ENERO
2008 |
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Angel Gabilondo
Rector de la Universidad Autónoma de Madrid
Para este Catedrático de Metafísica, los pensamientos son
mares en los que bucear y también el barro con el que moldear
nuestra vida cotidiana. Pero las palabras son el modo que
tenemos de acercarnos a los demás, de aprender, de conocernos.
Entre todas ellas es necesario dar voz a todas las palabras
acalladas que ocultamos cada uno. Descubrámoslas. Texto: Marta Iglesias
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Foto:
UAM |
Rescatar la palabra |
"La curiosidad es un factor determinante del pensamiento y
de la vida" |
E n homenaje a las conversaciones que
han de recuperarse y a la voz silenciada, Ángel Gabilondo acaba de
publicar Alguien con quien hablar (Editorial Aguilar). Utilizándolo como
hilo conductor, la palabra perdida comienza a tomar forma.
-"Alguien con quien hablar", ¿es la contraposición a este mundo que
nos hemos creado, donde se valora el ser autosuficiente?
-Sí, y además vivimos con la sensación de que uno tiene que salir
adelante por sí solo. Es verdad que hay un esfuerzo personal, singular e
irrepetible que nadie puede hacer por uno, pero sí creo que es
indispensable la palabra del otro, la proximidad del otro, el calor del
otro.
-Usted es
de los que creen que las relaciones personales actuales están muy
estandarizadas. ¿Es porque no nos atrevemos a abrir otras puertas?
-Sí, yo creo que tenemos miedo a los encuentros y además todo está
sostenido en la idea de ser inmunes, de ser personas aisladas. Tenemos
un poco de temor a enfrentarnos, no digo con el otro, sino con nosotros
mismos. Y en general lo que hacemos es comportarnos muy
estereotipadamente para no vérnoslas con lo que de verdad somos. Así que
en general las conversaciones están muy acartonadas, decimos tópicos,
pero corremos pocos riesgos y yo creo que si no hay este contacto, este
contagio con los otros pues no crecemos. Se trata de toparse con alguien
de verdad que es diferente a ti mismo que te desafía y te hace ser otro.
Lo cual sería un estímulo para ti.
-No
queremos ponernos en evidencia...
-Sí, no queremos mostrarnos como somos ni correr el riesgo de ser
otros. Pero yo creo que la curiosidad es un factor determinante del
pensamiento y de la vida. La curiosidad no sólo de saber cómo es esto o
lo otro, sino la curiosidad de ver si nosotros podemos ser otros
diferentes a quienes somos, pensar de otro modo a como pensamos. Es
decir, de apertura, de generosidad, andamos todos regular.
"La palabra de mujer es irreductible, diferente.
Es esa
que nos desafía a no ser convencionales" |
-¿Diría
usted que la conversación con uno mismo es un paso posterior o anterior
a saber conversar con los demás?
-Esta idea de sacar de dentro de uno lo mejor es una idea un poco
confusa. Creo que lo mejor es lo que nos viene de los otros y tenemos
que incorporarlo, interiorizarlo, hacerlo nuestro. El cuidado de uno
mismo y el cuidado de los demás van conjuntamente.
-¿Por qué,
en cambio, interesa cultivar las cosas iguales, los estándares y no lo
diferente, las diversidades que nos caracterizan?
-Nos identificamos con una definición, con una denominación, porque
ello nos da seguridad, ya tenemos un código de barras. Lo que cuesta es
aceptar la diferencia en uno mismo, aceptar que uno es extraño y
extranjero también para sí mismo. Quien no acepta esa extranjeridad en
sí mismo luego no puede aceptar la extrañeza del otro. El primer rastro
de xenofobia consiste en no aceptar lo extranjeros que somos para
nosotros mismos. Y tenemos una cierta tendencia a no correr el riesgo de
vernos diferentes.
Palabra
de mujer
-Afirma que
en cada uno "Hay una palabra de mujer diferenciada, singular, a veces
acallada"... ¿Cómo distinguir esas palabras en cada uno y por qué es
importante darle voz?
-Algunos han dicho que la historia de la filosofía es la historia del
silenciamiento de la palabra de mujer. Yo añadiría que esa palabra de
mujer es una palabra también irreductible, diferente, una palabra que en
cierto modo nos desafía a no ser convencionales. En su contra ni
siquiera está el machismo, sino un discurso entronizado y poderoso que
ha silenciado el discurso de la diferencia. Y además ha silenciado el
discurso de los afectos, de la sensibilidad, de la sensualidad, y el
discurso también de la fortaleza. Porque no comparto ese tópico que
afirma que el discurso de mujer es frágil, mientras que el discurso
viril es muy fuerte. No, yo creo que esta palabra de mujer silenciada es
también el silenciamiento de una fortaleza enorme. Y creo que social,
política y culturalmente, está silenciada esa palabra de mujer. Pero en
todos y cada uno de nosotros, en las mujeres y en los hombres.
-¿Cómo la
reconoce usted?
-En el corazón del silenciamiento y del arrinconamiento de los
discursos está latiendo esa palabra de mujer, necesitando salir para
todos nosotros. Hay que dejar hablar, crear condiciones de posibilidad
para la palabra de todos y cada uno. No hay tantos espacios para la
conversación, en general nosotros lo que hacemos es impedir que la
palabra se diga. Lo ponemos todo perdido de voces. Hablamos mucho, pero
decimos poco. Crear espacios para que sea posible que la palabra brille
y se diga, es una tarea cultural, educativa y política de primera
magnitud.
-Relaciono
lo que me dice con una de sus declaraciones: "Hay un sistema de
eliminación de la palabra previo a su silenciamiento; no es que se
prohíban algunas palabras, es que no se dejan brotar".
-Así es. Por un lado existe un sistema muy rudimentario que es el que
excluye los discursos, los silencia y los prohíbe. De esto hay mucho en
el mundo. Ha habido represión, silenciamiento y persecución de los
discursos. Pero hay otras formas más sofisticadas, que consisten no
tanto en silenciar un discurso sino en no dejarle que cuaje como
discurso. No es tanto silenciar una palabra, sino impedir que sea
palabra, impedir que algo acceda a la palabra.
"El primer rastro de xenofobia consiste en no aceptar
lo extranjeros que somos para nosotros mismos" |
-¿Cómo
hemos llegado a esta autocensura? ¿Por condicionamiento social,
personal?
-Un poco por todo. Comparto con Aristóteles la idea de que la
palabra está siempre vinculada a una idea de justicia. Por eso, en la
medida que en el mundo hay injusticia, miseria, ignorancia, pobreza,
dolor, hambre, en esa misma medida hay una palabra acallada. Esa
palabra, en última instancia, es la palabra justicia. Es decir, la
justicia está silenciada. Y a esa justicia le podemos dar muchos nombres
-libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad-, pero si hemos de decir
algo es que la palabra sólo es palabra si es una palabra justa.
-Usted
valora mucho la mediación a través de la palabra. ¿Cree que hemos
olvidado que el diálogo es un intercambio a partir del cual sale una
verdad nueva?
-Sí, y esto es así porque hay que ser muy valiente para propiciar
acuerdos. Hegel llama terroristas de la voluntad a aquellos que vinculan
la decisión a la ejecución sin mediación alguna. Para mí la mediación
por excelencia es la palabra, que combate ese terrorismo y genera
espacios de diálogo donde es posible el acuerdo.
-La
conversación es también una forma de aprender, pero ¿cómo hemos llegado
a considerar aprendizaje sólo el adquirir conocimientos?
-El aprender no es sólo un instrumento cuya finalidad es saber. El
aprender tiene sentido en sí mismo y no hemos revalorizado eso. Lo hemos
convertido simplemente en un lugar de paso y no somos capaces de vivir
en un permanente aprender, que es un permanente madurar, germinar,
fecundar, crecer. Hemos olvidado la idea de que uno no deja nunca de
aprender, algo que es constitutivo del ser vivo y no sólo pertenece a un
momento de su vida.
Palabras
mayores
-¿Por qué
diría que la Metafísica sigue de plena actualidad, pese a que su mención
nos remonta a los filósofos griegos de la antigüedad?
-Parece que le insultan a uno cuando le dicen ‘metafísico’ (risas).
Siempre parece que se emplea la palabra para mostrar que uno está
alejado de la realidad. Pero la metafísica también nos invita a pensar
no sólo lo que decimos, sino a pensar qué es lo que hace que digamos lo
que decimos, y además a pensar cómo podemos hacerlo de otra manera. En
cierto modo es un pensamiento que vincula el lenguaje con la realidad y
que sabe que los conceptos se van creando y configurando, dando lugar a
un lenguaje concreto que crea una realidad determinada. Por eso yo creo
que la metafísica sirve para no ser dogmático, para ponerse en la tarea
del pensar y para problematizar la realidad ya dada o dicha.
-¿Cuáles
son sus "legítimas rarezas", que se empeña en cultivar?
-No lo sé, supongo que la singularidad de cada uno, que es la
relación que uno tiene con su propia palabra, la relación que uno tiene
con su propia muerte, la relación que uno en definitiva tiene también
con los otros. Nadie vivirá nuestra vida, nadie morirá nuestra muerte,
nadie dirá nuestra palabra. Esa rareza, que no es ser rarito, sino la
singularidad irrepetible e insustituible, es la que a mí me importa.
-¿Qué le
aportan sus estudiantes y qué desafío le suponen?
-Los estudiantes en cierto modo te hacen hablar y pensar de una
manera, y también vincular la idea del pensamiento con la comunicación.
Por último me vinculan con el presente, cuando uno ya tiene una edad y
una forma de entender las cosas que se ven provocadas por su búsqueda de
verdad y de saber.
"En la medida que en el mundo hay injusticia hay una palabra
acallada" |
-Usted se
renueva en la juventud que le rodea. ¿Cómo mantener el espíritu joven,
ese que impulsa nuevas posibilidades?
-Yo tengo menos espíritu joven del que me gustaría, pero lo cultivo
con permanente voluntad de aprender y esta percepción de que no has
llegado, de que ser es siempre ir, devenir, perseguir y buscar, desear.
Esta voluntad permanente de luchar, de no dar ya algo por concluido.
Esta apertura desde luego se ve desafiada por las palabras de los otros,
que te requieren una y otra vez, que te cuestionan una y otra vez y te
problematizan una y otra vez. Yo creo que trabajar con gente joven es un
privilegio extraordinario y un gran regalo.
-"No se
puede educar sólo para el mundo existente, hay que educar para la
creación de nuevos mundos". ¿Cómo imagina el mundo futuro?
-Si imaginar tiene que ver con el horizonte hacia el que vamos a mí
me gustaría imaginar un mundo en el que la justicia y la libertad no
fueran privilegio sólo de unos pocos. Que hubiera más ocio. Y si a ese
mundo futuro hay que ponerle una palabra revolucionaria, diría
fraternidad. Un mundo fraternal, libre y justo.
-"No
seremos libres hasta serlo todos. La libertad está unida a la justicia,
y yo soy partidario de que ambos conceptos se conjuguen juntos". ¿Es
esta la verdadera globalización, en la que nadie consigue un paso
adelante si no lo logra toda la humanidad?
-La verdadera globalización ha de ser la de la verdad y la justicia.
O si se quiere políticamente, la de la democracia extrema, en toda su
plenitud. Mientras un hombre sufra, no seremos del todo dichosos y
felices. Mientras haya un hombre esclavo no seremos todos libres, nadie
lo será del todo. Y, por tanto, esta es una tarea común. Deberíamos
emplear la palabra humanidad con su doble dimensión: por un lado el
sentir al otro y también la idea de comunidad que incluye la palabra.
-¿Cuáles
diría que son los valores que guían su vida?
-No sé, pero supongo que puedo decir cuáles son los que me gustaría
que fueran. Yo creo en la laboriosidad, que no consiste en el trabajo
sino en la palabra labor, que es una idea un poco campestre, agrícola o
rural, que tiene que ver con la idea de cultura, que también es cultivo.
Tenemos que labrar, como uno labra un futuro, cultivar, como uno cultiva
la tierra. Y luego supongo que hago las cosas como todos las hacemos:
para que nos quieran mucho. Nos cuesta decir esto, pero en el fondo es
la verdad. Uno de los valores es la búsqueda del otro, la búsqueda del
afecto del otro, de la complicidad del otro, de la compañía del otro. La
búsqueda del otro también para encontrar fuerzas y razones para luchar.
-¿Cómo se
siente en su labor como rector y presidente de la Conferencia de
Rectores?
-Primero me siento muy satisfecho, porque ser elegido por los demás
es muy agradable. En ello me siento desafiado y exigido por la confianza
y el afecto de los otros. Y luego me siento también un privilegiado por
ello y me produce una enorme alegría. Y no me importa decir, porque no
voy a hacer un discurso quejumbroso, que me parece un privilegio ser
rector de la Universidad Autónoma de Madrid. Es una experiencia personal
extraordinaria, que implica una responsabilidad y un desafío enormes que
espero que me permitan crecer con los demás. § |