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ENERO 2007

Máximo Cajal
Embajador de España

 
 

Máximo Cajal
Foto: Nan

Ha sido Embajador en Guatemala, Suecia y Francia. Cónsul en Lisboa. Secretario General de Política Exterior y Subsecretario de Asuntos Exteriores entre otras responsabilidades, todas ellas ligadas con la diplomacia. Un día, piensa que cuarenta años de dedicación ya han sido suficientes, así que cuando decide ir en busca de su merecido "descanso", el propio José Luís Rodríguez Zapatero le invita a participar como su Asesor en la Alianza de Civilizaciones.
Máximo Cajal, "amante de utopías posibles", acepta.

Texto: Mariló Hidalgo

Utopía posible

No suele salir en la foto. Es un hombre elegante, correcto y de amena conversación. Es Asesor del Presidente del Gobierno para la Alianza de Civilizaciones. No obstante, creo que nos encontramos ante un diplomático bastante atípico. Y digo esto porque por encima de sus exquisitos modales, si uno echa un ojo a sus artículos de opinión, sus declaraciones o alguno de sus libros, verá que la polémica le acompaña. ¿Puede un diplomático decir lo que piensa? Él lo tiene claro: "Siempre lo he hecho y le confieso que después de cuarenta años tengo el pellejo muy curtido". Personaje interesante, ¿no creen?

-¿Qué fue lo que le atrajo de la Alianza de Civilizaciones cuando se lo propuso el presidente Zapatero?
-Pues, la idea en sí. Es un proyecto interesante en el mundo en el que estamos viviendo. Soy bastante viejo, nací antes de la Segunda Guerra Mundial y creo que todo lo vivido tiene su parte positiva y su lado oscuro, y eso nos tiene que ayudar a valorar el momento que se vive. Me atrajo aquella idea porque me pareció una utopía necesaria en el momento en el que nos encontrábamos. Un proyecto coherente que hablaba de alianza en un mundo multipolar, de unas Naciones Unidas con un papel decisivo. Hablaba de justicia y de dignidad humana. De diálogo y diversidad. Me gustan los retos.

-Comentó en alguna ocasión que la Alianza de Civilizaciones no había sido fruto de un estudio ni de una inspiración, sino que era una respuesta política muy concreta. ¿A qué?
-En efecto, el detonante fueron los atentados del 11 de marzo en Madrid. Lo que efectivamente despertó esta idea fue que ese terrorismo radical islámico se hubiera producido en España. Existen varias iniciativas que circulan por ahí cargadas de buena voluntad y útiles, pero con un perfil distinto, más cultural o religioso. Pero ésta es inédita porque su objetivo es eminentemente político: luchar contra el terrorismo internacional con medios no militares o policiales. Y para ello va al origen del problema: las mentes y corazones de los hombres.

-¿En qué situación se encuentra ahora la Alianza?
-El objetivo de esta propuesta era evitar que se alzara en el mundo un muro de odio y de incomprensión entre el mundo Occidental y el mundo islámico. Para ello se proponía una Alianza frente al Choque de Civilizaciones. Y eso fue lo que hizo el presidente Zapatero en septiembre de 2004 ante la Asamblea General de la ONU. Allí, Kofi Annan adoptó la iniciativa y la convirtió en propuesta oficial. Posteriormente el Secretario General de NU nombró a un Grupo de Alto Nivel (GAN) para que en el plazo de un año estudiaran y elaboraran las acciones que a su juicio serían necesarias para llevar a la práctica esta Alianza de Civilizaciones. En noviembre de 2006 el GAN presentó en Estambul (Turquía) dichas recomendaciones, que fueron recogidas por Kofi Annan. En diciembre el Secretario General antes de abandonar su cargo, entregó el documento a su sucesor Ban Ki-Moon que será el encargado de introducirlo en la Asamblea en los próximos meses. Ya se ha aprobado la creación de un Foro Cívico para la Alianza y el nombramiento de un Alto Representante. La Alianza de Civilizaciones ya está en marcha.

"El objetivo de la Alianza era evitar que se alzara en el mundo un muro de odio e incomprensión entre el mundo Occidental y el mundo islámico"

-¿Cree que el mundo está ahora más sensibilizado para acoger esta iniciativa?
-Creo que sí. Sólo los que desprecien a las Naciones Unidas, o los que sean partidarios del unilateralismo o la guerra preventiva, pensarán otra cosa. Hay ya más de cincuenta países que la apoyan y cuando salga a la luz supongo que serán más. Este proyecto tendrá validez si se cree en él y se asumen responsabilidades, no sólo por parte del Gobierno y las organizaciones internacionales, sino del conjunto de la sociedad civil. A veces ONG y ciudadanía se quejan de que no se cuenta con ellos, pues aquí hay una oportunidad de arrimar el hombro para que cada uno desde su responsabilidad, ayude en el arranque y desarrollo de este ambicioso proyecto. España es un laboratorio ideal para poner en práctica todo esto porque aquí lo tenemos todo: inmigración, vecindad con el mundo islámico, un estado de autonomías donde se aprecia la diversidad...

-La presentación del proyecto suscitó muchas críticas, especialmente en nuestro país. Se llegó a decir que esta iniciativa ponía en peligro la política antiterrorista llevada a cabo anteriormente.
-Hay dos tipos de críticas. Una, la realizada por académicos que ponen en tela de juicio el concepto "civilización". Expresión que se utilizó simplemente como contraposición a ese "choque de civilizaciones". Este debate sobre "sutilezas académicas" lo considero estéril, ya que todo el mundo sabe de qué va la cosa. Luego están esas otras críticas que han tenido como objetivo desautorizar la iniciativa. La crítica que se ha hecho en España me ha parecido siempre bastante ramplona porque estaba motivada por una visión muy ideologizada. La Alianza de Civilizaciones y la lucha contra el terrorismo no son incompatibles. Lo que pasa es que esta idea va mucho más allá que acabar con Al Qaeda. Es una forma de luchar contra todo extremismo, venga de donde venga.

-El Parlamento de EE.UU. aprobó una ley que otorga un poder omnímodo al presidente Bush y al Pentágono, viola la Constitución de aquel país y deroga convenciones y tratados internacionales. ¿Es que todo vale en esta lucha contra el terrorismo?
-Lo que está ocurriendo en EE.UU. es algo inadmisible. El pueblo americano tiene ahora menos libertad que hace dos años. El que se haya puesto en entredicho el propio habeas corpus, es algo que me parece mal para el pueblo americano pero lo que más me preocupa es que este fenómeno se exporte. Y contra ello sí hay que reaccionar, empezando por la Unión Europea porque todo eso se está traduciendo en cosas que ya estamos viendo y claman al cielo: vuelos secretos de la CIA, Guantánamo, detenciones sin cargos a personas en cualquier lugar del mundo, confesiones extraídas por procedimientos inconfesables. Si el pueblo americano decide libremente mediante voto que quiere vivir así, allá ellos. Lo que me preocupa es la extraterritorialidad de estas medidas al amparo de la superpotencia de la que hacen gala.

-Con las viñetas de Mahoma y la retirada de la ópera de Mozart en Alemania surgió un debate sobre la libertad de expresión. ¿Es desde esa perspectiva desde la que debemos abordar el tema?
-La libertad de expresión en Occidente es un tema muy complicado. Escribí un artículo en El País titulado "Blasfemia" que revela mi opinión al respecto. No creo que la libertad de expresión tenga límites, pero sí que ante determinadas circunstancias es aconsejable cierta contención para no derivar en cosas desagradables que no queremos. Debe de existir prudencia por parte de los medios de comunicación porque esas mismas voces contra el mundo islámico por su reacción, son las mismas que se alzaron en nuestro país contra una obra que se iba a representar en un teatro de Madrid y que -según ese sector- ponía en solfa nuestros supuestos valores cristianos. La libertad de expresión se reclama de una forma sesgada y selectiva. Precisamente el GAN hace algunas reflexiones sobre los medios de comunicación y su responsabilidad en la actual coyuntura.

"La Alianza de Civilizaciones y la lucha contra el terrorismo no son incompatibles. Lo que pasa es que la idea va mucho más allá que acabar con Al Qaeda"

-Su labor al frente de la Alianza de Civilizaciones terminó a final de año y con ello también su carrera como diplomático. ¿Echará esto de menos?
-No, en absoluto. Yo no suelo mirar hacia esas cosas. Creo que esta labor tiene sus cosas positivas y negativas. En todos estos años como diplomático no me ha ido nada mal, pero tampoco ha sido para tirar cohetes. A partir de ahora me dedicaré a escribir, más bien a terminar un libro de memorias que empecé hace tiempo.

-He leído declaraciones suyas y artículos muy valientes donde refleja opiniones e ideas bastante arriesgadas para lo que se supone tiene que ser un diplomático.
-Yo siempre digo lo que pienso y mucho más desde que dejé de ser un funcionario público, cuando me jubilé en diciembre de 2002. En cuarenta años como diplomático siempre he pensado de la misma forma. Por mi trabajo a veces me callaba más públicamente, pero nunca internamente. Llegué a escribir un libro ("Ceuta, Melilla, Olivenza, Gibraltar ¿Dónde acaba España?") que no gustó en algunos sectores, pero era lo que pensaba sobre el tema. Mi intención fue generar un debate a partir de un planteamiento coherente. Ahora ya no es responsabilidad mía.

-Una curiosidad. Como diplomático, ¿ha tenido usted que callarse muchas veces para poder llegar a un determinado acuerdo?
-Creo que en general, en la vida hay que callarse, unas veces por educación, otras por convivencia, por coyuntura o por respeto. Somos animales sociales por naturaleza. El callarse no es patrimonio exclusivo de un diplomático. En la vida política, sí hay que callarse muchas veces. Personalmente siempre he sido partidario de decir lo que pienso y me ha ido bastante bien. La gente muchas veces agradece que les hables con franqueza. Es un error esa visión del diplomático lleno de segundas intenciones. Eso ocurría hace cien o doscientos años. En algunas circunstancias, si me he callado, ha sido por razones de tipo táctico para no descubrir las cartas desde el principio. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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