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SEPTIEMBRE 2007

Ventana Nacional
CARRETERAS Y TUMBAS

Carreteras y tumbas

Ni los puntos ni las sanciones ni todas las normas del mundo van a cambiar de un día para otro la mentalidad de los conductores españoles. Todavía tenemos mucho energúmeno al volante que piensa que las reglas no son para todos.

Las cifras no se reducen. Ni carné por puntos, ni normas, ni campañas de publicidad institucional, ni nada. Los números que se barajaron en la primera quincena de agosto apuntan a un aumento de casi un treinta por ciento de víctimas mortales, con respecto a las mismas fechas del año pasado. Nada menos que 121 muertos en doce días. De miedo.
Hay algo que parece que está claro: el carné por puntos, si bien ayuda a meter en cintura a algún que otro cafre al volante, no es ninguna solución milagrosa. Tuvo cierto efecto disuasorio durante los primeros meses, pero poco duró. En seguida se ha visto que la amenaza de sanción se queda en eso precisamente: amenaza que en muchas ocasiones no tiene mayores consecuencias. O las consecuencias son lentas. Nos enteramos de que más de mil cien conductores sin puntos siguen circulando por nuestras carreteras. Más de mis seiscientos han perdido el carné, pero mientras los papeles van y vienen, siguen en la carretera. Es una pena que al final las buenas intenciones de la DGT se extravíen entre trámites burocráticos. Si se tarda tanto tiempo -meses- en hacer efectiva una sanción, su efecto disuasorio se enfría completamente.
Pero ¿qué esperábamos? Ni los puntos ni las sanciones ni todas las normas del mundo van a cambiar de un día para otro la mentalidad de los conductores españoles. Todavía tenemos mucho energúmeno al volante que piensa que las reglas no son para todos. La limitación de velocidad es para aquellos que "no controlan". El cinturón es una incomodidad innecesaria, sólo para mujeres y niños. El stop que hay al lado de casa es para los que no conocen la carretera. Un par de copas no afectan si sabes conducir bien. Yo, siempre primero, y los demás que espabilen. Yo no tengo problema para hablar por el móvil, encender un cigarro, manejar el navegador… y conducir con la otra mano. Etc, etc. Todavía está muy arraigada la imagen del conductor español como "el rey de la carretera", el que se sienta al volante y en ese estrecho espacio mantiene su reducto personal de poder.
Pero no podemos hablar sólo de la carretera. Las normas básicas de convivencia son las mismas en todos los terrenos. Generalizando siempre, hay que decir que el español no suele considerar especialmente relevantes los espacios de los demás. Las normas de convivencia, el respeto a los horarios, esa cosa llamada civismo, son conceptos que a la mayoría le parecen arcaicos, y que apenas asoman tímidamente en nuestra sociedad. Hagamos una prueba: sin salirnos de la UE, entre dos familias que pasan las vacaciones en el mismo bloque de apartamentos ¿cómo distinguir cuál es la extranjera? Fácil. Normalmente es la que no molesta. Y es que es un fenómeno digno de estudio: ¿por qué los españoles tienen por fuerza que comunicarse a voces, independientemente de la hora que sea? ¿Por qué un troglodita subido a una moto se considera con el derecho a circular acelerando por una calle vacía a las cinco de la mañana? ¿Por qué el que está de juerga tiene prioridad frente al currante que madruga, a quien sólo le queda el derecho al pataleo? ¿Por qué, salvo rarísimas excepciones, jamás se piensa en el incordio o el perjuicio del de enfrente? La razón por la que un vehículo no respeta un paso de cebra es la misma que justifica que un peatón cruza la calzada por donde menos te lo esperas: a ambas partes les da lo mismo causarle un problema a otro. Esa indolencia absoluta ante cualquier norma de convivencia, que normalmente resulta una pesadez, trasladada al habitáculo de un vehículo se transforma en un peligro y se traduce en muertos.
La DGT es culpable de que se le escapen de la mano los procedimientos, la burocracia, los métodos, el personal. Pero la DGT no es una institución divina. No es responsable de meterse en cada habitáculo y abrocharle los cinturones a los ocupantes del vehículo, uno a uno, no puede impedir las discusiones en el coche, no puede domar a los niños insoportables, no puede obligar a un marido prepotente a beberse una cerveza sin alcohol, asegurándole que no mermará su hombría; no puede forzar a un conductor a descansar un rato, si él tiene claro que no lo necesita y que eso del descanso es para los débiles; no puede evitar que los conductores estén convencidos de que controlan el coche a 180 km/h. Todo eso, por mucho que nos empeñemos, no se corrige con cuatro anuncios en la tele y un Guardia Civil en cada curva. Todo eso se va arañando poquito a poco con educación.
Y eso, en este país, escasea bastante. / C.F.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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