-Creo que la expedición fue una auténtica maratón, no sólo
en lo que fue la ascensión a la montaña, sino desde que salisteis de Asturias. ¿Cómo
fue el viaje?
-Salimos de aquí el sabado 27 de marzo, y llegamos a Casablanca al dia
siguiente, vía Madrid. En Casablanca yo me enfrié y estuve mal de la garganta, incluso
con algo de fiebre; una pequeña gripe que pudo haberme fastidiado los planes, pero que
finalmente conseguí superar.
El lunes 29 llegamos a Ilmli, el último pueblo, donde contratamos las mulas para llevar
el material al refugio del Tuobkal.
El martes salimos hacia el refugio y tuvimos que realizar un esfuerzo suplementario,
porque nos engañaron los porteadores. Nos dejaron hora y media antes de lo que habíamos
acordado.
De todas formas, este mismo día pudimos hacer noche donde el refugio.
-Las jornadas previas a la ascension os produjeron un desgaste
imprevisto. ¿Cómo fueron las cosas una vez alcanzado el campo base?
-El campo base disponía de un refugio que contabamos con utilizar. Pero una
vez allí, vimos que el refugio era mucho más pequeño de lo que se necesitaba para
albergar a toda la gente que había, así que hicimos noche en tiendas de campaña sobre
la nieve. Fue una noche bastante dura, porque la pasamos con mucho frío y bajo el azote
permanente del viento.
Además, aunque contamos con la posibilidad de dormir en tienda, no pensamos que la nieve
fuera a estar tan baja en esta epoca del año.
-¿Cómo viviste la ascensión hasta los 4165 metros de la
cima?
-Esta última jornada fue para mí la más dura de la expedición.
Salimos a las siete de la mañana, hora española, y ascendimos ininterrumpidamente
durante ocho horas hasta alcanzar la cima del Tuobkal, hacia las tres de la tarde.
Es un desnivel de unos 1000 m. desde el refugio hasta arriba, en una pendiente muy
pronunciada durante la mayoría del trayecto.
También contamos con la presencia de la ventisca, que ya nos había azotado la noche
anterior, y que en momentos nos obligaba a hincar la rodilla para protegernos un poco de
la nieve que golpeaba continuamente.
-¿Pensaste en algun momento en que no conseguirias llegar a la
cumbre? ¿Se te pasó por la cabeza dar la vuelta?
-Yo no me encontraba bien para hacer la cumbre, no confiaba en poder hacerla.
A veces pensaba que no iba a poder llegar, pero entonces, como un acto reflejo, me venía
a la mente el patrocinador y toda la gente que confía en mí y eso me hacía seguir
adelante una y otra vez.
De hecho, creo que subimos a un ritmo bastante bueno. Incluso hubo gente que salio del
refugio antes que nosotros, y que alcanzamos en varias ocasiones durante la subida. No
adelantamos a nadie, porque tampoco se trataba de hacer ninguna maratón.
Te confieso que para mí uno de los peores momentos, fue durante los últimos 160 m.,
porque aunque no era un tramo demasiado empinado, ya te encuentras a 4000 m. de altura y
con mucho cansancio acumulado.
-¿Y qué sentiste una vez que definitivamente, pones el pie en
la cumbre?
-Bueno, cumplir el objetivo en una expedicion que llevas preparando bastante
tiempo, que te ha costado mucho realizar, y que te abre puertas a objetivos mayores, es lo
mejor que te puede pasar, no se puede explicar con palabras. Sobre todo cuando, como en
esta ocasión, las circunstancias y tu propia sensación te hacen pensar que quizá no vas
a poder conseguirlo.
"Cumplir el objetivo en una
expedicion que llevas preparando bastante tiempo y que te ha costado mucho realizar, es lo
mejor que te puede pasar, no se puede explicar con palabras"
-¿Tuvisteis algún problema en el descenso?
-No, al contrario, el descenso fue mucho más rápido de lo que habíamos
previsto. Tardamos sólo dos horas en bajar desde la cumbre hasta el refugio, y ese mismo
día pudimos llegar al pueblo de Ilmli, hacia las ocho y media de la noche.
-Es tu segunda expedicion a una montaña de 4000 metros,
despues del Mont-Blanc. ¿Qué diferencia notaste entre ambas?
-Fueron muy distintas entre sí, creo que no se pueden comparar.
Sí te puedo decir que el Mont-Blanc es más peligroso, por las aristas que tienes que
recorrer, aunque sus instalaciones son mucho mejores que las del Tuobkal. En ese sentido
me parecio más cómodo el Mont-Blanc. El Tuobkal, aunque menos expuesto en la subida,
para mí fue más costoso por lo que viví en toda la aproximación previa y el cansancio
que fui acumulando. Ten en cuenta que no dormimos bien ninguna noche desde que salimos de
Asturias.
-Una vez culminada con éxito esta expedición, ¿tienes algún
proyecto en perspectiva, con fecha para realizarlo?
-Sí, es más, el Tuobkal se consideraba de alguna forma una preparación
para nuestro próximo desafío: el Kilimanjaro, en Kenia, de casi 6000 m., la montaña
más alta de Africa.
Si todo sale bien esperamos salir en febrero del año 2000.
-Tu agenda está bastante apretada... ¿Qué permanece como
telón de fondo de todas tus expediciones? ¿Cuál es tu lucha, qué reivindicas como
montañero y como persona?
-Yo lo que busco detrás de esto es un puesto de trabajo.
Intento demostrarme que si soy capaz de subir a estas montañas tan altas con todas las
complicaciones y dificultades que suponen, también seré capaz de desempeñar un puesto
de trabajo que se ajuste a mis posibilidades.
Quiero demostrar que los minusválidos somos personas, que estamos ahí, dispuestos a
trabajar en donde podamos desenvolvernos, porque minusválido quiere decir que no eres
válido para unas cosas, pero puedes ser perfectamente válido para otras.
Quiero conseguir que poco a poco la gente cambie la mentalidad y se deje de confundir
minusválido con inútil.