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Luis Pancorbo en la isla de Sumba (Indonesia)

SEPTIEMBRE 2006

Luis Pancorbo
Periodista y Aventurero

Más de tres décadas conociendo los pueblos del planeta le han surtido de material para escribir un personal diccionario bautizado como Abecedario de Antropologías. Con él Luis Pancorbo nos lleva de viaje, saltando de letra en letra para conformar un universo personal en base a nuestras inquietudes. Él hace de maestro de ceremonias gracias a su experiencia.

Texto: Marta Iglesias /Fotos cedidas por L. Pancorbo

 Viajero inagotable

-¿A quién recomienda leer su ‘Abecedario’? ¿A dónde podemos llegar viajando de palabra en palabra?
-Es un abecedario abierto para todos los públicos, aunque al final no sea tan inocente. A diferencia de un diccionario, que es algo con voluntad de fijar, de concluir, un abecedario es un primer paso, permite pesquisas, exploraciones. El mío además es un abecedario que trata de antropologías, es decir, no se vincula con una determinada escuela antropológica o de pensamiento.
La pluralidad llega hasta la propia forma de lectura posible de este libro. Puede leerse en rayuela, saltando de letra en letra, o de voz en voz, cuando se encuentra algo que interesa o engancha. Para eso hay muchos vocablos escritos en versalitas que reenvían a otros y así sucesivamente. Uno puede viajar entre las palabras y en varias direcciones. Haciendo un pequeño mundo.

-¿Con su libro pretende ampliar los conocimientos del lector o animarle a viajar para saber por uno mismo?
-Siempre estoy en lo mismo: procurar transmitir lo que he visto y sabido. Sea en televisión, en prensa, o en libros, intento que los kilómetros, los libros, y los años que llevo sirvan para algo más que una distracción. Soy consciente de que doy más pistas que soluciones, pero por eso sigo viajando, para encontrar respuestas, no para llevarlas puestas.

-¿Qué creencias se repiten, invariablemente, en varios pueblos del mundo?
-Yo creo que lo que más se repite en el mundo es la gente que se cree el ombligo de todo. No sólo hay individuos, sino naciones, religiones, masas enteras, dedicadas a ensalzar lo propio y denigrar lo ajeno hasta puntos a veces criminales. Una cosa es decir "mi queso es el mejor" o "no hay como el vino de mi tierra", y otra pegar fuego al que es diferente. El ser humano cae mucho en ese error, conocido como etnocentrismo, ya sea blanco o negro, rico o pobre. Luego hay otra cosa muy común en el mundo y es el miedo a la enfermedad, a la soledad, a la pobreza y en definitiva a la muerte. Y para eso la gente acude a toda clase de remedios, incluido el hedonismo a tope. Pero precisamente para la gran contradicción de la vida no hay solución, salvo tomar las cosas con unas gotas de humor, o de relativismo cultural, o de ambas cosas.

"El colonialismo occidental ya no usa el látigo, pero sus objetivos básicos siguen siendo los mismos: dominio sobre gobiernos enteros, sobre información, materias primas, precios y consumos, gestos y marcas".

-¿Qué queda en usted del explorador de antaño, que descubría las cosas por vez primera?
-Nunca he descubierto el Amazonas, ni siquiera el Mediterráneo. Otra cosa es que los azares me llevaran en 1969 a ser el primer viajero español en pisar el Polo Sur, o en 1999 a ser el primer español en volver, desde que lo hizo Álvaro de Mendaña en 1568, a la Bahía de la Estrella, en Santa Isabel, una de las menos conocidas Islas Salomón. Pero lo que más he hecho, ya en más de tres décadas, ha sido fijarme en los bordes de los caminos, en los pueblos periféricos, en las creencias que pueden ser tan extrañas para nosotros como las que hay en Deshnok, un pueblo de la India donde adoran a las ratas, una de las encarnaciones de una diosa. Claro que también hay otros pueblos que no comprenden por qué en España se adoran a las angulas.

-Viaja a conocer muchos pueblos ancestrales y luego vuelve a su ritmo normal de vida, ¿a qué llama progreso, evolución?
-Voy y vengo de los sitios, es verdad. Así observo lo mejor de ambos mundos, tengo la sorpresa de lo nuevo y la vuelta a Europa, y dentro de ella, a España. Me gustan las noches en un poblado de la Melanesia, donde no hay más luz que la de las hogueras, o de las luciérnagas. Pero también me gusta mucho ir al cine o ir a cenar pudiéndome sentar en una silla cómoda, con todo fresco y limpio.
Yo desde luego creo en el progreso, en la evolución, y además en un sentido darwiniano. Lo digo porque en Estados Unidos ya más del cuarenta por ciento de la gente cree que la Biblia es la única explicación del mundo y lo único cierto sobre su origen. Para ellos no es posible que el desierto del Sáhara fuese un mar y un vergel hace millones de años: todo, en su actual aspecto, surgió de repente y hace solamente miles de años, tal como lo cuenta el Génesis. Pero si no fuera por el progreso todavía estaríamos diciendo que el Sol gira en torno a la Tierra. La caverna está bien para ver pinturas, y poco más.

Indios Machiguengas del Perú

-¿Hemos sustituido el colonialismo occidental de siglos pasados por una globalización cultural que está haciendo desaparecer las señas de identidad de cada pueblo del planeta?
-El colonialismo occidental ya no usa el látigo, ni al blanco le dicen todo el tiempo 'sí, bwana', pero sus objetivos básicos, sus intereses, siguen siendo los mismos. Hay un dominio del Primer Mundo sobre gobiernos enteros, sobre la información, sobre las materias primas, sobre precios y consumos, gestos y marcas. Ese dominio se transforma en que los dominados pierden lenguas, culturas, modos de ser. La cuestión ahora es que se conocen las estrategias blancas, o sea, las del capitalismo puro y duro, y al menos en América empieza a haber un acceso mayor a la información, a la educación, y eso genera un nuevo poder, que naturalmente choca con los intereses de siempre. Sin embargo, en América algo se mueve con más velocidad que en otros sitios, y no digamos nada de África, donde en cambio hay muchos indicadores del retroceso. Ahí están los cayucos rumbo a las playas españolas.

-¿Dónde diría que está la frontera entre un pueblo que desea conservar sus raíces y los nacionalismos de quienes reafirman su cultura?
-Esta es una de esas buenas preguntas que no tienen contestación rotunda. Es cierto que muchos pueblos si no recurren a cierto nacionalismo pierden identidad, y por ese camino, lengua y cultura. No menos cierto es que una lengua mayoritaria no practica la caridad con las lenguas minoritarias, lo que busca es garantizar su expansión, y disfrutar de ella. Esa expansión es también cuna de un nacionalismo aunque sea de mayor tamaño y aunque la gente que lo practica no se sienta vinculada directamente a lo político, sino a lo cultural, o al propio goce de hablar y escribir su idioma. La cuestión sería modular todo eso, convencer a todas las partes en juego de que también es un tesoro la lengua del otro, el color del otro, la historia del otro. Por mi trabajo trato de entender que las cosas tienen varios puntos de vista. Pero lamentablemente se lleva más el punto de vista único, lo que yo llamaría el ombligo único, por no ir bajando en la anatomía humana.

"Es muy común en todo el mundo el miedo a la enfermedad, a la soledad, a la pobreza y en definitiva a la muerte"

-¿Hemos convertido las culturas del planeta en meras mercancías destinadas a atraer al turista con dinero?
-Los lapones exigen dinero cuando se visten a la vieja usanza y alguien pretende fotografiarlos o sacar algo de eso. Los masais de Kenia piden unos cuantos chelines por foto. Y lo mismo sucede ya en muchas tribus del mundo. Nos quieren distintos, pues que nos paguen por ello, eso parece ser ya bastante universal. La verdad es que este mundo de viajes masivos, rápidos, de turismo creciente, de información global, parece necesitar unas dosis de exotismo para funcionar. ¿Para qué viajar si encontramos lo mismo que en la vuelta de la esquina? Lamentablemente el exotismo es una mercancía y hay muchos casos en que, si no existe, se recrea. También en España hay personas que viven a base de reproducir el cliché flamenco, porque a diario no van precisamente con bata de cola.

-¿Qué viaje pendiente tiene por hacer, en terrenos en los que aún no se ha aventurado?
-Siempre hay sitios adonde ir. El mundo tiene muchos rincones interesantes como para poder conocerlos todos en una vida. Y luego está el placer de volver a los sitios, sobre todo cuando ha pasado mucho tiempo después de la primera visita. Yo por ejemplo no me cansaría de ir a las islas del Pacífico, y eso que he visto muchas. Siempre hay una sonrisa nueva que necesitas. O un baño más en un agua de mar limpia y caliente. Y el sabor de un pescado no congelado. Hasta es un placer ver gente que no esté tan deseosa de ir a más de 120 kilómetros por hora. Aún queda eso en la Melanesia, en África, en algunos países asiáticos. En fin, todavía no está todo perdido. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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