OCTUBRE 2006
Inmigrantes. Preparados para más
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El fenómeno de la inmigración se sigue viendo en España como un
fenómeno absolutamente negativo, cuando las cifras demuestran que la
contribución de la población extranjera al aumento del censo nos
está haciendo más bien que mal. |
Y no dejan de llegar. Ni dejarán. Ante la
avalancha de este verano, el gobierno de Zapatero, que abrió brecha en
Europa con unas propuestas abiertas y dirigidas a la integración, se vuelve
cauto, endurece su política y para empezar cierra el grifo de las
regularizaciones. Dice el ministro Caldera que el mercado ya no puede
absorber más inmigrantes. Discrepan los sindicatos, patronales y diversas
organizaciones no gubernamentales. Mientras tanto, la oposición sigue en sus
trece. No han digerido la anterior regularización, que legalizó a casi
seiscientos mil extranjeros. Y no dejan de atacar con lo del "efecto
llamada". El gobierno se defiende argumentando que eso del "efecto llamada"
es una estupidez, que lo que hay es el "efecto pobreza". Y la pobreza, el
hambre, la búsqueda de un futuro mejor mueve lo que haya que mover. Entran
por nuestro país porque somos la puerta. Si África estuviese al norte, los
cayucos entrarían por Noruega, pero da la casualidad de que está al sur y
entran por España. Cuestión de geografía.
El caso es que el fenómeno de la inmigración se sigue viendo en España como
un fenómeno absolutamente negativo, cuando las cifras demuestran que la
contribución de la población extranjera al aumento del censo nos está
haciendo más bien que mal. De hecho, un estudio reciente elaborado por una
entidad financiera concluye que el crecimiento de nuestra economía se debe
en una parte a la mano de obra extranjera. Agradecidos debíamos estar.
Pero la avalancha aumenta, y lo hace en unas condiciones terribles. Al fin y
al cabo, no hay que olvidar que las llegadas masivas a Canarias son la punta
del iceberg de un problema de desigualdad muy profundo, del que es
directamente responsable todo el mundo desarrollado. Africa se desborda,
también Sudamérica, Asia y algunos países del este de Europa. Y no valen
soluciones-parche, porque mientras se tapa un agujero se abren diez brechas
nuevas en otro lado. Pero todo esto ya lo sabemos desde hace tiempo. Si de
algo se puede acusar al gobierno es de una terrible falta de previsión ante
un fenómeno que se ve venir de lejos y que no ha dejado de aumentar año tras
año. Muchas gestiones podían estar tramitadas, las ayudas en marcha, las
visitas a los países de origen hechas con mucha antelación, y no a toda
prisa y por la vía urgente, intercaladas entre los días de vacaciones de los
ministros.
La cuestión es que éste no es un problema sólo de España. Por eso Europa no
debería mirar hacia otro lado o tratar el tema en superficie, como si se
tratase de una anécdota de la política interior de una república bananera,
ni España debe abordarlo con timidez, pidiendo favores a nuestros socios
para afrontar un problema común que es una bomba de relojería para todos.
Será una prueba de unidad y de coherencia para toda la UE, que deberá
definirse y concretar cuál va a ser su postura y cuántas las ayudas. Un
examen difícil, puesto que la idea de una Europa unida que vela por
intereses comunes es algo que de momento no pasa de ser una mera teoría.
De momento, se detienen las regularizaciones a la espera de que la situación
se tranquilice un poco. Cabe esperar que la intensidad decrezca un poco
según vayamos adentrándonos en el otoño y luego en el invierno, pero en
ningún caso se puede pensar que esto va a terminar. Se puede ya ir previendo
lo que nos vamos a encontrar en años venideros, y si hay valor para ello, se
puede empezar a trabajar con los países de origen, favoreciendo convenios,
aumentando la ayuda al desarrollo, estableciendo lazos que en definitiva
ayuden a levantar economías tan maltrechas que condenan a sus habitantes a
la pobreza y por tanto a la emigración.
Por último, una advertencia que escuchábamos recientemente al portavoz de
una ONG: no perdamos de vista que ahora estamos recibiendo lo mejor de
Africa: jóvenes emprendedores, pioneros, valientes y educados, como lo
demuestra la santa paciencia con la que están soportando el hacinamiento y
las esperas en Canarias. Cuando seis policías cuidan de la seguridad de más
de dos mil personas hacinadas, si no ocurre algo grave es por un milagro o
porque la gente es un ejemplo de civismo.
Pues lo dicho: lo peor vendrá detrás. Que nos pille preparados.
/CF |