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ENERO 2007
La Mente Extendida
¿A qué se debe la intuición? ¿Por qué a veces
creemos tener premoniciones? ¿Cómo nos damos cuenta de que en ocasiones
estamos siendo observados? El bioquímico Rupert Sheldrake, autor de la
Teoría de los Campos Mórficos, aborda los aspectos más ocultos de la
mente en su último libro "El séptimo sentido: la mente extendida". Sus
ideas transgresoras vuelven a crear polémica ante la ciencia más
ortodoxa. Texto: J. M. López
Los
avances que ha experimentado la ciencia en este último siglo no tienen
precedentes en la historia. La biología, la física, la medicina han
obtenido logros hasta hace poco impensables. Sin embargo, nuestros
conocimientos sobre el cerebro y la mente son todavía muy limitados.
Nadie sabe con certeza qué parte de nuestro cerebro utilizamos, ni
cuáles son sus límites, si es que los tiene. Francis Crick,
codescubridor del ADN y una de las máximas autoridades en redes
neuronales, reconocía hace poco lo primitivo que es todavía nuestro
conocimiento sobre las distintas partes del cerebro. Resulta paradójico
que lo que nos diferencia como seres humanos, resulte ser una de las
últimas fronteras de la ciencia.
La memoria colectiva
Uno de los
investigadores que se ha aventurado en el mundo de la mente sin recorrer
los caminos más ortodoxos de la ciencia es el bioquímico británico
Rupert Sheldrake. Lleva más de dos décadas estudiando el complejo mundo
de la mente y en 1981 publicó "Una nueva ciencia de la vida", donde
explicaba una de las hipótesis más revolucionarias de la biología
contemporánea: la de la Resonancia Mórfica. En ella hablaba de la idea
de que las mentes de todos los individuos de una especie -incluido el
hombre- se encontraban unidas y formando parte de un mismo campo mental
planetario. Ese campo mental -al que denominó morfogenético- afectaría a
las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al
campo. "Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria
colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la
cual conforman", afirma Sheldrake. De este modo si un individuo de una
especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil
aprenderla a todos los individuos de dicha especie, porque la habilidad
"resuena" en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre.
Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más fácil y rápido les
resultará al resto.
La teoría de Sheldrake sostiene que la mente no
es tan sólo la actividad del cerebro, sino que éste es el sustento
físico a través del cual se puede manifestar la mente.
A su vez
todos incorporarán su habilidad a la memoria colectiva de su especie,
engrosándola e incrementando así su influencia. Eso explicaría un gran
número de procesos que se dan en la naturaleza que aunque cotidianos,
distan mucho de ser explicados. Un ejemplo es la evolución de
determinados animales que aunque se han desarrollado en continentes
diferentes durante millones de años, poseen características similares.
También la hipótesis explicaría cómo adquieren los animales sus
instintos, incluidas las complejísimas habilidades que muestran muchos
ya de recién nacidos. "Cada vez debería resultar más fácil aprender a ir
en bicicleta, a conducir un automóvil, a tocar el piano o a utilizar una
máquina de escribir, a causa de la resonancia mórfica acumulada por la
gran cantidad de gente que ya ha adquirido esas habilidades". En el
terreno ético las implicaciones tendrían la misma dimensión: "de acuerdo
con la resonancia mórfica, nuestras ideas y actitudes pueden influir a
distancia sobre otras personas sin que ni ellas ni nosotros lo sepamos",
afirma el científico.
Mente,
más que cerebro
Tras la
publicación de la Hipótesis de la Resonancia Mórfica, Sheldrake realizó
a lo largo de los años numerosos experimentos sobre la mente que le han
ayudado a desarrollar una nueva teoría, la Teoría de la Mente Extendida,
publicada en su último libro El séptimo sentido: la mente extendida. En
la teoría se sostiene una idea que cada vez perciben más investigadores:
que la mente no es tan sólo la actividad del cerebro, sino que éste es
el sustento físico a través del cual se puede manifestar la mente.
Sheldrake incluso va más allá al afirmar que la mente no se encuentra
confinada en el cerebro sino que se extiende hacia el mundo que le
rodea. Esa proyección mental afectaría e influiría en el mundo y a su
vez sería influido por él. La mente por tanto, tendría un poder muy
superior a lo que pudiéramos imaginar.
Esa proyección mental se manifestaría según Sheldrake en cualidades como
la telepatía, la premonición o la sensación de ser observado, a las que
denomina séptimo sentido.
Al profundizar en la idea de que la mente no está confinada en el
interior de la cabeza sino extendida hacia fuera, se deducen muchas
conclusiones. Por ejemplo, que las imágenes que tenemos de las cosas no
se formarían en la cabeza, sino que estarían justo donde parecen estar.
Al estar leyendo esta página, no se estaría formando una imagen de ella
dentro del cerebro -como defiende la ciencia ortodoxa-, sino que nuestra
mente se estaría expandiendo literalmente hacia la página formando una
imagen justo donde está. Nuestras mentes se extienden para "tocar" lo
que miramos o lo que pensamos, es decir, se extienden hacia personas,
lugares y cosas por nuestras necesidades, deseos, odios, ambiciones,
etc. La consecuencia es que deberíamos ser capaces de afectar a las
cosas sólo con mirarlas o pensar en ellas, algo que Sheldrake prueba en
numerosos experimentos. Se ha comprobado por ejemplo, cómo en ocasiones
una presa es consciente de que está siendo observada por un depredador
antes de que lo pueda ver o percibir por cualquier otro sentido, algo
que según esta teoría se explicaría porque ambos están unidos por un
mismo campo en el que se afectan. Lo mismo sucedería en el hombre, en el
que esto ocurre con más frecuencia cuanto más sensibles sean los
individuos y mayor sea su vínculo emocional. En los deportes de equipo
como el fútbol, hay jugadores que en ocasiones dicen percibir la
intención de sus compañeros de equipo sin necesidad de verlos u oírlos.
Los campos mentales de los grupos sociales ayudan a coordinar los
movimientos de los individuos, sean equipos de fútbol, grupos
familiares, peces nadando en un banco o pájaros volando en bandadas a
los que en ocasiones se les puede ver con sincronizaciones instantáneas.
En esos campos mórficos de los grupos sociales es donde Sheldrake
encuentra las bases evolutivas de la telepatía. "Miedo, alarma,
excitación, llamadas de ayuda (...) todo puede comunicarse
telepáticamente. Los ejemplos más espectaculares de telepatía se dan
cuando los miembros del grupo están lejos, más allá del alcance de los
sentidos conocidos".
Sheldrake nos abre la puerta a un nuevo y revolucionario concepto de
mente. Saber que cualidades como la telepatía son naturales y se pueden
potenciar entre personas cercanas es apasionante. Pero tener consciencia
de que nuestra mente se extiende hacia la vida, quizá lo sea más. Los
interrogantes que nos deja son muchos: ¿Se aprende a desarrollar estas
capacidades? ¿Cómo afectan mis pensamientos a los demás? O, si las
intenciones afectan al futuro, ¿cada uno construye su realidad? ∆ |
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