ste asturiano de 35
años combina su trabajo como pediatra en el Hospital de Nava con la coordinación del
grupo ovetense de Amnistía Internacional. Es también el encargado de coordinar los
trabajos entre los diferentes grupos de AI en Asturias. "Hay tres grupos: en Gijón,
en Avilés y en Oviedo. Las herramientas de trabajo son comunes para todos, sólo que en
Oviedo nos encargamos también de las relaciones con las instituciones y con la
prensa".
-¿Qué objetivos os habéis planteado este año?
-Tenemos tres cosas fundamentales. La primera es una campaña sobre la
situación de los derechos humanos en EE.UU. Otra cuestión es el entrenamiento en EE.UU.
de fuerzas de seguridad de América Latina que luego se utilizan para torturar, como
ocurrió en Chile, Argentina, y ocurre en Brasil, Colombia, etc. Pedimos que haya un
código de conducta, y que haya un control para que eso no ocurra.
La segunda cuestión es en una campaña internacional contra la tortura. Y por último, la
tercera cuestión importante es una campaña para conseguir que se respeten los derechos
jurídicos de los menores, conseguir que no se les encarcele con personas adultas, que
tengan unos tribunales propios, que la edad penal coincida con la mayoría de edad y que
no se les someta a pena de muerte, que haya una legislación concreta para defender sus
derechos.
-¿Cuáles son vuestros instrumentos de trabajo?
-Hay dos formas de actuar, una que es la que se dirige desde Londres, la que
llamamos labor de loby o de influencia. AI pertenece, como órgano consultivo, a varios
comités. Desde esa posición hace presión sobre los gobiernos.
Esto se complementa con la labor de los grupos que se encargan de determinadas campañas y
lo que se hace en ellas fundamentalmente es enviar cartas, firmas o tarjetas postales,
etc.
Luego hay otro instrumento de trabajo que es el que nosotros llamamos expediente de
acción. Ese es un caso concreto que se trabaja desde un grupo o desde un número
pequeño de grupos.
En materia de pena de muerte hay una red de personas que una o dos veces al mes envian
cartas en favor de personas que están condenadas en muchos países del mundo.
La última es una labor de educación. Hay un pequeño equipo que se encarga de ir a
colegios e institutos a dar charlas sobre los derechos humanos y cómo luchar por ellos.
-¿Cuántos formáis el grupo de Oviedo?
-Actualmente somos unas veintidós personas. Lo forman desde estudiantes
hasta gente que trabaja en casa y yo creo que fundamentalmente esto es lo que más me
atrajo a mí. En el grupo hay mucha gente joven que es la que está trabajando
principalmente en educación.
-¿Qué proyectos tenéis de cara al futuro?
-Entre los proyectos está afianzar todo lo referente a la educación,
mediante charlas en colegios; enseñar los derechos humanos en la Escuela Regional de
Formación de la Policía Local, así serían más improbables los casos de malos tratos o
tortura. Y también estamos empezando a trabajar con el asunto de los refugiados.
-¿Qué peso tiene la opinión pública en la resolución de un expediente?
-Tiene mucho, porque a lo mejor desde aquí enviamos 60 cartas, pero sumando
las que se envían desde todos los grupos que hay en el mundo, en una acción urgente en
un caso de pena de muerte, pueden llegar entre 15.000 y 20.000 cartas. Y es un volumen que
llama la atención de la autoridad a la que le llegue.
-¿Que supone para vosotros que salga positivo un expediente de
acción?
-A mí como coordinador me tocó vivir dos, y la verdad es que el día que te
llega la carta desde Londres diciendo que han sido liberados te da muchísima alegría.
Llegas a identificarte con ellos y con su familia, porque una de las cosas que hacemos es
escribirles cartas a la cárcel, les comentamos quiénes somos, cómo estamos trabajando,
y ellos te hablan de su familia.
-¿Crees que los españoles somos conscientes de que hay malos tratos y
casos de torturas en nuestro país?
-No lo sé. En el último informe se hablaba de muchos casos de malos tratos y de
tortura por parte de la policía local en muchas ciudades de España, pero cuando se lo
explicas a la gente, te dicen que esto no es posible porque estamos en un país civilizado
y democrático.
A pesar de eso en una medida sí se es consciente de que sigue habiendo malos tratos y
torturas, porque hay mucha gente que te dice "yo es que tengo miedo porque si firmo
igual me busca la policía". Es como un contrasentido.
-¿Por qué elegiste AI y no cualquier otra ONG?
-Me atrajo la defensa universal de los derechos humanos sin paternalismos. Lo mismo
expone la situación de derechos humanos en Sudán y Etiopía que en EE.UU., porque en
todos los sitios hay problemas serios. Otro punto positivo es que se intenta que sean las
personas de los propios países los que puedan conseguir por sí mismos el respeto a los
derechos humanos.
Por otra parte también es muy importante la independencia, porque al no recibir
subvenciones de organismos oficiales, no estás mediatizado. También valoro el hecho de
que esté implantado en todo el mundo y que fundamentalmente la base que tiene es
voluntariado.
-¿Qué proporción de tu tiempo ocupa esta actividad en tu
vida diaria?
-En mi caso ocupa mucho, porque la labor de coordinación supone tener que
estar pendiente de todo. Prácticamente dedico todas las tardes a esto. Creo que cuando
uno empieza a trabajar, de alguna forma se engancha, y te das cuenta de que lo que haces
sirve para algo, ves que se van consiguiendo cosas.