Lleva varios años peleando por su
barrio, el poblado de Santa Bárbara en Gijón. Es una tarea que le ha dado muchas
preocupaciones pero también muchas satisfacciones y reconocimiento. El pasado mes de
abril y con motivo del Vigésimotercero Aniversario del Asociacionismo, el Ayuntamiento de
Gijón y El Comercio le hicieron un homenaje por su dedicación al movimiento vecinal. El
Teatro Jovellanos asistía entonces a un llenazo total difícil de superar. Sus vecinos y
conocidos quisieron demostrarle así su apoyo.
"A
veces pienso que es imposible que yo me atreviera a hablar. Ahora no se me pone nada por
delante. Voy a hablar con quien haga falta. Y me da igual sea quien sea, porque la persona
es por lo que es y no por lo que tiene."
"Lo único de lo que me
arrepiento es de no haber estudiado de joven. Era mi ilusión. Me gusta aprender de todo,
y cualquier tema me interesa."
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AL FRENTE DEL BARCO
Casada
desde los 18 años, gran parte de su vida transcurrió entre las paredes de su casa. Las
circunstancias le hicieron salir al exterior para ponerse al frente de la vocalía de la
mujer y de la Asociación Santa Bárbara posteriormente. Así empezó a enfrentarse a
muchas dificultades.
-¿Cómo empezó todo?
-Lo primero que hice fue convocar una reunión de mujeres, para ver si iban a
responder. Se lo expliqué a mi manera. Les dije que íbamos a hacer muchas cosas: corte y
confección, escuela para adultos, manualidades, charlas médicas, excursiones, visitas a
museos. Por aquel entonces fueron cuarenta y tantas mujeres del barrio las que se
apuntaron.
-Ponerse al frente de la vocalía trajo como consecuencia
muchos cambios a su vida.
-Sí, hasta ese momento lo único que hacía era coser y tejer. Era muy
casera, de esas que salen lo imprescindible porque estaba acostumbrada a estar en casa.
A veces pienso que es imposible que yo me atreviera a hablar. Ahora voy a hablar con quien
haga falta. Y me da igual quien sea, porque la persona es por lo que es y no por lo que
tiene.
-¿De dónde partió la decisión de ser presidenta de la
Asociación Santa Bárbara?
-Mi marido era el presidente de la Asociación. Era un hombre que vivía el barrio, pero
murió hace cuatro años de cáncer. Cuando llegó la hora de las elecciones de la
Asociación, nadie quería asumir la presidencia. Pasaba una hora y otra, y yo intentaba
que algún señor la cogiera, pero nada. Entonces me dije: "Duele mucho que todo lo
que trabajó Manolo caiga, así que voy a seguir yo". Y todas las mujeres dijeron:
pues nosotras contigo. Y así salió. Somos 12 mujeres, un secretario, y algún paisano
más que nos echa una mano.
-En una ocasión tuvo problemas, recibió amenazas de todo
tipo.
-Sí, incluso intentaron quemarme la casa. Quemaron la ventana, prendieron
fuego a unos periódicos y los metieron entre la persiana y la ventana. Ese día yo estaba
echada en el sofá y con la tele encendida. También me metían papeles por debajo de la
puerta llamándome de todo, me llamaban por teléfono y cuando lo cogía colgaban...
-¿Hay algo de lo que se arrepienta?
-Lo único de lo que me arrepiento es de no haber estudiado de joven. Era mi ilusión.
Me gusta aprender de todo, y cualquier tema me interesa. Con decirte que hace poco fui a
un curso de informática...
-¿Qué es lo que recuerda con más cariño de su infancia?
-La escuela, era lo que más ilusión me hacía. Pero prácticamente no tuve
niñez.
-¿Por qué?
-Mi madre enfermó y estuvo de sanatorio en sanatorio, y mi hermana mayor se
casó cuando yo tenía 4 años. Cuando tenía seis años nació mi sobrino, mi madre
llegó del hospital y ya no volví a ser chiquilla. Quería estudiar, pero a los doce
años tuve que ponerme a trabajar. Primero cosía, después trabajé en una fábrica de
zapatillas, hasta los dieciocho, que fue cuando me casé.
-En lo que fue su decisión de hacerse cargo de la vocalía
de la mujer estuvo apoyada por su marido, algo poco frecuente por aquel entonces.
-Sí, fue él quien me metió en el lío. A veces pienso que parece que
sabía lo que iba a pasar, que me iba a quedar yo con todo esto. Si no, yo no estaría
aquí. ¿Quién me lo iba a decir a mí?
En ocasiones, cuando necesito algo o tengo algún problema, le pido ayuda. Y no estoy
chiflada. Le digo: "Ay, Manu, ayúdame", y a mí me vale.
-Gracias a las actividades que se empezaron a organizar
cambió la vida de muchas mujeres. Pero falta mucho aún por hacer. ¿Qué es lo que tiene
que cambiar la mujer en su forma de pensar?
-La mentalidad de que siempre hay que perder de su derecho, y ponerse a la
altura de los hombres, no pasarse pero sí tener los mismos derechos y las mismas cosas.
-Tiene 59 años, pero no le pesan, al revés: le falta
tiempo para hacer más cosas ¿Cómo es un día normal de su vida?
-Empiezo a mirar todos los papeles que tengo por ahí y a ver si tengo que llamar o ir
a algún sitio. Mi vida es la Asociación porque me ocupa todas las horas. Ayer estuve
hasta las dos de la mañana aquí con papeles, y cartas, pensando en lo que vamos a hacer.
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