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La Hora Violeta

Se me plantean tantas dudas y tengo tan pocas respuestas que comparto con ustedes algunas cuestiones: ¿Dónde estaban los padres de todos esos niños y niñas abandonados, descarriados o fatalmente fallecidos?...

JUNIO 2007

La Hora Violeta

DIFICIL MATERNIDAD
POR ISABEL MENENDEZ

Las portadas de todos los diarios, además de los informativos de televisión, abrieron hace unos días con la petición de auxilio de una madre asturiana que, incapaz de modificar el comportamiento de una hija díscola y problemática, solicitaba a la administración que se hicieran cargo de ella. El caso apareció poco después de otro polémico asunto, la retirada de la custodia de un menor, en este caso a su abuela y abuelo maternos, ante el alarmante problema de obesidad que padecía. La madre de la adolescente explicaba que su hija hacía meses que no acudía a clase, se ausentaba del domicilio para irse con su novio e incluso robaba. Su queja hacía hincapié en que no había recibido respuesta de la administración aunque, desde los servicios sociales de su ciudad, aseguraban que estaban desarrollando un programa de trabajo tanto con la adolescente como con su familia y que, en todo caso, estudiarían la petición de la madre y tomarían una decisión que fuera la más adecuada para la chica.
Casi al mismo tiempo, en las páginas internacionales de los diarios, saltaba otra noticia que recibiría mucha menos atención que la anterior que, convertida en un circo mediático al que se prestó esa madre desesperada, seguramente ayudó muy poco a mejorar la situación de la chica y nada a preservar su derecho a la intimidad. El segundo caso al que quería referirme era el de una madre centroeuropea que había dejado abandonados a sus cuatro hijos, quienes habían sobrevivido durante un largo año a su ausencia. Los menores, a cargo del que tenía más edad (12 años) se alimentaban de pan y mantequilla que compraban con el dinero que la desnaturalizada progenitora les hacía llegar de vez en cuando. La casa estaba en un estado deplorable, cubierta literalmente de suciedad y abandonada en todos los sentidos. Es de suponer que probablemente carecían de servicios elementales como calefacción o quizá electricidad. Lo más sorprendente de todo es que los pequeños asistieron regularmente a clase y nadie en el centro escolar detectó estado alguno de abandono. Causa auténtico estremecimiento pensar en la realidad de los cuatro hermanos, hambrientos y seguramente sucios o incluso enfermos, que asumieron una situación infrahumana antes de delatar a su madre. Probablemente era mucho más duro asumir la realidad, el abandono por parte de la persona que debía garantizar su subsistencia y bienestar. Y no deja de producirme sorpresa que no hubiera saltado ninguna alarma entre las personas adultas que rodeaban la vida de esa familia: nadie del vecindario, ni del centro escolar, ni de los servicios públicos o de otro tipo fueron capaces de ver que durante doce largos meses, cuatro hermanos vivían en el más completo de los abandonos. Me produce una pena infinita pensar en el sufrimiento, no ya físico, sino afectivo que tuvieron que sentir esos pequeños que vieron cómo su madre se iba y no se preocupaba de ellos.
Unos días más tarde, una niña de unos cuatro o cinco años, en camisón, fue encontrada en plena calle, a las tantas de la madrugada, buscando a su madre. La pequeña fue recogida por los servicios municipales de atención a menores y la madre no fue encontrada hasta más allá de las nueve de la mañana, cuando regresó a su casa, sin enterarse de la situación de su hija. Cuando fue advertida de lo que había sucedido durante la noche, aseguró que la había dejado dormida porque tenía que comprar tabaco y que luego se había decidido a tomar unas copas que, como se ha visto, se prolongaron hasta la mañana del día siguiente. Por las mismas fechas, también en Asturias, dos hermanos gemelos de dos años de edad morían en un incendio doméstico del que todavía no se conocen las causas. Su madre les había dejado solos en la casa mientras iba a recoger a su otro hijo, de tres años, que volvía del colegio. Les dejó, aseguraba esta madre, dormidos en el sofá. Y, al parecer, fueron encontrados abrazados, tal y como les dejó ella, lo que querría decir que el fuego no se provocó por ninguna acción de los niños. El entorno familiar de esta madre asegura que había solicitado plaza en la escuela infantil de 0 a 3 años de su localidad, pero que no la había obtenido. Y, si es cierta la versión materna, es decir, que los dejó solos para recoger a su otro hijo, tenemos delante un caso evidente de imposibilidad de salir adelante sin ayuda. Porque en este caso, como en todos los anteriores, la figura paterna brilla por su ausencia, condenando a la culpa (si la tienen) y en todo caso al sufrimiento y el juicio público a unas madres que han traicionado su primer deber: cuidar y garantizar el desarrollo y bienestar de sus criaturas. Se me plantean tantas dudas y tengo tan pocas respuestas que comparto con ustedes algunas cuestiones: ¿Dónde estaban los padres de todos esos niños y niñas abandonados, descarriados o fatalmente fallecidos?, ¿estaban todas esas madres desesperadas o alguna de ellas ha sido irresponsable y poco eficiente en sus deberes maternos?, ¿tienen las mujeres los apoyos necesarios cuando, vulnerables, quedan al cargo de las llamadas unidades familiares monoparentales?, ¿realmente existe el instinto maternal o es otra falacia de la sociedad patriarcal?

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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