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MARZO 2008

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EL PUEBLO SIEMPRE FUE SOBERANO

El pueblo siempre fue soberano

 

Los gobernantes, en democracia, son empleados, servidores, elegidos por el pueblo para que se ocupen de gestionar los asuntos relativos al pueblo, que son casi todos. Por eso y para eso se les elige y se les paga.
Hay otro tipo de gobernantes que usurpan el poder, el derecho a gobernar, sin el consentimiento del pueblo. Esos son los dictadores. Y para poder llevar a cabo su delictiva tarea utilizan la represión, el miedo, las amenazas, sobre el pueblo. Y también cobran por eso.
En uno y otro caso, el pueblo es el gran protagonista, la fuente de donde emana el poder que a todos encandila, que todos persiguen y que a tantos vuelve locos.
Extraer el poder del pueblo y utilizarlo para bien o para mal, es el gran sueño de muchos a través de la historia. Es como una droga que a muchos convierte en vampiros sedientos de poder y, por desgracia, muchas veces también de sangre.
Pero eso es así, repito, porque el poder lo posee el pueblo.
Por eso el pueblo siempre fue, es y será soberano. O, dicho de otra forma, el auténtico dueño de la situación.
Pero ocurre que el pueblo está dividido, desunido, separado y, en el peor de los casos, enfrentado.
En su interior reside el poder, la fuerza necesaria para conseguir sus objetivos, que son a la vez sus derechos fundamentales. Pero en el exterior los pueblos son fácilmente manipulables por los que buscan manejarlos y así utilizar su poder.
Son engañados para convencerles de que sus hermanos, que sus vecinos, que los que profesan otra religión o tienen otro color de piel, son sus enemigos.
Son engañados para que vean en estos supuestos enemigos a los que les quieren quitar sus derechos y sus libertades.
Son engañados hasta el punto de que son capaces de matar a sus hermanos o vecinos y seguir ciegamente a los que de verdad les están robando sus derechos y sus libertades.
Resulta casi inconcebible cómo es posible que ese sistema siga funcionando bien a través de siglos. La respuesta sólo se puede buscar en la incultura, en la ignorancia, algo que por cierto es lo que más alimentan los que buscan sólo el poder.
Esta fue y sigue siendo la triste realidad en la humanidad, un pueblo universal, con las mismas necesidades, anhelos, derechos y aspiraciones, enfrentado, dominado y poseído por unos pocos que, como vampiros, se alimentan de su energía y de su fuerza.
Pero algo está cambiando. Algo se está moviendo facilitado por la apertura de fronteras, por la facilidad de las comunicaciones, por la expansión de Internet.
Un movimiento nuevo está surgiendo en el planeta, una red que crece cada día y que aglutina a todos aquellos que quieren, que necesitan un nuevo orden mundial, que no se parece en nada al que la familia Bush quería imponer.
El ciudadano universal está descubriendo la fuerza del grupo, de la unidad. Está comprobando que juntos, uniendo fuerzas, se puede construir, como si de gotas de agua se tratara, una gran ola que puede borrar del mapa a los dictadores, a los buitres, a los que sólo aspiran a forrarse y llenarse de poder a costa del pueblo.
El peligro radica en que los mismos buitres, conscientes de ese creciente movimiento, retocan sus métodos, cambian sus estrategias, para poder manejar también a esos crecientes grupos y conducirlos adonde les interesa.
El naciente Pueblo Universal debería evitar a los líderes, ser la suma de las voces, no el eco que responde a una voz.
Hoy en día, y gracias a la facilidad de las comunicaciones, es muy fácil y muy rápido organizarse. La respuesta ante situaciones no permisibles, ante decisiones que involucren al pueblo sin contar con el pueblo, pueden ser automáticas y tener tanta fuerza que derriben cualquier intento de manipulación interesada.
Los ciudadanos del mundo tienen que ver que les unen los mismos intereses, los mismos sueños, las mismas necesidades. Tienen que buscar en lo que les une, no en lo que les separa. Tienen que comprender que precisamente ahora estamos todos ante un "enemigo" común, el cambio climático. Un "enemigo" que no diferencia ideologías, razas, religiones ni costumbres. Un "enemigo" que en realidad no lo es, porque sólo es la réplica a la actitud ignorante y egoísta del hombre ante la naturaleza.
Pero sí puede significar una poderosa razón para unir más los lazos entre todos, unir los esfuerzos, y decir basta ya a los que siguen ignorando el tema, aunque a su vez toman medidas particulares para su "supuesta" salvación.
El planeta, todo el planeta, es para los seres humanos, para todos. Asumir esa realidad y trabajar para la unidad de los pueblos, para recuperar los derechos, es la gran tarea de este siglo que comienza y que tantas amenazas ya ofrece en el horizonte, la mayoría por culpa de los manipuladores y de los usurpadores del poder del Pueblo Universal. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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