Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

El balcón

 

El balcón era un signo aéreo de riqueza; tenía algo de globo aerostático, de artilugio volador por el que se ascendía en la escala social. Al balcón no se salía a mirar; se salía para ser mirado.

MARZO 2007

Las Habitaciones Perdidas
 - EL BALCON-
POR JOSE MANUEL VILABELLA // ILUSTRACIONES: NESTOR

El autor, cuando era un niño pequeño, soñaba con asomarse algún día a un balcón de hierro forjado para dirigirle la palabra a la multitud y hacerle locas promesas de político con esa galanura que tenían antes los gobernadores civiles, con aquella guapeza que llevaban en el sombrero de copa los jefes provinciales del Movimiento. Uno creía que asomarse al balcón era como asomarse a la fama y a la inmortalidad, a la belleza y al talento, a la historia y a la vida pública. Uno, como era un niño medio tonto, se imaginaba que las hermosísimas mujeres que se asomaban a los balcones de La Coruña eran princesas gallegas que estaban allí para brindarle sus favores y hacerle inmensamente feliz. Y es que el autor, como después demostró cumplidamente a lo largo de la vida, además de niño era ingenuo y algo corto de entendederas.
En los últimos sesenta años el abajo firmante ha visto la vida a través de ventanales, ventanas y ventanucos, pero nunca, jamás, se ha asomado al balcón de hierro forjado de su infancia para decirle adiós a los barcos, o para sentir, cercano, palpitante, el zureo bobalicón de las palomas y el terror de las gaviotas aventadas por la tempestad; uno ha vivido y amado mucho, sí, pero al escribir estas líneas sobre el balcón el autor comprende, horrorizado, que no ha vivido ni amado lo suficiente.
El balcón era el mascarón de proa de las familias con posibles, una habitación colgada de la fachada de las casas señoriales que tenía la alta burguesía para epatar a los amigos y provocar las envidias del prójimo. El balcón era un signo aéreo de riqueza; tenía algo de globo aerostático, de artilugio volador por el que se ascendía en la escala social. Al balcón no se salía a mirar; se salía para ser mirado o mejor, para ser admirado, y se salía correctamente vestido, ataviado con las mejores galas. "Niñas, al balcón", decían las madres de antes, y las jovencitas casaderas acudían en tropel al escaparate para seducir viajeros y viajantes, para desgranar risas, deshojar carcajadas y ensayar a coro el do-re-mi-fa-sol de las sirenas urbanas. Uno, que en su juventud fue marinero en tierra y sin navío, navegó en tranvía por las siete plazas de La Coruña, y en lugar de un amor en cada puerto tuvo un idilio en cada balcón que iba jalonando de miradas ardientes y de suspiros desgarradores. La Coruña y la nostalgia sesenta años después ya no son lo que eran; las jóvenes son otras, han desaparecido los tranvías, los capitanes sin barco nos hemos convertido en tristes almirantes de guardarropía y de los balcones de hierro forjado el tiempo, ay, sólo ha respetado los suspiros.
Algo fascinante e inexplicable ocurre en el balcón: Julieta se dejó seducir por el botarate de Romeo en semejante sitio y Roxana confundió a Cyrano con Cristián y amó toda su vida a un cretino integral, al hombre equivocado. Mussolini, que era bajito y fanfarrón, inventó el fascismo subido a un balcón de cartón piedra, y el mismo Francisco Franco a pesar de que era un pésimo orador y que no dominaba los secretos del discurso, ni estaba dotado para la arenga ni para la homilía, se transfiguraba en el balcón del Palacio de Oriente y a base de gritos y amenazas a las alturas terminaba en un periquete con la pertinaz sequía.
Los arquitectos actuales ya no diseñan balcones porque les da miedo la estética de los fantasmas, porque desde allí temen que en lugar del futuro la gente vea el otrora con sus espantos y no compre los pisos de superlujo; las casas modernas tienen salientes, voladizos, chirimbolos, ventanales, terracillas. Desde un voladizo no puede usted seducir a una vecina por mucho que se empeñe y desde la terraza y rodeado de geranios es imposible arengar a las masas como Dios manda y convertirse en un dictador aunque ponga los cinco sentidos para conseguirlo y sea usted, como ellos, un señor muy bajito. ∆

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA