ENERO 2008
LO QUE NOS DUELE AFRICA
No se puede hablar de
comercio con una base de desequilibrio y pobreza como la que vive
cotidianamente el continente africano. |
Si se
trataba de unir los dos continentes, podemos decir que la cumbre de
Lisboa fue un intento. Ahí se quedó. Al finalizar, ha quedado un regusto
mediocre. Europa acudió como interlocutor rico, gigante comercial de
envergadura que trataba de limar diferencias y quitarse en lo posible el
sambenito de potencia colonizadora. Africa es el pariente pobre que
despierta intereses porque, para qué engañarnos, es un grandísimo
mercado. Ambos continentes están unidos por un pasado marcado por la
explotación, el expolio indiscriminado, y luego, el abandono. Ahora,
después de siete años sin encuentros, se reúnen para buscar puntos de
referencia comunes. Se firma después de las negociaciones el compromiso
de establecer una "relación de iguales". Nos preguntamos si es posible
una relación de iguales mientras las bases sean de desigualdad. No. Lo
que se juega aquí es otro tipo de colonización moderna, menos violenta
en las formas pero efectiva igualmente, con las normas del libre
comercio. Decíamos que Africa es un mercado, y como tal hay que
tratarlo. Ese es el fondo de la cuestión: no hay que dormirse en los
laureles, puesto que al final, lo que cuenta es el reparto del pastel.
Europa no quiere quedarse atrás, especialmente cuando se trata de su
principal socio y cuando la presencia de China se hace cada vez más
patente y más preocupante. A Europa le preocupa cuánto mercado puedan
absorber, de ahí la prisa. Y es cierto que los chinos no pierden el
tiempo. Se han apresurado a establecer sus relaciones –lo tienen
sencillo, no contemplan la engorrosa obligación de mantener el discurso
de derechos humanos de cara a la galería- y han multiplicado el comercio
en los últimos años. Negocio sin hipocresías. La UE, sin embargo, quiere
mantener las formas, tener contentas a todas las novias. Y al final no
satisface a ninguna. Detrás de su parafernalia de valores democráticos,
solidaridad y derechos humanos, no tiene problemas en recibir
gobernantes de más que dudoso currículum, no se posiciona con firmeza
frente a conflictos como Darfur y Zimbabue, y no acaba de proponer
soluciones convincentes para la inmigración, que amenaza con desbordarse
en los próximos años.
En cualquier caso, hay que decir que el mercado africano no se ha
mostrado especialmente dócil, lo que es de agradecer. Algunos países,
encabezados por Senegal y Sudáfrica, se han quejado de la presión que
ejerce para que se firmen acuerdos más liberalizadores y aceptar el
comercio de productos exentos de aranceles. La reducción de las tasas de
aduana afectarían gravemente a muchos países. Las condiciones del
mercado no favorecen a los más pobres y no se adaptan a su realidad,
sino a la nuestra.
Para que Africa pueda incorporarse en mejores condiciones a los
circuitos comerciales hay que ayudar, respaldar, desarrollar. Para
lograrlo se impone hacerlo de manera que se supere la relación de
hermano rico que dona/hermano pobre que recibe las migajas de nuestro
PIB. Se promete invertir. Se promete cooperar. Se promete atender el
tema político y los derechos humanos. Las propuestas de Zapatero han
sido ambiciosas en comunicación y proyectos educativos. El problema es
que los problemas se abordan por partes, cuando lo que aportaría
soluciones sería entrar en el tema de forma integral. No se puede hablar
de comercio con una base de desequilibrio y pobreza como la que vive
cotidianamente el continente africano. No se solucionará el
desequilibrio mientras no se aborde el tema político y en el continente
africano siga escaseando la democracia y abundando la corrupción de las
instituciones. Veremos entonces en qué quedan las promesas. Si la
intención va seguida de hechos, o si la vieja Europa, en su tónica
habitual, seguirá tibia ante cuestiones internacionales que exijan un
posicionamiento claro y sobre todo medidas efectivas. Y de eso, Europa
sabe poco.
Por lo pronto, se han citado para 2010. Veremos en qué hemos cambiado.
/ C.F. |