
-¿En algún momento de la vida es necesario ajustar cuentas con el
pasado?
-No me suelo arrepentir de las cosas que hago, puedo reconocer que las
hice mal, pero no me arrepiento de haberlas hecho. Aprendes de tus propias
experiencias, no vale nada arrepentirse y quedarse muy tranquilo con la
conciencia, lo tienes que poner en práctica. Resumiendo, una norma de vida
muy importante es que, mi mejor pagador es mi conciencia.
-¿Eres exigente contigo mismo?
-Creo que sí, aunque los términos son siempre relativos porque
cada uno es cada uno, pero sí tengo la sensación de serlo.
-Por tu profesión te toca relacionarte con personas de todo tipo.
¿Qué es lo que no soportas de la gente?
-La falsedad y esa tendencia que tienen los humanos a considerarse el
centro de atención: el egoísmo. También, la falta de respeto hacia los
demás, el resto lo perdono todo.
-¿Crees que en esta sociedad aún se sigue sin comprender la
dimensión del amor?
-Sí, total y absolutamente, la gente no sabe lo que es el amor. Yo
tengo una definición para el amor: "dar sin pedir nada a cambio".
Para mí es lo que más me aproxima a esa idea. Pienso que el amor es un
concepto tan profundo que no tenemos palabras para explicarlo. Pongo una
referencia: yo siempre quise tener hijos, todo el mundo te habla de que es
lo más importante de la vida, pues en el momento de tenerlos te das cuenta
de que es algo mucho más profundo de lo que tú pensabas hasta entonces y
desde ese momento te declaras incapaz de poder expresarlo con palabras. Pues
lo mismo pasa con el concepto del amor. Por eso estas definiciones no dejan
de ser sólo aproximaciones, y es lo que menos se entiende en la sociedad.
-¿Y qué se puede hacer?
-Mi problema no es que los demás lleguen o no lleguen a comprender.
Mi problema es lo que yo entiendo qué deben ser las cosas y lo único que
puedo hacer es vivir de acuerdo con ellas. Los demás son muy dueños de
establecer los patrones por los que quieren regirse. Ni me considero mejor
ni peor que ellos, lo que sí considero es que yo tengo unos y debo ser
consciente y responsable con esas afirmaciones. Por tanto, tengo que luchar
por ellos y por conseguirlos, pero desde mi propio testimonio, no del de los
demás.
-A estas alturas de la película ¿qué te queda por demostrarte a ti
mismo?
-La vida es un reto continuo y constante, no creo que ésta deba
configurarse por determinadas metas sociales. Yo todos los días tengo un
reto, el seguir haciendo cosas y demostrando que la vida va en esas
circunstancias, y que mi baremo está en que yo sea capaz de mirar a los
demás de frente. Cuando no me encuentro a gusto con lo que hago, lo que me
cuesta más es mirar.
-¿Crees que los hombres nos hemos complicado la vida?
-Los hombres nos la complicamos continua y constantemente.
Idealizamos cosas y muchas veces somos poco objetivos a la hora de analizar
nuestra realidad. Para mí la cultura la defino siempre como aquella
capacidad o conjunto de conocimientos que te permite ser más objetivo a la
hora de analizar la realidad. Esta definición no la he encontrado en
ningún libro, pero tengo el convencimiento de ella.
-La mujer cada día está más presente en puestos importantes de la
sociedad. ¿Crees que este siglo que se abre es el de la mujer?
-Yo creo que es el de la sociedad, porque eso es un síntoma de que
ésta va evolucionando. Indudablemente vivimos en una sociedad muy injusta
para lo que debiera de ser, en la cual existen muchas desigualdades y donde
nadie tiene una regla exacta de cómo conseguir ese planteamiento total,
porque quizá las circunstancias estén en la propia naturaleza del hombre.
Estoy convencido de que el planteamiento actual hacia la mujer no tiene
ninguna razón de ser, como no lo tiene el racismo, ni otras circunstancias,
todo obedece a una educación, y la mujer está saliendo de ese
planteamiento. En la sociedad en la que yo vivo no puedo decir que una mujer
no tenga oportunidades, podrá tener más o menos suerte. Hoy por hoy no
podemos decir que una empresa desprecie a una mujer, por definición. Eso no
quita de que haya determinados reductos o camarillas más o menos cerradas
en situaciones puntuales.
-¿Un sueño que te gustaría hacer realidad?
-Soy idealista, pero creo muy poco en esa parte de los sueños. Por
otra parte, soy positivista y me gustaría que mi entorno fuese feliz, pero
desde el convencimiento de que tampoco esa felicidad absoluta se puede
conseguir. Lo único que me gustaría en esta vida es que, al final y en el
transcurso diario, la gente dijese: "Bueno, pues es un buen
chaval". ∆