Es
primavera y el pañuelo es mi inseparable compañero. Estornudo, tengo
mucosidad, me lloran los ojos y no respiro bien. Incluso me han salido
unas desagradables erupciones que estaría rascándome todo el día... He
pasado a engrosar las filas de los alérgicos españoles. Ya somos seis
millones de afectados por algún tipo de alergia, aunque menos de medio
millón consulten regularmente al alergólogo y sigan algún tratamiento. A
unos les afectan los ácaros del polvo, a otros determinados alimentos,
el polen, los medicamentos, o sustancias en contacto con la piel como el
látex o el níquel. Incluso hay a quien el asma le deviene en alergia.
Pero, aunque se habla mucho de ello, ¿qué es, al fin y al cabo, una
alergia?
“Si el sistema inmunológico no se
expone a virus y bacterias, tal como ha sido diseñado, está
en situación de pereza. Entonces produce otro tipo de
respuesta: la alergia” |
Nuestro
cuerpo,una máquina perfecta
Estamos
diseñados según un plano guardado en nuestros genes. Ese plano, que
muchos consideran creado por una mente superior, indica que nuestro
cuerpo está preparado para defenderse de los ataques del exterior
permanentemente gracias a los linfocitos, un tipo de glóbulos blancos.
Los enemigos a combatir serían los virus y las bacterias, que generan
enfermedades si nuestro cuerpo no responde adecuadamente o no logra
ganarles. Esta respuesta de los linfocitos se llama TH1 y produce
determinados anticuerpos para defendernos de estos microorganismos. Esta
incesante batalla pone a punto nuestro sistema inmunológico, es como un
gran campo de entrenamiento que lo mantiene en forma. Puesto que el
cuerpo está diseñado para funcionar de esta manera, si le sacamos los
virus y bacterias que nos rodean, el linfocito busca un nuevo ‘enemigo’
con el que entrenarse. Puede ser un alimento, el polen, un material
sintético... Ante ellos tiene otra respuesta, la TH2 y genera otros
anticuerpos diferentes para defenderse que dan lugar a una reacción
alérgica. Esta respuesta de nuestro cuerpo frente a algo aparentemente
inofensivo es el origen de nuestra alergia.
Las dos respuestas de los linfocitos son antagónicas, es decir, o se
defiende de virus y bacterias, o ataca a un enemigo imaginario para no
mantenerse inactivo. Entonces, ¿qué ha sucedido para que crezca tanto el
número de alergias?
Un
mal de países ricos
Preguntamos a Javier Subiza, especialista en Alergología e Inmunología
Clínica, por qué nuestro modo de vida genera unas alergias que no paran
de crecer. Su respuesta es que “se barajan varios factores. Una es la
hipótesis de la higiene, que indica que la culpa la tiene el exceso de
ella en la temprana infancia. Ahora los niños nacen en un medio estéril,
se les da una comida estéril y prácticamente padecen muy pocas
enfermedades infecciosas serias gracias al calendario de vacunas.
Entonces el sistema inmunológico en lugar de exponerse a virus y
bacterias, tal como ha sido diseñado, está en situación de stand by, de
falta de actividad. Pero no sabe muy bien qué hacer en esa situación de
pereza y produce otro tipo de respuesta inmunológica, que es la
respuesta alérgica”. Y es que los estudios más recientes afirman que el
sistema inmunológico se desarrolla en la temprana infancia, en ella está
la clave. Si un niño vive expuesto a virus y bacterias, es bastante
probable que no desarrolle alergia. Si por el contrario vive encerrado
en una casa ultralimpia, comiendo alimentos esterilizados y con un
calendario de vacunaciones al día, tiene bastantes posibilidades de
convertirse en alérgico.
Subiza
apunta un segundo factor como desencadenante del aumento de alergias:
“Concretamente, la alergia a los pólenes se piensa que es producida por
un cambio cualitativo en la contaminación atmosférica de los países
industrializados”. En la década de los cincuenta en Europa y Estados
Unidos se vivía bajo la polución del carbón. Entre los sesenta y setenta
se cambió esta fuente de energía por el petróleo. Eso generó una
atmósfera aparentemente más limpia pero cualitativamente trajo otro tipo
de contaminación. Bajó el dióxido de azufre, pero aumentaron muchísimo
los dióxidos de nitrógeno. El gasoil pasó a ser la principal fuente de
combustible para los coches y eso añadió un nuevo contaminante: las
partículas diesel, que actualmente constituyen el 70% de la
contaminación particulada de las grandes ciudades. “Se ha demostrado que
estas partículas diesel -informa el doctor Subiza-actúan a varios
niveles. Por un lado, se quedan impactadas al grano de polen y entran en
nuestro cuerpo. Por otro, se ha demostrado que estas partículas han
llegado a incrementar hasta veintisiete veces más la alergenicidad del
grano de polen”. ¿Resultado? Hay más personas alérgicas al polen en las
ciudades que en el campo, pese a que en este último hay más polen.
Concretamente hay tres veces más alérgicos al polen en las ciudades que
en el medio rural. Y el aire que respiramos cada vez está más sucio. El
pasado mes de julio los datos del Ministerio de Medio Ambiente
confirmaban que el aire que respiramos se vuelve insalubre año a año.
Cincuenta grandes ciudades de España superan los límites legales de
contaminación del aire, con lo cual hay por lo menos diecisiete millones
de personas sometidas a aire polucionado. Y el 71,9% de la población
española vive en ciudades con más de treinta y cinco días al año con
concentraciones excesivas de partículas.
“Desconocemos dónde está el límite. Se
calcula que probablemente en unos años más de la mitad de la
población será alérgica. El porcentaje incluso puede ser
mayor” |
A todo
ello se añade la predisposición genética que cada persona tenga para
desarrollar una alergia, el consumo de frutas exóticas a las que nuestro
cuerpo no está acostumbrado e incluso influye la supresión temprana de
la lactancia materna.
De todo lo dicho por Javier Subiza y los estudios consultados se deduce
que las alergias sólo se dan en los países ricos, son generadas por
nuestro modo de vida y no tienen visos de cambiar. Sus palabras lo
confirman: “El estudio más importante en lo que a alergias se refiere,
indica que en los países subdesarrollados, donde el grado de infecciones
es muy alto, como sucede en África o el Asia pobre, la prevalencia de
enfermedades alérgicas es mínima. A medida que los países se van
desarrollando, vuelve a incrementarse el número de alergias”. Hablamos
de circunstancias físicas que caracterizan a nuestra sociedad, pero
evidentemente hay componentes psicológicos que son ya inseparables de
nuestra sociedad de consumo, como el estrés, la ansiedad, la tensión,
las manías, fobias, miedos, limitaciones, frustraciones... ¿Estas
características también influyen en la alergia?
FotFoto
cedida por Clínica Subiza |
“En los países subdesarrollados, donde
el grado de infecciones es muy alto, la prevalencia de
enfermedades alérgicas es mínima. A medida que los países se
desarrollan, crece el número
de alergias” |
Factores
psicológicos, catalizadores de alergias
“No se ha
demostrado que las personas con estrés, por ejemplo, desarrollen una
mayor prevalencia de alergia al polen -indica el doctor Subiza-, pero sí
hemos comprobado entre nuestros pacientes que la mitad de ellos ven
agudizada su asma por causa del estrés. Y lo mismo hemos observado en
las urticarias, dermatitis atópicas... No es un factor que cause
alergia, pero sí la agudiza. No se ha podido demostrar que la alergia es
una enfermedad psicosomática, aunque algunos psicólogos afirmen lo
contrario”.
En esa línea, un estudio realizado el año pasado en Estados Unidos sobre
algo más de tres mil adultos sugiere la existencia de una relación entre
las alergias y los rasgos neuróticos de la personalidad. Las personas
con depresión tenían un 50% más de probabilidades de tener alergias,
mientras que las nerviosas o ansiosas tenían un 22% más de
probabilidades que una persona tranquila, que asume la vida sin grandes
tensiones. La lectura que el Doctor Renee D. Goodwin de la Universidad
de Columbia (NY), hizo de esos datos es que la depresión puede
contribuir al desarrollo de la alergia al deteriorar el sistema
inmunitario o mediante otro efecto biológico. Mientras que las personas
ansiosas podrían percibir los síntomas alérgicos leves de modo más
intenso.
También los doctores Lauter y Wallrafen especulan sobre la idea de la
alergia como una enfermedad psicosomática. Han publicado un libro al
respecto que pretende orientar a los pacientes, ofreciendo información
seria que contraste entre la multitud de informaciones con fines
comerciales que circulan en los medios de comunicación.
Sean unos u otros los orígenes, lo único comprobado es que estamos ante
una ‘plaga’ de la sociedad civilizada cuyos niveles siguen incrementando
año a año. ¿Dónde parará?
Un
túnel sin final
Las
alergias eran prácticamente desconocidas en el siglo XIX. Fue el médico
inglés Bostock quien en 1819 diagnosticó la alergia al polen. Sólo
encontró en todo su país dieciocho pacientes, mayoritariamente de la
clase aristocrática. Pero el número fue creciendo año a año y el siglo
pasado adquirió tintes epidémicos. En 1956 ya afectaba al 0,4% de la
población europea y cada cinco años ha ido subiendo la prevalencia. Hoy
el doctor Bostock se echaría las manos a la cabeza, ya que la alergia al
polen afecta en Europa a un 15 ó 20% de los europeos. No se sabe dónde
terminarán estás cifras. Para el director de la Clínica Subiza: “La
verdad es que desconocemos dónde está el límite, y se calcula que
probablemente de aquí a unos años más de la mitad de la población sea
alérgica. El porcentaje incluso puede ser mayor. El límite vendrá
determinado por el porcentaje de población que tiene capacidad genética
para desarrollar una alergia, si el estímulo es el adecuado”. Más allá
de evitar la exposición o la ingesta del alimento que produce la
alergia, las soluciones son muy lentas y están lejanas. Hoy en día los
constructores de motores diésel trabajan en el desarrollo de motores con
filtros que eviten que las partículas que generan alergias y producen
cáncer salgan al exterior. Otra posible solución es cambiar
progresivamente el combustible de los medios de transporte hacia el
hidrógeno. “Luego, a nivel general, en EEUU se está invirtiendo
muchísimo dinero en encontrar vacunas de DNA bacteriano -completa
Subiza-. Su función será engañar al sistema inmunológico y hacerle creer
que está expuesto a bacterias. De este modo los linfocitos producirían
la respuesta TH1 de modo artificial y así se evitaría que produjera la
respuesta TH2, la que genera las alergias. Porque lo que no va a suceder
es que se deje de vacunar a los niños, algo que salva muchísimas vidas.
Digamos que la alergia es un precio que hay que pagar por no tener
infecciones. El precio que tiene el desarrollo, la civilización”. ¿Es
esto un avance? §