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El buque insignia de Greenpeace se dirige a Japón
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![]() ![]() Cuando embarqué en el Rainbow Warrior en Corea del Sur hace un mes y medio, la triple tragedia en Japón había ocurrido tan sólo unos días antes. Primero el gran terremoto, luego el tsunami y, por último, el comienzo de la pesadilla en la central nuclear de Fukushima. A los dos días de mi llegada, ya estábamos poniendo rumbo sur, en principio hacia Singapur, alejándonos del país del sol naciente, poniendo millas de por medio entre nosotros y la radiación que uno tras otro iban vomitando los reactores nucleares. En teoría, cuando hay un desastre nuclear en curso, cuanto más lejos esté uno mejor. Pero pocos días después ya salió en la prensa internacional que se habían detectado niveles de radiactividad más altos de lo normal en Estados Unidos y en varios países de Europa... Así pues, en la práctica, te das cuenta de que no hay escape posible ante un accidente nuclear: el planeta es redondo, los vientos son capaces de portar las partículas radiactivas a miles de kilómetros de distancia. ¿Dónde se esconde uno? Bajando entre la costa de China y el lado occidental de Japón, era difícil de apartar de nuestras mentes tanto sufrimiento por el que estaba pasando el pueblo japonés. Las imágenes terribles del tsunami, los reactores nucleares teniendo explosiones, el reconocimiento oficial de que había escapes continuos a la atmósfera y de que se estaba vertiendo agua contaminada al mar. No hay escape posible ante un accidente nuclear: el planeta es redondo, los vientos son capaces de portar las partículas radiactivas a miles de kilómetros de distancia. ¿Dónde se esconde uno?Cuando estábamos navegando entre Taiwan y China, de nuevo cambio de planes y, por tanto, de rumbo. Literalmente dimos media vuelta para acabar en un puerto al nordeste de Taiwan. Se estaba empezando a barajar que el buque insignia de Greenpeace se dirigiera a Japón, a Fukushima. Nos llevó un mes de espera el poder tomar una decisión tan difícil. Lo primero era estar seguros de que la situación era lo suficientemente estable como para poder acercarse y trabajar allí. No menos importante era ver cómo podíamos proteger al barco y a nosotros mismos de la radiación. Y, por último, qué trabajo podíamos hacer en concreto para poder ayudar al pueblo japonés a saber qué está sucediendo realmente ya que su gobierno ha estado contando verdades a medias desde el principio. Básicamente, nuestra misión será comprobar los niveles de radioactividad y su impacto en el medio marino. Con todo el equipo material y humano que vamos a necesitar para esta difícil y arriesgada campaña, por fin zarpamos de Taiwan el pasado jueves. Desde entonces, hemos tenido varias reuniones para ampliar nuestros conocimientos sobre la radiactividad y cómo vamos a protegernos contra ella siguiendo un Protocolo de Seguridad Radiactiva para poder responder ante cualquier eventualidad. Así mismo, estamos al día de la situación en Fukushima, que digamos que es “estable” pero que aún no está bajo control. Por último, estamos haciendo cambios en distintas zonas del barco, familiarizándonos con el material, formando equipos de trabajo para cuando estemos en la zona, disipando las dudas y resolviendo problemas que van surgiendo. Aún nos quedan unos días antes de llegar. Ya iré contando más cosas... Δ A bordo del Rainbow Warrior, rumbo a Fukushima, Maite Mompó, marinera de Greenpeace.
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