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 FEBRERO 2008

María Antonia Iglesias

Periodista

 

Va por libre en la vida y presume de poner en voz alta todo lo que piensa. Rápida e intuitiva, se atrevió a mantener un cuerpo a cuerpo con la clase política del que parece haber salido victoriosa. María Antonia Iglesias compagina hoy su labor como analista política y entrevistadora de El País con colaboraciones en distintas tertulias.

Texto: Mariló Hidalgo. / Foto: Editorial Santillana

María Antonia Iglesias

Periodismo con pasión

-Fue directora de los servicios Informativos de TVE en tiempos de Felipe González. ¿Llega eso a etiquetar a un periodista?¿Se viven represalias a posteriori?
-En absoluto, si se ejerce con independencia como fue mi caso. Después de aquello volví a ejercer mi profesión. Me busqué la vida en lo que es y ha sido siempre mi oficio: el de periodista. Y no, no viví represalias. Siempre me he movido con facilidad en esta profesión. Lo peor que te puede pasar después de haber asumido un puesto de tanta responsabilidad es no saber alejarse del sillón, pero ese no fue mi caso. Al día siguiente volví a ejercer de lo que más me gusta, el periodismo de a pie. Hombre, siempre te encuentras con problemas, te hacen falta reciclajes para poner el pie en tierra..., pero no pasa nada. Es un buen ejercicio de humildad y además muy estimulante.

-Se le considera una periodista de raza. ¿Cree que es posible hoy hacer un buen periodismo?
-Posible sí es, pero no se hace. Se ejerce un periodismo bastante banal, epidérmico. Ha desaparecido el periodismo de investigación. Salvo excepciones, los periodistas de hoy no tienen vocación profesional. No tienen un bagaje cultural, ni formación política que les ayude a ejercer el periodismo con responsabilidad. Aunque esto que está ocurriendo aquí no se diferencia nada de lo que pasa en otros ámbitos de la sociedad. Existe un empobrecimiento claro de lo que es el oficio del periodista que refleja lo que está viviendo la sociedad en general.

-¿Se trata de una situación transitoria?
-No lo sé. Desde luego los síntomas no son esperanzadores porque creo que el conjunto de la sociedad está en crisis. En primer lugar existe una crisis en la universidad. Antes conseguir una plaza y poder pagarse la matrícula era algo así como un hecho heroico. Ahora en cambio es muy fácil y sin embargo la universidad se está desplomando. La gente vive otras cosas, tiene otras aspiraciones más pragmáticas. Le preocupa por ejemplo el dinero, la fama, y eso en la universidad no entra. No sabría decirte si detrás hay un horizonte más optimista. En este momento todo parece apuntar que no. Espero que todo esto vaya cambiando.

-Participa en varias tertulias. ¿Cree usted que al final el ciudadano saca algo en claro de todo ello?
-En primer lugar pienso que quienes participamos tenemos una gran responsabilidad en este ambiente que existe en la sociedad. Por otro lado también creo que en ocasiones, bajo una supuesta pluralidad y transparencia democrática, se invita a esas tertulias a personas que no son demócratas. Lo que acaba convirtiendo lo que se supone tendría que ser un debate plural en pura demagogia.
Sin duda es un periodismo de trinchera donde es difícil llegar a un acuerdo. Pero en el fondo son debates sanos por muy beligerantes o apasionados que puedan parecer. En mi caso puedo decir que cuando hablo sólo planteo mis ideas y nunca he estado al servicio de nadie. Me gusta el riesgo, conocer ideas, decir lo que pienso y defender a quien no se puede defender, aunque muchas veces eso me haga estar en minoría.

"Se ejerce un periodismo bastante banal, epidérmico. Ha desaparecido el periodismo de investigación, los periodistas de hoy no tienen vocación profesional"

-¿Por qué cree que tiene tanto éxito en nuestro país el cotilleo?
-Porque estamos en una sociedad de pensamiento light, débil, deteriorada en valores y ese tipo de cosas son fáciles de digerir. No obligan a pensar y estimulan las bajas pasiones. Es algo que está en la sociedad, tiene claves muy preocupantes y no sucede porque sí. Pienso que es un síntoma de un proceso de degradación y estamos en el punto más crítico y más preocupante.

-El director de "Le Monde Diplomatique", Ignacio Ramonet propone ante esta crisis de medios de comunicación, la creación de un quinto poder, que sería el ciudadano creando redes y participando en ellas. ¿Apoya esta tesis?
-Con todos los respetos creo que Ramonet lo dice -por supuesto- en un sentido políticamente correcto, con el que puedo estar de acuerdo o no. Lo que a mí me preocupa es que se malinterprete ese concepto de participación de los ciudadanos. Una de las perversiones de la democracia es el populismo. No creo en esa representación directa, ni que los ciudadanos -por el hecho de serlo- vayan a sanear la democracia con una participación que no esté organizada de forma responsable. Creo firmemente en la clase política y la que tenemos, pienso que es el pilar del actual sistema democrático. A pesar de la mucha demagogia y basura injusta que se ha volcado sobre ella. En general creo que es gente honesta que trabaja.

-Dígame, ¿por qué ama tanto la política?
-Tengo una edad y una experiencia profesional que me ha permitido conocer a fondo a muchos políticos. Incluso he tenido la oportunidad de trascender, ir más allá del cliché del político que dice cosas para defenderse y llegar a descubrir al ser humano que hay detrás. Con sus convicciones, su ideología y sus ideales. He tenido ese privilegio del que hago un balance muy bueno y positivo. En la clase política como en todos los sitios, hay de todo, pero la mayoría es gente decente y creo que es el sector de la sociedad más desconocido y maltratado.

-En un "cuerpo a cuerpo" ambas partes luchan por ganar. Mientras el político defiende su máscara, usted busca a la persona. ¿Cuál ha sido el resultado?
-Este último libro ha sido un trabajo realizado a lo largo de muchos años y que me ha supuesto una gran satisfacción personal y humana. Profesional en el sentido en que he tenido el privilegio de acceder a todos los dirigentes políticos de la democracia y me han correspondido con una confianza muy grande. Y humana porque la gran mayoría de ellos, o por lo menos los más importantes, han tenido la paciencia de escucharme y me han permitido conocer sus preocupaciones, su forma de pensar, e ir más allá del discurso político.

-¿Y cómo consiguió todo eso?
-Trabajé con una ventaja, no me gustaría ponerme más medallas que las que me corresponden. No creo que haya ningún político que se resista a la llamada del periódico El País. Es el gancho y para todos es seductor e interesante verse a doble página. En segundo lugar porque me conocían, confiaban en mí, y sabían que no iba a jugarles una mala pasada. También saben que el 90% de una buena entrevista depende de ellos. De su sinceridad, credibilidad, ausencia de máscaras y sobre todo, que consigan hablar como personas no como políticos a la búsqueda de votos.

 

"En la clase política hay de todo. Pero la mayoría es gente decente y creo que es el sector de la sociedad más desconocido y maltratado"

-¿Qué le supuso como profesional?
-Fueron conversaciones muy largas. En ellas lo primero que intento es que el que está al otro lado se olvide de que hay un micrófono por medio, incluso que existe un periodista. Sólo existe una persona dispuesta a escuchar y comprender. Creo que ésta es la actitud más correcta.
En el fondo el político necesita alguien que le escuche, alguien con quien compartir dentro de una conversación inteligente. A lo largo de esas cien entrevistas se pueden ver personas que piensan, dudan y son más humanas de lo que pueda parecer a simple vista.

-De esos cien políticos entrevistados, ¿quién le impresionó más?
-Hay dos que me parecen muy antagónicos y al mismo tiempo muy interesantes como seres humanos. Son Fraga y Arzalluz. Personalmente me impresionó más Arzalluz por su cercanía y amistad. Es un personaje muy demonizado, poco conocido y muy maltratado por el conjunto de la sociedad, no digamos ya "en Madrid". He tenido la ocasión de conocerle a fondo y es una persona seria, que ama sus ideas, defiende con pasión aquello en lo que cree. No se maquilla y no se blinda frente a un periodista. Dice lo que tiene que decir y no le importa si con ello pierde o no la imagen. Está en política por ideas y eso es algo difícil de encontrar. Destacaría otra cosa en él que me parece muy importante y es que cree en la democracia de los partidos, en las ideas y lo ha defendido de una forma valerosa durante la transición dentro del PNV. De Fraga es un patriota autoritario, un hombre de Estado capaz de frenar su autoritario carácter y sus ideas por conseguir una política de consenso. De él destaco su sinceridad.

-¿Recuerda haberse callado una pregunta alguna vez?
-Nunca.

-¿Qué tienen de especial sus entrevistas que no tengan las demás?
-Son distintas porque honradamente no creo que haga entrevistas. Entro en debate con el personaje, rebato sus argumentos, le pregunto... Nunca voy a una entrevista con un cuestionario, puedo llevar un esquema más o menos. Estoy atenta a todo lo que expresan para mantener una interlocución. Si estoy de acuerdo, sigo para adelante, si no me peleo y surge un debate que me parece sugerente. Esta fórmula no es frecuente. Por lo general el periodista suele hacer pregunta y respuesta y cuando tiene bastante para llenar el espacio asignado, da el tema por zanjado. Yo no. Primero, porque me apasiona la política, me interesan los personajes y sus ideas. Y segundo porque nunca voy a una entrevista para cubrir un expediente sino para pasarlo bien y para aprender porque todos tenemos nuestros prejuicios, retratos más o menos hechos de un personaje. Y en una entrevista larga todo esto te pone a prueba.

-¿A qué llama una buena entrevista?
-A la que uno tiene ganas de leer. El género periodístico de la entrevista está muy desprestigiado. Me atrevería a decir que incluso está en desuso. No es frecuente encontrar páginas de entrevistas en los periódicos. Pero porque los propios directores saben que no se leen a no ser que haya un reclamo, un titular muy escandaloso. Yo pretendo que mis entrevistas se lean hasta el final.

-Una curiosidad. ¿Por qué María Antonia Iglesias levanta tantas pasiones y no deja a nadie indiferente?
-Soy una persona muy vehemente, mantengo una idea muy clara de lo que pienso porque he vivido mucho también. Represento una forma de pensar, unas ideas que no todo el mundo comparte, evidentemente. Hay mucha gente que me admira y también muchos que si pueden me matarían -ríe-. Vamos, que no me tienen precisamente cariño. Y lo comprendo porque digo cosas muy duras. Lo que no me gusta ni puedo respetar son las agresiones y los insultos.

-¿Qué le enfada?
-El cinismo es algo que no puedo soportar, pero ya no en la política sino en todos los órdenes de la vida. Es más, no es sólo que no me guste, es que me desarma. Soy una persona bastante dura, tengo una cierta capacidad dialéctica y es difícil encontrar un agujero para vencerme, aunque sea una soberbia decirlo. Pero el cinismo me desmorona, no lo soporto, es algo que va contra la dignidad humana.

-¿Qué es lo que más le sorprende que piensen de usted?
-Pues por ejemplo, que soy una persona dura, todo lo contrario a la realidad. Tengo fama de ello quizás porque soy vehemente. Defiendo ideas desde posiciones difíciles y con mucha pasión. Pero quien me conoce sabe que en el fondo soy vulnerable y tierna, aunque está mal que yo lo diga.

"El éxito del cotilleo es un síntoma de degradación social. Y estamos
en el punto más crítico y preocupante"

-¿Qué situaciones le imponen más respeto?
-La injusticia y la crueldad. Especialmente con los niños y los animales, que son seres indefensos.

-¿Alguna vez han sacado los colores a María Antonia Iglesias?
-No, porque no tengo nada de qué avergonzarme. Hombre, alguna vez me han proferido alguna agresión verbal personas de extrema derecha y eso me da un poco de miedo. Hace muy poco se me acerco una señora con ese tipo de ideología, de esas que se consideran capaces de juzgar todo lo que se mueve, y me gritó: "¿Cómo se atreve usted a salir a la calle con las cosas que dice en televisión?" Aquello sinceramente, me sobrecogió porque pensé, "esta señora es capaz de meterme en la cárcel si pudiera para que no anduviese por la calle". Ese tipo de cosas me estremecen. §

 

Una deuda pendiente

¿Quién "canonizaría" algún día a estos y otros santos, a estos y otros mártires que no entrarán nunca en el "santoral" ni en la memoria de la Iglesia? ¿Quién hablaría de ellos? Mª Antonia Iglesias se hizo estas preguntas y como respuesta escribió "Maestros de la República". "Era una deuda que teníamos todos los demócratas y gente bien nacida. Nadie habló nunca de ese colectivo tan singular de hombres y mujeres, maestros y maestras, que fueron la columna vertebral del cambio revolucionario que intentó hacer la República en tan poco tiempo. Me refiero a la erradicación del analfabetismo. Ellos defendieron los valores de dignidad, justicia y educación de los más humildes y murieron por ello. Los "cazaron" porque no huyeron, no tenían conciencia de estar haciendo mal a nadie. Muchos de ellos incluso eran católicos en su vida privada ¿Cómo puede haber alguien en una guerra capaz de fusilar a maestros? Me gustaría que este libro no sólo se vendiera, sino que en las casas pasara de padres a hijos como una herencia. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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