FEBRERO 2008
EL BOLSILLO RASCA
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Si se produjera
finalmente una recesión de gran calibre desde luego no sería culpa
exclusiva de la gestión particular de un señor, sino de un conjunto
de factores.
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A ver si
nos aclaramos. Por un lado, cerramos el año con un PIB excepcional, el
Estado tiene las arcas llenas y los políticos sonríen. Bueno, no todos,
Solbes no sonríe nunca, pero es que ese hombre vive con un balance
atravesado en la garganta. Por otro lado, a falta de pocas semanas para
las elecciones, se subraya desde distintos sectores que la economía vive
un momento delicado, con la inflación disparada, en su punto más alto
desde 1995 y el paro en línea ascendente. La llamada crisis del ladrillo
se nota ya a pie de calle y los precios sobre todo en alimentación y en
productos básicos se disparan. Lo que semanas atrás era una sombra va
tomando consistencia: ¿estamos entrando en crisis? Lo digo para que nos
preparemos, porque eso es lo que ahora nos tiene que preocupar. Insisto
y subrayo: lo que nos tiene que preocupar. Porque parece que todo este
mes de febrero pre-electoral va a ser un puro insistir en el tema. Y eso
porque algún director de campaña ha decidido que ahora, lo que más nos
trae de cabeza a los españoles, ya no es el terrorismo, no. El
terrorismo nos tiene el miedo gastado, porque hemos estado oyendo la
misma cantinela durante toda la legislatura, erre que erre con el
dichoso diálogo con los terroristas, ni que el presidente se sentara a
desayunar todos los días café y tostadas con la cúpula de la
organización. Pues eso, decíamos, a pesar de ser un problemón, ya tiene
poco que dar de sí en la batalla política: esas ubres se han secado. Se
corre el riesgo además de que el electorado se canse antes de tiempo si
se le presenta una campaña monotemática. Por eso ha habido que buscar
otro tema estrella, y lo que se ha puesto a tiro es la economía. Los
fichajes ya no son para el fútbol, sino para hacerse con el hombre que
sepa transmitir más seguridad a los españoles, temblorosos ya, esperando
la hecatombe con la mano echada al bolsillo. He ahí Pizarro, que aparece
en escena conquistando Génova, dispuesto a enfrentar sus criterios a los
de Solbes. Empezamos ya a escuchar el bombardeo de mensajes
apocalípticos sobre la catástrofe hacia la que estamos abocados
irremediablemente por culpa, claro, de Zapatero. Los socialistas
ofrecerán una visión general de los logros de la legislatura, que parece
que no ha ido mal del todo, puesto que el Estado la remata con las arcas
bastante saneadas. Y los conservadores meterán el dedo en las últimas
cifras a ver si hacen sangre. En realidad de lo que se trata es de sacar
tajada de lo sucedido en el último tramo estos cuatro años, deslucidos
por una desaceleración global, y no nacional, y el augurio de un frenazo
del crecimiento en el año que comienza. Es evidente, en un mundo en el
que el estornudo de las bolsas en un extremo del mundo constipa
inmediatamente a las demás, que si se produjera finalmente una recesión
de gran calibre desde luego no sería culpa exclusiva de la gestión
particular de un señor, sino de un conjunto de factores. Valga el
ejemplo de las famosas subprime: ¿quién, antes de este último verano,
sabía qué demonios era eso? Ahora se maneja el término con soltura
académica hasta en las plazas de abastos, conscientes de que el
despropósito norteamericano nos ha salpicado desde el otro lado del
océano. Pero no nos sintamos mal del todo. Si echamos un vistazo fuera
de las fronteras, veremos que la zona euro está en situación similar. La
inflación sube, y en 2007 se cerró con las cifras más altas desde
principios de los 90. Lo mismo se puede decir de China y de Estados
Unidos. En realidad, todo el mundo está sumergiéndose en un aumento de
la inflación provocado por la subida de precio de los alimentos básicos,
materias primas y, por supuesto, petróleo.
Eso es así, pero para todos. En realidad, en España antes de que se
metiera por medio la nombrada crisis hipotecaria, no nos iba nada mal.
Las perspectivas para el empleo, por ejemplo, eran excelentes, y se
esperaba llegar a una tasa de paro cercana al 5% al final de año. Pero
aparecieron las dichosas subprime. Un panorama similar era el que se
respiraba en Europa, en un momento en el que empezaba a haber incluso
dificultades para cubrir los puestos vacantes. En lo que coinciden los
expertos es en la idea de que no es un tropezón, sino el final de un
ciclo global de bonanza que habrá que saber encajar.
Y de todo esto, seguro, no tiene la culpa el Gobierno de España, ni
Zapatero en particular, ni tampoco el señor Solbes, por muy atragantado
de balances que nos parezca.
Esperemos que entre el griterío de la campaña, los insultos, las cifras
sacadas de contexto, y todo el jaleo habitual en estas situaciones, los
futuros votantes sepamos distinguir el grano de la paja, y no nos
dejemos amedrentar por fantasmas engordados interesadamente para la
ocasión.
Los anteriores comicios fueron un ejemplo de madurez democrática. A ver
qué vemos en estos. /CF |