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SEPTIEMBRE 2006

"Estos enfermos además de ciencia necesitan humanidad. De la facultad salimos muy formados, pero no nos enseñan que detrás de un hígado, un corazón, unas arterias, hay una persona con una biografía y con una vivencia".Dr. Jacinto Batiz

El arte de vivir

El arte de morir

En España, sólo algunos hospitales cuentan con unidades especializadas en el tratamiento del dolor. Cuando no hay especialistas, algunos enfermos terminales acaban su vida entre terribles dolores a los que no se da tratamiento adecuado, en algunos casos por desconocimiento, en otros por prejuicios, y en otros por no querer pisar el resbaladizo terreno de la ética profesional. /Texto: Carolina Fernández. Fotos: Fusión

En marzo de 2005, el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) saltó a los medios de comunicación. Una denuncia anónima avisaba a las autoridades sobre la presunta sedación irregular de varios pacientes, algunos de los cuales podrían haber fallecido tras el tratamiento. Inmediatamente, y sin haber ninguna resolución judicial, se tomaron decisiones políticas. El jefe de urgencias del hospital fue destituido, así como el director médico y el gerente. El Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid fue duramente criticado, primero por aceptar la filtración ilegal de 400 historiales clínicos, y luego por tener en cuenta informes dudosos, aportados por una comisión convocada unilateralmente por la Consejería, en la que no participó la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, entre otras organizaciones. Además el consejero arremetió contra las sedaciones, haciendo peligrosas generalizaciones, sin esperar a una investigación judicial que estableciese si realmente se había producido una mala praxis. Un centenar de médicos del Hospital firmaron a finales de junio un documento en el que afirman que el informe ha sido "un juicio político moral y religioso, no médico".
Para muchos profesionales este caso ha sido muy perjudicial. "Un hospital y unos médicos han sido condenados antes del juicio. Se ha obviado la presunción de inocencia, se ha dañado la imagen de los médicos en general, porque esto salpica a todo el colectivo; se ha politizado de manera clara y se ha hecho un uso partidista. Esto ha sido nefasto". Es la opinión del doctor Marcos Gómez Sancho, creador y director de la Unidad de Medicina Paliativa del Hospital Universitario Dr. Negrín de Las Palmas, y ex-presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos. Efectivamente, este caso, ha levantado muchas polvaredas: ha mezclado conceptos, ha sembrado confusión en la opinión pública, ha destapado actitudes ultraconservadoras tanto por parte de dirigentes políticos, que abordan el tema de la muerte temerosos y cargados de prejuicios, como de los mismos médicos, que en muchos casos tienen un desconocimiento absoluto de lo que son e implican los cuidados paliativos. Pero también ha tenido un lado positivo, y es que toda España está hablando de cuidados paliativos. La sociedad reflexiona, y los políticos, dado el impacto mediático del caso, empiezan a buscar soluciones.

"Retirar un tratamiento inútil no es eutanasia. Poner una medicación para el dolor y aumentarla si el dolor no remite, aunque como consecuencia el paciente pueda fallecer antes, tampoco es eutanasia. Esto es universal y hay que tenerlo claro, independientemente de la ideología de cada cual" Dr. Jacinto Batiz

 Morir con dolor

Cuando una persona no tiene curación posible, cuando los tratamientos acaban y la enfermedad no remite, cuando el médico ya no puede hacer más ¿qué queda?
Hablamos entonces de enfermedades terminales, por ejemplo cáncer, cirrosis hepática, dolencias crónicas del sistema cardiovascular, entre otras. Llega un momento en el que la persona, sencillamente, va a morir.
Para el doctor Jacinto Batiz y su equipo de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios, de Santurce, siempre se puede hacer algo, aunque no sea curar. Queda la posibilidad de controlar los síntomas, principalmente el dolor, que en algunos casos puede ser muy intenso y provocar una agonía tremendamente lenta y dramática. Uno de los síntomas más habituales es por ejemplo la disnea o asfixia. Puede tratarse durante un tiempo, pero llegado un momento los equipos médicos no pueden hacer nada. Al enfermo comienza a faltarle el aire y muere asfixiado, completamente consciente de lo que sucede y ante la impotencia de sus familiares.
En casos de este tipo surgen preguntas. ¿Qué se puede hacer? El doctor Gómez Sancho no tiene dudas: "Cuando el enfermo va a morir con toda seguridad, porque por ejemplo un tumor ha destruido sus pulmones, lo mejor que podemos hacer es sedarle, disminuirle la consciencia, para que termine su vida de una manera más digna y más serena".
Sin embargo esto es posible sólo en algunos lugares de España, porque existen pocas unidades de cuidados paliativos, un campo todavía muy poco desarrollado. Básicamente, cuando no hay especialistas, la calidad de la muerte depende "del médico que toque", de sus conocimientos y también de sus reticencias personales a aplicar determinados tratamientos, en los que aparentemente se pisa el resbaladizo terreno de la ética profesional.
La realidad es que el desconocimiento es muy grande. Los especialistas en este campo llevan años haciendo una labor de hormiga, intentando contagiar nuevos conceptos en un sistema sanitario que está enfocado básicamente hacia la curación y hacia la vida, pero que rehúsa mirar hacia la otra cara de la moneda. Hoy en día, sólo cuatro universidades españolas explican oficialmente una asignatura llamada Cuidados Paliativos. Es la excepción. Lo más habitual es que los médicos sigan saliendo de la universidad sin haber aprendido gran cosa sobre este tema. "La formación universitaria es en algunos casos absolutamente nula, o si no, fuertemente deficiente -reconoce el doctor Gómez Sancho-. Se emplean muchas horas en estudiar cosas menos necesarias y no se tienen en conocimientos que debería tener todo médico, como por ejemplo los cuidados paliativos".

A veces, la obsesión por sanar causa más mal que bien. No siempre es fácil reconocer cuándo hay que abandonar un tratamiento cuyas posibilidades son muy pocas comparándolas con el sufrimiento que acarrean.

Y es que aunque pueda parecer extraño, la medicina actual no trata sobre la muerte, salvo en los apartados de medicina legal o forense. Resulta difícil de comprender teniendo en cuenta que cuando un enfermo muere, la mayoría de las veces tiene un médico al lado. Por esa razón, en opinión del doctor Sancho, en demasiadas ocasiones los enfermos que van a morir no están suficientemente atendidos: los médicos sencillamente no saben qué hacer con ellos.
Lo corrobora el doctor Jacinto Batiz: "Personalmente me da mucha pena que los pacientes sufran porque los profesionales no hayan recibido la formación adecuada. Entonces optan por abandonar al enfermo, decir que no hay nada que hacer y que sus familiares se lo lleven a casa. Abandonarlo haciendo mutis por el foro es una actitud bastante frecuente como mecanismo de defensa para no manifestar la incompetencia ante unos tratamientos para los cuales no han sido formados en la universidad".
Conseguir avances requiere esfuerzo y dedicación. "Hay que luchar día a día con la Administración para ir consiguiendo unos poquitos recursos", explica el doctor Gómez Sancho. Se creía que todo iba a dar un giro cuando en el año 2001 el Consejo Interterritorial de Sistema nacional de Salud y el Ministerio de Sanidad sacó adelante un Plan Nacional, que acabó diluyéndose al estar transferidas las competencias sanitarias a las diecisiete comunidades autónomas, y quedar en manos de la ideología y del interés de los respectivos gobiernos autonómicos. A día de hoy, se trabaja en una Estrategia Nacional que se espera que obtenga más resultados.

"El médico debe aprender una regla de oro, y es que no siempre todo lo que puede hacer, debe hacerlo" Dr. Gómez Sancho


 Sedación y eutanasia

En ocasiones ambos términos se usan en contextos parecidos, lo que provoca algún que otro vértigo ético. En el caso de las sedaciones presuntamente irregulares del Hospital de Leganés, un cargo público llegó a decir que se había producido una "eutanasia masiva". La mezcolanza de términos provocó confusión en la opinión pública y temor ante unas prácticas médicas que están perfectamente reglamentadas.
El debate sobre la eutanasia, presente en la sociedad, no tiene que ver con las sedaciones a enfermos terminales. La clave del dilema está en la intención. La eutanasia tiene como objetivo acabar con la vida del paciente, mientras que la sedación terminal pretende disminuir la conciencia para evitar la muerte dramática de un paciente que en un plazo breve de tiempo se va a morir de todas formas. La utilización correcta de analgésicos potentes, morfina incluída, no tiene por qué acortar la vida, si bien es cierto que en casos de dolores tan intensos que necesitan dosis extraordinariamente altas, se puede mermar unas horas o algún día la vida del paciente. Sin embargo, en este caso, que los expertos en paliativos subrayan que es excepcional, se considera como un efecto secundario indeseado, pero perfectamente lícito cuando se cuenta con el consentimiento del enfermo o de la familia. Un precio leve a cambio de una muerte más serena.
Este es el resquicio que aprovechan algunos sectores, más conservadores, para sembrar la duda sobre esta práctica y confundirla deliberadamente con la eutanasia.

En ocasiones los pacientes no reciben la atención adecuada en sus últimos días porque los profesionales que los atienden no saben cómo tratarlos. En España, sólo cuatro universidades imparten la asignatura de Cuidados Paliativos.

"Si este tema se aborda desde una perspectiva puramente religiosa, se estará abarcando sólo a minorías -puntualiza el doctor Jacinto Batiz-. Hoy en día tenemos que dar argumentos válidos para todos. Tenemos que tener claros los conceptos y los criterios, y los que trabajamos en esto los tenemos. Hoy en día sabemos lo que es eutanasia y lo que no. Retirar un tratamiento inútil no es eutanasia. Poner una medicación para el dolor y aumentarla si el dolor no remite, aunque como consecuencia el paciente pueda fallecer antes, tampoco es eutanasia. Esto es universal y hay que tenerlo claro, independientemente de la ideología de cada cual".
Para el doctor Batiz, "el tema de la eutanasia no debería ser un debate legal ni moral, sino un debate asistencial, es decir, que nos pongamos todos a pensar cómo debemos atender mejor a los enfermos para que no sufran". Es más, en su opinión, si existiese en España una red de cuidados paliativos en condiciones sería mucho menor el número de personas que piensan en la eutanasia "porque básicamente lo que la gente no quiere es seguir pasándolo mal".

"A medida que fuimos avanzando, teniendo nuevos y mejores medicamentos se nos olvidó que teníamos una persona delante" Dr. Jacinto Batiz

 ¿Vivir a cualquier precio?

A veces, la obsesión por sanar causa más mal que bien. No siempre es fácil reconocer cuándo hay que abandonar un tratamiento abocado al fracaso, cuyas posibilidades son muy pocas comparándolas con el coste humano y el sufrimiento que acarrean. "El médico debe aprender una regla de oro, y es que no siempre todo lo que puede hacer, debe hacerlo -explica el doctor Sancho-. Hoy disponemos de cantidad de medios, pero hay que aprender a distinguir los tratamientos desproporcionados". Un oncólogo sensato debe saber cuándo, fracasada una línea de tratamiento, las posibilidades de una nueva serie de quimioterapia son muy pocas, mientras que los efectos secundarios van a ser muchos. "Llega un momento en el que hay que decidir no seguir adelante. Hay que hablarlo con el enfermo, cambiar su actitud. Eso no significa que no se vaya a hacer nada, sino que se van a hacer otras cosas. El objetivo ya no será la curación, sino la paliación".
Pero en ocasiones hay médicos a los que les cuesta tirar la toalla. Interpretan la muerte del paciente como un fracaso profesional. Es cuando se producen casos terribles de lo que se ha dado en llamar "encarnizamiento terapéutico". "Es algo que tiene que ver con esta medicina maravillosa que tenemos que ha conducido a una especie de delirio de omnipotencia en los médicos -explica Gómez Sancho-, porque sólo nos han enseñado a curar y salvar vidas. Por eso se siguen aplicando tratamientos sin ningún tipo de esperanza. Es una falta de sentido común".

La sedación terminal no tiene que ver con la eutanasia. La mezcolanza de términos en los medios de comunicación ha provocado confusión en la opinión pública y temor ante unas prácticas médicas que están perfectamente reglamentadas.

Y es que la medicina, en ocasiones, pierde el norte. El sistema está diseñado para curar a cualquier precio. La medicina ha dado pasos de gigante en técnicas y tratamientos, pero la prisa y la mecanización ha acabado por deshumanizarla.
Por eso las unidades especializadas en el trato con enfermos terminales trabajan en muchos frentes a la vez. Son equipos preparados para atender el cuerpo, pero también el espíritu. Y es que cuando las soluciones médicas se terminan, surgen muchas cuestiones relacionadas ya no con el enfermo, sino con el ser humano que se prepara para un momento fundamental. Surgen preguntas, reflexiones, temores. Tan importante es un calmante como una conversación, la pericia médica como la confianza. El objetivo ya no es curar, sino calmar. Supone afrontar un reto, darle a la medicina una dimensión humana que no está en los textos científicos, sino que se absorbe del contacto con las personas. "Se aprende desde la práctica -explica Jacinto Batiz-. Poco a poco fuimos viendo que a estos enfermos había que darles algo más que ciencia, había que darles humanidad, esa humanidad que los médicos teníamos hace siglos, cuando había una medicina sin ciencia. A medida que fuimos avanzando, teniendo nuevos y mejores medicamentos se nos olvidó que teníamos una persona delante. De la facultad salimos muy formados en los últimos años, pero no nos enseñan que detrás de un hígado, un corazón, unas arterias, hay una persona con una biografía y con una vivencia".

La muerte se observa desde lejos. Desde la pantalla de la televisión, donde diariamente aparecen las víctimas de los accidentes, la guerra, el terrorismo, el hambre. No se educa en la reflexión sobre la muerte como un proceso natural que forma parte del ciclo que es vivir.


 Hablando de la muerte

El trato con personas a las que les queda poco tiempo de vida obliga a la reflexión. Posiblemente en ningún otro campo se planteen tantas preguntas como en éste, para saber dónde acaba lo médico y dónde empieza lo humano, la amistad, la compañía. "El ser humano es un conjunto con una dimensión física, psicológica, social, espiritual. Ahí estamos en pañales. Al final de la vida es muy difícil establecer dónde acaba un problema físico y donde empieza uno emocional, dónde termina el miedo o empieza la angustia hacia el futuro o lo que pueda suceder después de la muerte. Gran parte del dolor puede venir de la soledad, por ejemplo. La atención a estos pacientes siempre debe abordar todos los problemas que puedan tener, tanto los físicos como los de otras dimensiones", explica el Dr. Gómez Sancho.
Y también enseñan a reflexionar diariamente a los equipos médicos. "Trabajando con estos pacientes te das cuenta de lo importantes que son para ellos los valores humanos, independientemente de sus creencias religiosas -comenta el Dr. Batiz-. Es muy importante el tiempo, algo que los demás, y sobre todo los más jóvenes, no valoran. Alguna vez te comentan "doctor, cuando tenga un momento me gustaría hablar con usted", y tú, que estás con prisa, le dices "no te preocupes, mañana a primera hora". Y cuando vas al día siguiente el paciente se ha muerto. Eso me ha ocurrido. Para mí era muy poco tiempo, acostumbrado a todas las esperas que hay que hacer para todo. Para él era una vida. Desde entonces comprendí que el tiempo hay que valorarlo de distinta manera".
La vida y la muerte son dos caras de una misma moneda. La muerte nos acompaña todos los días, a veces la observamos desde lejos, a veces nos roza más cerca, pero siempre está presente. Sabemos que un día, antes o después, llega para todos. Es una experiencia única, fundamental y sobre todo desconocida. A pesar de eso rara vez se habla de ella. Es un tema tabú por excelencia, relegado al ámbito íntimo, familiar tal vez, apartado de los caminos de la vida y rodeado de silencios. La muerte se observa con temor desde la distancia. La muerte es incómoda. Por eso se la intenta convertir en un trámite lo más aséptico posible.

Las religiones aprovechan el miedo que provoca la muerte y se sitúan como intermediarias entre el hombre y el Más Allá, sea lo que sea, tratando de ofrecer consuelos y posibilidades, cielos e infiernos, a la vez que rodean el tránsito de ceremoniales.

"Los niños no conocen la muerte natural porque no han visto a sus abuelos morir en casa. Cuando el abuelo se está muriendo mandan al niño con un familiar, y cuando pregunta le dicen que se ha ido al cielo". Son reflexiones del Doctor Jacinto Batiz. La muerte se observa desde la barrera. Desde la pantalla de la televisión, donde diariamente aparecen las víctimas de los accidentes, la guerra, el terrorismo, el hambre. Muertes violentas, provocadas por el hombre. No se educa en la reflexión sobre la muerte como un proceso natural que forma parte del ciclo que es vivir. "Se contempla como algo malo -reconoce Batiz-. Tampoco vamos a decir que sea bueno, pero es una etapa natural de la vida que si la conociésemos la afrontaríamos mejor."
Vivimos en la sociedad del éxito. La juventud hoy no es un estado transitorio, sino un valor en sí mismo. Igual ocurre con la belleza. Hay que vivir sin limitaciones. Se valoran positivamente la competitividad, la eficiencia, incluso la agresividad para triunfar; también la velocidad y las experiencias fugaces e intensas. Es una sociedad pensada para inmortales. Cualquier valor relacionado con el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo queda en segundo plano.
En un contexto así ¿quién se para a hablar de la muerte? Por eso no existe un espacio para los que se van a morir. Sencillamente, no están contemplados por el sistema, que no permite detenerse a pensar, al margen de las creencias de cada cual, en el hecho en sí mismo.
La muerte concentra sensaciones, temores, deseos cumplidos e incumplidos. Pone al hombre en el filo, entre lo que conoce y lo que ignora, entre su dimensión física y su dimensión espiritual. Es el momento de los balances, de las reflexiones sobre lo hecho y lo que no se pudo hacer. Lo que se dijo y lo que quedó por decir. Se juntan todas las soledades y afloran los verdaderos aprecios. Un momento inevitable y fundamental que, sin embargo, queda siempre en segundo plano y rodeado de silencios.
Las religiones aprovechan el miedo que provoca y se sitúan como intermediarias entre el hombre y el Más Allá, sea lo que sea, tratando de ofrecer consuelos y posibilidades, cielos e infiernos, a la vez que rodean el tránsito de ceremoniales. Para algunos el camino continúa. Para otros todo acaba en el momento en el que el corazón se para. Algunos encuentran refugio en sus creencias. Otros no necesitan buscar más allá. Pero todos tienen un gran interrogante puesto en el momento final de la vida. ∆

 

 Testamento Vital

Así se conoce también al documento de Voluntades Anticipadas mediante el cual una persona puede dejar escrita su voluntad sobre qué tratamientos desea o no desea recibir en el caso de padecer una enfermedad terminal que le impida expresarse por sí misma. Es un documento que refleja todas las indicaciones y explicaciones que la persona desee incluir para explicar su postura. Cataluña fue la primera Comunidad Autónoma en otorgarle validez legal en el año 2000. En otras Comunidades, como Galicia Aragón, Navarra, Madrid, País Vasco, o Extremadura, se han aprobado leyes similares. La Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) indica que aunque no haya legislación al respecto, el documento tiene peso moral suficiente incluso ante un tribunal. Esta asociación facilita un modelo orientativo en su web y ofrece asesoramiento e información. ∆
http://www.eutanasia.ws

 

 Morfina
La leyenda negra

Desde luego, si alguna sustancia tiene mala prensa ésa es la morfina. Está marcada desde principios de siglo pasado, cuando empezaban las drogodependencias. Se sabe que escritores como Novalis, Poe, Coleridge, Baudelaire, Stevenson y otros consumieron sustancias, entre ellas morfina, para experimentar otros estados de percepción en el proceso de creación. Como herencia, algunas personas se asustan cuando se les nombra la morfina, relacionándola con los efectos terribles de las drogodependencias. Lo cierto es que la morfina, utilizada correctamente, es un potente opioide muy efectivo para el control del dolor intenso. Su efecto analgésico, en buenas manos, calma todos los días a muchos enfermos que pueden mantener gracias a ella su calidad de vida. ∆

 

 FUSION OPINA

Para la inmensa mayoría de la gente hablar de la muerte es hablar de esa gran desconocida, temida, respetada, odiada, incluso.
Se habla con más ligereza y frivolidad de los anillos de Saturno que de la muerte. Sin embargo. ¿Es en realidad la gran desconocida? ¿Es un misterio o interesa que lo siga siendo?
Una de las mayores contradicciones que existen es ser practicante de cualquier religión y temer a la muerte. En todas ellas se habla de un "más allá", de un cambio dimensional, de otro estado de existencia.
Claro que si la muerte fuera contemplada como un tránsito a otro nivel de existencia, muchos de los "negocios" que existen en torno a ella se derrumbarían, y muchos de los presuntos intermediarios tendrían que vivir de otra cosa.
¿Y qué pasa con los médicos? Resulta incomprensible que se pretenda curar el cuerpo sin admitir, o estar preparado, para asumir que el hombre es algo más que un cuerpo físico, es decir, que existe algo, como quiere que se llame, que gobierna, dirige y, en su momento, abandona ese cuerpo.
Es como contemplar un coche sin tener en cuenta que dentro tiene que ir un conductor.
La escasa o nula preparación de los médicos para servir de enlace entre ambos mundos, debería ser más importante que la de los supuestos intermediarios religiosos, porque estos últimos dependen de la fe del paciente, mientras que de los médicos todos esperamos todo.
Un médico debería curar el cuerpo hasta donde es posible, pero luego debería ayudar al paciente a cambiar serenamente de dimensión. Y resulta curioso que los que más se oponen a esa práctica sean precisamente los más vinculados a religiones determinadas, sobre todo la católica. Es absurdo. Si la muerte no fuera una parte lógica de la existencia ¿Sería posible que existiera lo que conocemos o llamamos vida?
Si no se está seguro de lo que hay más allá ¿por qué se mantienen posturas tan inflexibles?
Tal vez la respuesta esté en que van estrecha y extrañamente vinculadas la vida y el sufrimiento, fruto de las desviaciones religiosas. Por eso un enfermo terminal debe sufrir hasta el último aliento.
¿Y si eso fuera absurdo? ¿Y si fuera una aberración médica y religiosa?
La lógica nos dice que no tiene porque ser así, y la razón también.
En cualquier caso el debate está servido y eso es lo más importante, que se rompa el sello de intocable y que se active la controversia.
Lo lamentable es que mientras se podría evitar mucho sufrimiento inútil. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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