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Fulgencio Argüelles es psicólogo de profesión y trabaja en temas de
personal en la banca, su gran pasión es la literatura. Y a pesar del poco
tiempo que le deja libre su trabajo, siempre busca un hueco para poder
plasmar su necesidad creativa en palabras. Mágicas palabras que dan vida a
personajes e historias, mezcla de realidad e imaginación. "Tengo claro
que mi necesidad es contar historias, inventar personajes. Y yo voy
respondiendo a ella en la medida que puedo".
-¿Por qué genero te inclinas más a la hora de escribir?
-Por la novela. Pienso que la poesía está en lo más alto de la
pirámide literaria y siento gran envidia por los poetas. Yo cuando me he
puesto a escribir poemas y se los he enseñado a algún poeta, siempre me
dicen que no sé cuándo tengo que cambiar de renglón. O sea, me sale
prosa. Yo en lo que me encuentro más a gusto es escribiendo novelas. He
escrito relatos cortos, pero siempre en cada relato corto veo la proyección
de una novela. Si tuviera tiempo, seguramente que de cada uno de ellos
saldría una, porque ese mundo mágico de la novela me absorbe, y me
apasiona.
-¿Estás en un buen momento creativo?
-Yo siempre estoy haciendo algo, metido en una novela. Lo que pasa
es que dispongo de muy poco tiempo, porque el trabajo que tengo ahora me
está absorbiendo mucho y eso hace que la mayor parte de los días no pueda
sentarme a escribir ni media hora. Algún fin de semana y algún rato suelto
por ahí, es lo poco que le estoy dedicando. Aunque la novela la tengo en la
cabeza, y creo que se está escribiendo siempre, aunque no tengas la pluma y
el papel.
-¿Qué estás escribiendo ahora?
-Estoy con una novela que se titula: "El Palacio azul de los
ingenieros Belgas", y está ambientada en las dos primeras décadas del
siglo pasado, en los años previos a la revolución industrial del treinta y
cuatro aquí en Asturias.
-¿Hacia dónde diriges tus pasos como literato?
-Nunca me lo planteé. Yo voy siempre experimentando, aprendiendo...
Creo que en literatura se trata de recoger todo lo que se pueda de la gente
que te ha precedido, y de los maestros de la literatura, y tú desde ahí,
construyes lo que buenamente puedas. ¿En qué dirección? En la que te
encuentres más a gusto; a veces en una línea más lírica o más poética,
o a veces más sobria, depende de la historia que quieras contar. Pero no
voy hacia ningún lado. Quizás últimamente me he marcado un objetivo, y es
huir de los adjetivos. El adjetivo siempre añade algo al sustantivo y si
encuentras el sustantivo adecuado, no necesitas adjetivo.
-¿Eres muy exigente contigo?
-Con la escritura sí, mucho. Yo reescribo mucho las frases, les doy
muchas vueltas. Yo sé lo que quiero decir, pero intento decirlo siempre de
una manera creativa. No me conformo con describir una situación de manera
sencilla y espontánea. Pienso que la literatura es buscar alguna forma
nueva de decir las cosas.
-De tu obra escrita ¿cuál es tu preferida?
-En mi caso la obra es pequeña, sólo tengo tres novelas y la
cuarta, con la que estoy, que quizás es con la que más a gusto me siento.
Suele ocurrir. Pero no sé, porque son tres hijos tan distintos que no
sabría por cuál decantarme. "Letanías de lluvia", es una novela
virgen, inocente; es la primera novela, con todos los defectos y virtudes de
una primera obra. Significó mucho para mí, porque fue un reto que me puse
sin pensar siquiera en la publicación ni si iba a ser capaz de terminarla.
"Los clamores de la tierra", es una obra ya más pensada, más
documentada. Tuve mucho cuidado con las documentaciones históricas y me
supuso el esfuerzo, la dedicación y la satisfacción de terminar un trabajo
que fue bien acogido por el publico, sobre todo, por los especialistas en
historia, y está siendo referencia en institutos. Y me llena de
satisfacción saber que contribuyo a acercar la historia a la gente. Y
luego, la tercera, "Recuerdos de algún vivir", es una novela
desde un punto de vista más psicológico de los personajes, de sus
historias interiores.
-Y esta tercera novela fue galardonada con el premio
"Asturias" de novela que concede la Fundación Dolores Medio.
-Sí, en efecto. Mi historia literaria empezó con un premio, el
premio Azorín. Por eso tengo mucho que agradecer a los premios. Hay gente
que reniega de ellos, pero yo no, porque si estoy aquí en el mundo
literario es por los premios. Quizás sin el premio Azorín yo no hubiera
continuado escribiendo, o por lo menos publicando. Los premios son un
reconocimiento, una caricia que siempre necesitas, y a todo el mundo le
gusta recibir caricias.
-Escribir ¿te hace libre o te encadena?
-Ninguna de las dos cosas. Yo no creo que la libertad o la
esclavitud dependa del hecho de escribir. El poder contar las cosas, lo que
piensas y expresarlo públicamente, de alguna manera te hace sentir más
libre, pero en el fondo no es así. La libertad está dentro de uno mismo y
no en lo que puedas manifestar hacia fuera, y la literatura es una
manifestación de dentro hacia fuera.
-Tú que has vivido muchos años fuera de Asturias ¿cómo percibes el
panorama literario asturiano?
-En el 74 me fui a Madrid a estudiar psicología, era aquel momento
de ebullición política y social, y allí viví muy intensamente la
transición y todo aquel jolgorio político. Y luego estuve allí unos
veintidós años por circunstancias de trabajo y personales. Siempre tuve
contacto con Asturias, pero con la familia y con los amigos. El mundo
literario asturiano, tengo que reconocer, que me quedaba muy lejos. Nunca he
sido una persona que conviviera en los ambientes literarios, ni en Asturias
ni en Madrid. Hace tres años y medio que llegué a Asturias y casi sin
querer me fui metiendo en el ambiente, conociendo gente, escritores... Tengo
que decir que he conocido gente muy interesante que está bastante olvidada,
con muy poca proyección nacional. Pienso que las editoriales asturianas no
están apostando por los autores asturianos. No arriesgan nada.
Aquí hay un mundo de subvenciones que creo que está perjudicando mucho a
la literatura que se hace en Asturias y a los autores asturianos.
-Un escritor ¿se vende a las editoriales o al público?
-El escritor escribe para el público, salvo excepciones donde ya
hay un nombre y una fama. El escritor escribe para los lectores, pero para
que llegue a los lectores necesariamente tiene que pasar por una editorial.
Se piensa que la editorial es el filtro. Yo creo que es todo lo contrario.
Hoy día se están publicando cantidad de obras sin filtro ninguno, sin que
absolutamente nadie en la editorial se ocupe de leerlas. Y eso me parece
grave. Igual que me parece grave que una editorial no arriesgue por una obra
que esté bien escrita, porque crea que no va a vender nada. Eso hace que el
mercado se sature de títulos.
-¿Es difícil hoy hacerse un hueco en el panorama literario?
-Muy difícil. Tanto dentro del panorama literario como dentro de la
editorial. Si publicas algo y se queda ahí, no sirve de nada. El escritor
publica para que lo lea la gente. Pero a veces ocurre que la publicación se
queda ahí, sin más, porque la editorial de turno ha recibido trescientas
mil pesetas de subvención y le cubren los gastos de impresión, y eso no es
publicar. Publicar es extender, es hacer extensivo algo al público en
general. El asunto está en dar propagación a esa obra.
-¿Realmente se lee tanto como se publica?
-Yo creo que se está leyendo, los datos están ahí, pero son un
poco engañosos, porque no hay que confundir las ventas con las lecturas.
-¿La tristeza es bella?
-La tristeza es un sustantivo suficientemente expresivo, para no
necesitar adjetivos. La tristeza es tristeza. Y estar triste es un estado de
ánimo contrario a estar alegre o estar feliz. La nostalgia, es otra cosa.
La nostalgia, es lo que más hay en mis obras, más que tristeza. La
nostalgia siempre te lleva a recordar cosas que te hacen poner, de alguna
manera, triste.
-Escribiendo ¿eres directo o prefieres irte por las ramas?
-Bueno, eso te lo va diciendo un poco la historia y los personajes.
Hay situaciones dentro de una historia que te permiten esas salidas, esas
huidas del hilo conductor. Yo soy bastante respetuoso con el lector, no me
gusta confundirle. Me gusta que el lector se sienta a gusto y que se meta
dentro de la historia. Me gusta que mis personajes sean personas de carne y
hueso, personas creíbles que pueden encontrarse por la calle.
-¿Hay cualidades que definan a un buen escritor?
-Eso es muy complicado. Fundamental es la herramienta. Un buen
pintor debe conocer los colores, debe saber mezclarlos, debe conocer las
formas, las perspectivas y una serie de técnicas necesarias para que pueda
expresarse. En el caso del escritor ocurre lo mismo. El lenguaje es la
herramienta y el conocimiento del lenguaje, de la gramática, del
vocabulario, de la forma de escribir correcta, es lo imprescindible.
Después está esa sensibilidad o esa capacidad de observación que deben
tener también todos los artistas, y también la imaginación. Yo diría que
éstas son las características fundamentales, sin que quiera decir que no
existan otras.
-¿Crees que las mujeres escriben mejor que los hombres?
-Pienso que el hecho de ser hombre o mujer no determina ni una
mejor, ni una peor literatura. Pienso que todos los hombres tenemos algo de
femenino dentro, y todas las mujeres algo masculino, y el hecho de que unos
seamos machos y otros hembras, es un tema puramente biológico, pero que
nada tiene que ver con el cerebro, ni siquiera con la sensibilidad.
-¿Tu obra ideal?
-Sería aquella en la que soy capaz de contar lo que estoy pensando
y ser capaz a la vez de que el lector capte lo que yo quiero expresar. O
sea, siempre que me acerque lo máximo posible a esas dos circunstancias,
estaré caminando hacia la obra ideal, la obra perfecta.
-Lo cual requiere una cierta capacidad de seducción.
-Desde luego. El escritor debe ser un seductor nato. Hay veces que
cojo una obra y aguanto cincuenta o setenta páginas, y si el escritor no ha
sido capaz de seducirme, dejo la obra. Eso no quiere decir que otra persona
sí capte esa seducción. Para engancharse a una obra, leerla y disfrutar de
ella, es inexcusable que el escritor te haya seducido.
-Pon un cierre a esta entrevista.
-Siempre digo que los escritores estamos en las obras que
escribimos, no en las entrevistas, ni en las conferencias, ni en los
coloquios, ni en las apariciones públicas. Yo prefiero que me conozcan por
lo que escribo. Por eso casi prefiero que mis lectores no me conozcan,
porque lo que yo tengo que decirles lo digo a través de las obras que
escribo. ∆