uería ser médico,
pero los avatares del destino hicieron que se dedicara a la gestión sanitaria antes que a
la práctica asistencial. Durante el curso 92-93 estuvo en Italia becado con Erasmus.
Estando en Bari, en el sur, coincidió con el primer éxodo de albaneses. Fue su primera
movilización para prestar ayuda humanitaria a los desplazados. De vuelta a Asturias
conoció a Pedro Arcos, que estaba iniciando actividades en esra región, y se enroló en
Médicos Sin Fronteras. En junio de 1996 se hizo cargo de la delegación de MSF en
Asturias, que abarca también el noroeste peninsular.
-¿Qué respuesta ha habido por parte de los asturianos a esta
ONG?
-Nosotros distinguimos lo que es un socio de un colaborador. Colaborador es una persona
que puntualmente, ante una catástrofe, reacciona y nos da un donativo; el socio es
aquella persona que contribuye periodicamente a la organización y, tiene un compromiso
más allá del donativo puntual.
Desde MSF lo que intentamos es aunar y coordinarnos con otras organizaciones para
conseguir mejoras. Entendemos que es importante que las organizaciones estemos unidas,
buscando mejorar la calidad de la cooperación. Los fondos deben de aumentar, pero nos
preocupa más la calidad de la utilización de esos fondos que la cantidad. En ese
sentido, Asturias está mejor que otras comunidades, pero lejos del ideal. Los políticos
siempre dice que estamos mucho mejor y se quedan ahí. Nosotros decimos que estamos mejor
pero lejos del ideal.
-En determinadas épocas, como la Navidad, surge el boom de la
"solidaridad".
-Para ayudar no sólo basta con querer sino que además tienes que poder y estar
capacitado profesionalmente. Cuando la crisis de Ruanda, mucha gente nos llamaba para
decirnos que ellos irían allí aunque sólo fuese para enterrar los cadáveres. Nosotros
dijimos que eso no tenía sentido, porque ya lo hace la gente de allí. Las necesidades
que tienen son otras y, además también deben ser satisfechas por profesionales en cierta
medida especializados.
-Con lo que causó el huracán Mitch quedaron muchas
deficiencias sobre el tapete.
-La gente vio el huracán y ayudó, pero no se paró a pensar por qué se produce
ese huracán. Lógicamente el huracán ha devastado, pero la percepción que tiene la
población hondureña y nicaragüense de la realidad de la catástrofe no es ni muchísimo
menos comparable con la que tenemos aquí. Para ellos ha sido un poco más fuerte que el
del año pasado. No tienen esa sensación de cataclismo. Lo que se llevó el huracán son
chozas, cabañas. Si la gente analizara porqué el huracán ha afectado tanto,
probablemente se daría cuenta de que el dar sólo dinero no resuelve la situación. Lo
que hay que hacer es manifestarse públicamente y presionar para que la deuda de estos
paises se condone, porque eso es más efectivo que dar mis diez o veinte mil pesetas. En
cuanto se consiga ese análisis pasaremos de la ayuda y de la respuesta caritativa, a una
conciencia solidaria. Y en ese terreno las organizaciones somos culpables, porque tenemos
la obligación de explicar todo el proceso.
-¿Qué te ha supuesto asumir esta responsabilidad?
-A nivel personal ha sido muy gratificante, porque me ha demostrado que no hace falta ir a
estos países, y estar en el medio del conflicto para hacer cosas que puedan repercutir
favorablemente. Por otra parte, me ha permitido conocer un poco más la gran cantidad de
iniciativas y la sensibilidad que hay en la sociedad.