El físico femenino y los
estereotipos de género pesan más en la carrera de las políticas que su
propia gestión. Para entendernos, antes se ve a la mujer que a la política. |
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MARZO 2007
La polItica de las mujeres
POR ISABEL MENENDEZ
El
siglo XX se ha dado en llamar "el siglo de las mujeres". Puede serlo si
observamos el acceso de éstas a puestos de máxima decisión. Entre el
final del siglo y el inicio del XXI, siete mujeres eran presidentas de
sus países respectivos: Irlanda, Letonia, Finlandia, Filipinas, Sri
Lanka, Chile y Liberia. Además, había cuatro primeras ministras, en
Alemania, Nueva Zelanda, Bangladesh y Mozambique. En 2007 es posible que
esta nómina se vea incrementada. En efecto, una mujer podría convertirse
en la primera presidenta de Francia, por vez primera, en toda su
historia. Se trata de Ségolène Royal, una mujer con importante y
dilatada experiencia en política, que ha ocupado varios cargos en los
últimos años y quien ha sido calificada como la domadora de elefantes,
en referencia a los popes de su partido.
El libro de la pensadora Amelia Valcárcel cuyo título reproduzco en el
de este artículo, revelaba ya hace varios años cómo era el poder de las
mujeres. En esencia, se trata de un poder más débil que el masculino, en
el que se concentran varias características que suelen ser comunes a
todas las que llegan a la alta representación política. Entre ellas,
destaca la ausencia del prestigio y, sobre todo, del reconocimiento que
sí tienen sus colegas masculinos. Por otro lado, el físico femenino y
los estereotipos de género pesan más en la carrera de las políticas que
su propia gestión. Para entendernos, antes se ve a la mujer que a la
política. Y esto no sólo ha cambiado poco sino que a lo largo de la
campaña que Ségolène Royal está liderando para llegar a la presidencia
francesa, hemos podido ver cómo se manifiesta de forma rotunda.
Esto explica, por ejemplo, los ataques que Royal ha recibido no sólo de
sus oponentes políticos sino también de miembros de su propio partido.
Su llegada a las primarias fue recibida con hostilidad, lo que ha
provocado una campaña de deslegitimación sistemática que ha puesto de
manifiesto los prejuicios sexistas. Sólo así se explica la pregunta de
Laurent Fabius, ex ministro socialista quien demandó "¿quién va a cuidar
de los hijos de Ségolène?". También explica que su propio portavoz,
Arnaud Montebourg, bromeara sobre su compañero, François Hollande, lo
que le supuso estar suspendido un mes en sus funciones.
La valoración de la candidata se ha sexualizado, esto es, la evalúan
antes como mujer que como política, y ello se convierte en una
demostración del machismo y la misoginia imperantes, que intentan
bombardear cualquier posibilidad de cambios. En ello también influye que
Royal sea una mujer que rompe con la imagen negativa que de las
feministas, conscientemente, se sigue transmitiendo desde los medios de
comunicación. Es una mujer elegante y guapa, madre de cuatro hijos, que
no se ha casado con su compañero, elementos todos ellos que rompen con
el mandato de género.
La posibilidad de que Royal llegue al Elíseo abre un nuevo panorama
político en un país que, a pesar de contar con leyes de paridad,
únicamente goza de un 13'9% de presencia parlamentaria femenina. Y es
que Francia, el estado que consagró la igualdad en una revolución, no
contempló a las mujeres en ella. De hecho, la presencia de una mujer en
la carrera presidencial es toda una novedad en ese país que negó el
sufragio femenino hasta 1944 y donde la participación femenina en
política es casi simbólica. Para muchas voces, la presencia de Ségolène
Royal en esta carrera puede lograr mucho más que algunas medidas de
acción positiva, al sugerir la normalidad del ejercicio de la política
para las mujeres, convirtiéndose también en un modelo positivo imitable
por las jóvenes que viven en una sociedad mucho más igualitaria que
otras de su entorno cultural pero que, sin embargo, no han logrado
romper el techo de cristal en el ámbito político. ∆ |