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El fin de la dictadura del

El fin de la dictadura del humo

 

 

 

Fumar ya no está de moda Se ha venido abajo el mito del hombre atractivo y seductor, con un pitillo en la boca, ni está tan sólidamente afincado el rito del cigarrillo como paso de la adolescencia a la edad adulta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La imagen del no fumador se asocia a la de una persona de nivel social alto, económicamente bien situada y con formación. Por el contrario, el tabaco se extiende entre las capas más pobres y menor nivel cultural.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La hostelería sentenció la ley antes de su nacimiento. Se habló de pérdidas millonarias y más paro en el sector. La realidad de momento está bastante lejos de estas previsiones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El humo que el fumador no traga y "regala" a sus vecinos es mucho más contaminante que el que se inhala. Solamente debido a la combustión del cigarro, el monóxido de carbono se multiplica por cinco. También aumentan las sustancias cancerígenas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"La industria del tabaco financia a personas y asociaciones, por ejemplo el Club de Fumadores por la tolerancia, para contaminar los medios de comunicación diciendo que hablan en nombre de los fumadores y aportando datos falsos"
Elisardo Becoña, Catedrático de psicología

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un cigarrillo contiene: gas butano, como el que se usa para cocinar, plomo como el de los tintes para el pelo, cadmio como el de las pilas, arsénico como el que hay en los matarratas; también formaldehído, utilizado para conservar los cadáveres.

NOVIEMBRE 2006

Los no fumadores reivindican su derecho a respirar aire limpio. Los fumadores, reclaman ejercer su libertad personal para continuar con su adicción. El estado ya se ha definido: la Ley Antitabaco, aunque no se ha atrevido con todo, sí regula dos pesos pesados, el entorno laboral y los locales de ocio, santuario de los fumadores. Ya llevamos unos meses con menos humos y éstas son algunas conclusiones.

Texto: Carolina Fernández • Fotos: Fusión

Como siempre, no llueve a gusto de todos. Son medidas excesivas para unos, insuficientes para otros, pero sin duda un paso adelante en la lucha contra el tabaquismo. Se calcula que de los diez millones de fumadores que tenemos en la actualidad en España, podamos quedarnos en algo menos de siete millones dentro de diez años. Algo es algo. Reducir más el número será costoso, porque queda el sector "duro", los más adictos y menos dispuestos a soltar el cigarrillo. ¿Cuánto se tardará en erradicar el tabaquismo? Imposible saberlo, pero los expertos más optimistas no bajan en sus previsiones del medio siglo.
Mientras tanto, se va ganando terreno.

Apaguen sus cigarrillos, por favor

Cuando la ministra Salgado anunció la nueva ley, sabía que se iba a topar de frente con varios aspectos. Para empezar, la cultura del ocio, tan arraigada en nuestro país y muy ligada además al alcohol y al tabaco. Son las llamadas drogas legales cuyo consumo está tan socializado que resultaba difícil para algunos, en un primer momento, visualizar un bar sin su neblina azulada de fondo. Además estaba el tema de las libertades personales, uno de los principales argumentos de los fumadores: "quién me va a decir a mí que no puedo fumar aquí". Definitivamente no estábamos acostumbrados. Pero con la ley en la mano se traza una raya muy clara. Los no fumadores respiran hondo y se crecen. Hasta la entrada en vigor de la nueva ley poco podían hacer para esquivar el humo, aparte claro está de la posibilidad de pedir educadamente al comensal de la mesa contigua o al compañero de trabajo que apagase su cigarrillo y encomendarse a su civismo, lo que evidentemente casi nunca funcionaba.
Lo cierto es que salvo protestas aisladas en momentos puntuales, los fumadores pasivos han sido tradicionalmente los sufridores, los que tenían que soportar que los adictos al tabaco "ejerciesen sus derechos".
Hasta ahora el no fumador no tenía conciencia de clase. No se consideraba parte de un grupo, por cierto mucho más numeroso que el equipo contrario, con capacidad para asociarse, unir fuerzas, compartir objetivos y presionar tanto a la administración, como a las empresas.Las tabaqueras no se resignan. Desde un segundo plano continúan ejerciendo su influencia y presionando a los gobiernos de los países desarrollados para que no legislen en contra del tabaco.
Con la ley en la mano, la situación comienza a darse la vuelta.
Pero cuando un no fumador reclama que se cumpla la ley establecida, la reacción no siempre es positiva. "Se actúa bastante a la defensiva", explica Raquel Megina, presidenta de nofumadores.org organización pionera en la lucha por los derechos del no fumador. La recomendación de este grupo es evitar en lo posible crear conflictos innecesarios, es decir, no dirigirse directamente al que enciende el cigarrillo, sino al responsable de que eso no ocurra. "Tratamos el tema con el dueño o encargado del local. Si éste no hace cumplir la ley lo mejor es pedir el libro de reclamaciones sin discutir con el encargado. Aún así hemos tenido experiencias desagradables". Sucede cuando los dueños de los locales no colaboran, a pesar de saben que con la ley en la mano tienen todas las de perder. En Barcelona, un socio de nofumadores.org pidió el libro de reclamaciones en un restaurante antes de consumir. El dueño se negó y lo echó del local. En una discoteca de La Coruña, otra persona indicó a varios clientes de una discoteca que estaban fumando en la zona de no fumadores, y les pidió que por favor se trasladasen. El dueño del local le increpó e insultó. En Madrid, sucedió algo similar en una cafetería abierta a un centro comercial. En este caso el dueño se puso además violento. En todos los casos hubo que llamar a la policía.
Son algunos ejemplos de lo que cuesta en algunos sectores asimilar la nueva ley. De todas formas otros profesionales insisten en que son casos aislados, y subrayan que la transición hacia una España sin humos se está llevando a cabo de una manera ejemplar en líneas generales. "Es falso que esté habiendo una reacción crispada por parte de los fumadores. Lo que ocurre es que la industria del tabaco financia a determinadas personas y asociaciones, como por ejemplo el Club de Fumadores por la Tolerancia, que se dedican a contaminar los medios de comunicación diciendo que hablan en nombre de los fumadores y aportando datos falsos. La realidad es que según las encuestas, al 75% les parecen bien las restricciones", explica Elisardo Becoña, Catedrático de Psicología Clínica en la Universidad de Santiago, donde dirige una Unidad de Tabaquismo. También es miembro del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, un veterano en la lucha antitabaco.
A río revuelto ganancia de pescadores. En este caso el refrán refleja fielmente la realidad. De la confusión saca beneficio la industria que la genera. "Ellos procuran transmitir la idea de que la ley no se cumple, porque si la gente sigue fumando masivamente solamente un mes más, son millones y millones de euros de facturación en tabaco. El problema es que durante ese mes de confusión mueren varios cientos de personas", continúa Becoña.

Clubes de Fumadores. La voz de su amo

Y es que las tabaqueras no se resignan a cruzarse de brazos mientras su negocio peligra, pero sí se han visto en la necesidad de pasar a un discreto segundo plano, desde donde continúan ejerciendo su influencia y presionando en la medida que pueden a los gobiernos de los países desarrollados para que no legislen en contra del tabaco. Para eso, es fundamental ganarse a la calle. ¿Cómo hacerlo, cuando se ha vetado el camino más fácil, el de la publicidad? Para Elisardo Becoña, las multinacionales de este sector siempre tienen mucha capacidad de maniobra. Veamos cómo:
Entre los que pelean activamente por la desaparición del tabaquismo se habla de los llamados "juicios de Minesotta" como un triunfo. En lo que fue una de las victorias legales más importantes, se logró un acuerdo entre las tabaqueras y una mayoría de los estados de EE.UU., que permitió la desclasificación de muchos documentos internos que hoy están disponibles en internet. En ellos se desvelan entre otras cosas cuáles son las estrategias de marketing no sólo en Estados Unidos, sino a nivel mundial, y se describen las tácticas que usaron en los años setenta, ochenta y noventa. En concreto en Europa se trataba de conseguir el apoyo de sindicatos, políticos, periodistas, empresarios y hosteleros. Otro de los objetivos era crear clubes de fumadores que presionasen para bloquear las políticas antitabaco.
El Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) ha denunciado en numerosas ocasiones, citando incluso declaraciones de la tabaquera Phillip Morris durante los años 90, que las compañías utilizan los clubes de fumadores como pantalla para difundir sus propias versiones e influir en la opinión pública. En ese contexto surge en España el Club de Fumadores por la Tolerancia. En concreto se nombra a nuestro país en un documento que prevé "un apoyo continuado de Philip Morris/Industria a los clubes de fumadores de Italia, España, Francia, Holanda y Grecia para ayudarles a incrementar su número de miembros y su influencia"(*). "Es una industria muy fuerte cuyo único objetivo es vender -apunta Elisardo Becoña-. Seguirán insistiendo, usando sus argumentos demagógicos, insostenibles con argumentos racionales, apelando a la libertad, a la bondad del producto, quejándose de que la administración cobra muchos impuestos. Al menos la desclasificación de los documentos secretos de Phillip Morris, nos ha indicado con nombre y apellidos a cuánta gente tienen en nómina para bloquear cierto tipo de acciones y leyes".
"En más de una ocasión hemos tenido que debatir en los medios de comunicación con Fumadores por la Tolerancia -explica Raquel Megina-, pero últimamente hemos declinado hacerlo. No es una simple asociación de ciudadanos, sino una organización pantalla que defiende otros intereses".
En el mundo existen una veintena de organizaciones como ésta, todas localizadas en países desarrollados, que es donde las leyes reguladoras avanzan con más rapidez. Desde este tipo de foros es, según los expertos consultados, desde donde se vierte a la opinión pública la mayor parte de ese clima de crispación y de enfrentamiento entre ambos bloques. "Mucha de la conflictividad que se ha generado es artificial -señala el doctor Plácido Gascó, médico de familia en Navarra y miembro del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo- . Hay que tener en cuenta que la aceptación de la ley a nivel laboral ha sido ejemplar. No ha habido problemas en las empresas. Sin embargo, por alguna razón los hosteleros se empeñan en contarnos que los mismos fumadores que no dan problemas en su trabajo, son conflictivos cuando van al bar. No se entiende muy bien qué es lo que está pasando en el sector de la hostelería".
Un ejemplo del tono que se utiliza: en España, el Club de Fumadores por la Tolerancia publicó una carta con fecha del 26 de julio de 2005, dirigida a empresas españolas, en la que alertaba sobre futuros conflictos si no se habilitan salas para fumadores u otras alternativas negociadas en las empresas. Es la misma postura que adopta la industria tabaquera. "Queremos informarle, como máximo responsable de su empresa, de las graves consecuencias que puede provocar el Proyecto de Ley (...) que, de ser aprobada en sus términos actuales de redacción, alterará la convivencia entre fumadores y no fumadores en el ámbito laboral". Y advierte "(...) debe usted ser consciente de los problemas que esta medida le puede acarrear, sea o no fumador".

Los hosteleros enseñan las uñas

En cuanto asomó la posibilidad de promulgar una Ley Antitabaco en España, los primeros en saltar del asiento fueron los hosteleros. Y eso es porque en nuestro país, el tiempo de ocio está culturalmente ligado al cigarro. Bares, cafeterías, y por supuesto pubs y discotecas. En todos encontramos la imagen de la conversación distendida, los amigos, la música, sumada a un café, una copa y el humo de un pitillo.
La hostelería sentenció la ley antes de su nacimiento: será imposible cumplirla, se dijo. Se pronosticó un cataclismo económico de dimensiones bíblicas, con la pérdida de 20.000 puestos de trabajo, 1600 millones de euros y el 8% menos de clientela. La realidad de momento está bastante lejos de estas previsiones.¿Cuánta gente fuma en España? Las cifras nos dicen que no tanta como parece. Fuma una de cada cinco personas. Y la mayoría reconoce que le gustaría dejarlo.
Otros países que antes que nosotros han probado leyes similares, han tenido una experiencia positiva. Sin salir de Europa tenemos el ejemplo de Irlanda, Italia, Suecia y Noruega, cuyos fumadores han tenido que acostumbrarse a salir de los bares para sacar un pitillo. El efecto en la hostelería ha sido neutro: se gana un cliente por cada uno que se pierde. En los lugares en los que las ventas han bajado, hay que barajar otras razones: al sector le hace más daño el botellón que la ley antitabaco. Es más, Elisardo Becoña aporta que "de enero a mayo, las contrataciones han aumentado en la hostelería, eso significa que facturan más, que va mejor el negocio. La ley está provocando que disminuya la venta de tabaco pero que crezca la de hostelería, porque la gente tiene más dinero".
Al contrastar el alarmismo que se genera con la realidad de los datos, cabe dejar una pregunta sobre la mesa, planteada por Rodrigo Córdoba, presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT): ¿Qué clase de compromiso tienen los hosteleros con la industria del tabaco? ¿Acaso es la venta de tabaco el negocio principal de la hostelería? ¿Por qué actúan de fuerza de choque de la industria tabaquera? Y finalmente ¿puede considerarse razonable la posición del sector hostelero español ante la nueva Ley del Gobierno de España?

Todo esto, en un pitillo

Los chavales de un instituto de secundaria se quedan perplejos cuando empiezan a oír la lista de sustancias que se encuentran en un pitillo. El doctor Plácido Gascó, empieza a enumerar: hay gas butano, como el que se usa para cocinar, plomo como el de los tintes para el pelo, cadmio como el de las pilas, arsénico como el que hay en los matarratas; también formaldehído, utilizado para conservar los cadáveres. No hay como una buena comparación para impresionar al auditorio. Relacionar las sustancias químicas con productos tan cotidianos como la laca para el pelo es un golpe de efecto. "Son cosas que uno no se llevaría a la boca más que por error y que normalmente tienen una calavera en la etiqueta que advierte sobre su toxicidad", explica. Por si no bastara, se ayuda de unas cuantas botellas llenas de alquitrán: "esto es lo que meterás en tus pulmones si fumas dos cajetillas diarias". Una botella de champán llena. Se quedan con la boca abierta.
Todas las fórmulas son bienvenidas si hacen que los posibles futuros fumadores, los jóvenes, el bocado más apetitoso para las multinacionales del tabaco, no lleguen a encender el primer cigarrillo. "El tabaco es algo muy familiar, y al principio cuesta un poco asimilar que todo eso pueda estar en ese humo blanco que desprende un cigarro". Seguidamente se amplía la información: el tabaco tiene 4750 sustancias, de las cuales algo más de cuarenta son capaces de provocar cáncer.
Tema aparte son los fumadores pasivos. El humo que el fumador no traga y "regala" a sus vecinos es mucho más contaminante que el que se inhala. Solamente debido a la combustión del cigarro, el monóxido de carbono se multiplica por cinco. También aumentan sustancias como cadmio y amoníaco, lo que lo hace más rico en productos cancerígenos.

¿Cuánta gente fuma en España?

¿Realmente estamos ante un sector tan amplio? Para empezar, los datos que manejan las tabaqueras suelen ser falsos. La realidad que plantea la CNPT presenta las cosas de otra forma. El profesor Becoña explica que en España fuma el 30% de la población adulta, lo que supone el 20% de la población total, es decir, en España fuma una de cada cinco personas. "En realidad, las cifras nos dicen que sólo fuma una minoría. Y de estos, entre un 50 y un 70% reconocen que les gustaría dejarlo".
Desde distintos ámbitos se quiere transmitir que fumar ya no está de moda. Y es que se ha venido abajo el mito del hombre atractivo y seductor, con un pitillo en la boca. Ya no resulta un gancho la imagen del vaquero Marlboro, camisa desabrochada y gesto de confianza, ni está tan sólidamente afincado el rito del cigarrillo como paso de la adolescencia a la edad adulta. (Por cierto, resulta anecdótico que los tres hombres Marlboro que han sido la imagen publicitaria de la marca hayan muerto de cáncer de pulmón). Según explica el doctor Gascó, fumar representa hoy "la imagen de una persona dependiente, adicta, y con una tarea más sin resolver, que es la de dejar la adicción". Cada vez más, la imagen del no fumador se asocia a la de una persona de nivel social alto, económicamente bien situada y con formación. Por el contrario, el tabaco se extiende entre las capas más pobres y menor nivel cultural. "Los grandes focos de fumadores en un futuro cercano son personas del tercer mundo, de un bajo nivel cultural, con algún problema psicológico". "Cuando se manejan conceptos de adicciones, el tema de la libertad personal es relativo. Es como si se le pregunta a un alcohólico si es libre de beber o no. La adicción siempre es esclavitud". Plácido Gascó, médico
Aún así, es difícil de comprender por qué fuma un número de personas que nos parece todavía excesivamente grande, sobre todo cuando la mayoría sabe a qué se expone. La sociedad parece haber trivializado el tabaco de tal forma que ya no percibe los riesgos. Llega la hora del autoanálisis. "Yo creo que la información que los médicos hemos proporcionado no ha sido la más adecuada -explica Plácido Gascó-. El fumador está harto de que le digan genéricamente que el tabaco mata. Todo el mundo sabe eso. Pero nos hemos creído que informando a la gente la estábamos formando". Gran error. La mayoría de los fumadores es perfectamente consciente de los riesgos que entraña, sin embargo esos argumentos no son suficientes. Todos conocemos algún fumador que es completamente impermeable a las críticas o los consejos bienintencionados de algún amigo o familiar, y los recibe como una pesadez: de vez en cuando hay que soportar el sermón de los no fumadores. Los mensajes en las cajetillas del tipo "Fumar puede matar" resultan machacones y no consiguen el efecto que buscan. Son más bien una penalización para las tabaqueras, que se ven obligadas a incluirlos en las cajetillas (con todo, no deja de resultar chocante encontrarse una advertencia de muerte en un producto de venta al público).
Se calcula que de los diez millones de fumadores que hay aproximadamente en España, entre tres y cuatro millones tienen una dependencia alta. Esos son los más reacios a los mensajes. Sin embargo, según apunta Plácido Gascó, "es raro que un fumador muera con un cigarrillo al lado de la cama. Normalmente lo deja antes". ¿Cuándo? En el momento en que recibe un ultimátum de su salud. Es lo más habitual. Aún así, a veces ya es demasiado tarde.
Comenta el doctor Gascó que en ocasiones piden a los jóvenes que asisten a una conferencia que escriban una carta a un fumador -su padre, su tío, su hermano mayor-. Se les pide que la escriban desde el corazón, y añaden "no queremos que repitáis lo del cáncer de pulmón, bla, bla, bla, sino que escribáis desde lo que significa para cada uno ver cómo esa persona por las mañanas empieza a toser, ver que se pone enfermo". Curiosamente, la fórmula tiene cierto éxito. "La verdad es que a veces ha servido como acicate para dejar de fumar, cosa que nosotros, desde el campo científico y médico no habíamos podido conseguir. La experiencia muestra que los chavales, desde el sentimiento, tienen más acceso al mundo del fumador".

Falso respeto

Posiblemente el argumento más utilizado para continuar con un cigarrillo en los labios es el de la libertad personal, el derecho de cada uno a hacer lo que considere oportuno, lo que incluiría el propio cuerpo y la propia salud.
"He aprendido a no tratar de convencer a la gente acerca de lo que debe hacer. Considero la tarea de tratar de convencer a otros una falta de respeto personal, un intento de colonización". Son palabras de José Saramago, recogidas en Drugnet Europe(**). Fueron el punto de partida para un encuentro de expertos reunidos este verano en Lisboa, en el que se plantearon preguntas como ésta: ¿Estamos legitimados para tratar de regular el potencial del individuo para autolesionarse?
A su vez nosotros nos preguntamos: ¿se puede hablar de libertades personales cuando se trata de una adicción? ¿Habla la persona o habla la adicción? Eso sin ahondar en lo que supone para la sanidad pública, pagada por todos, atender a las víctimas del tabaquismo. Nos ha respondido Plácido Gascó: "Cuando se manejan conceptos de adicciones, el tema de la libertad personal es relativo. Es como si se le pregunta a un alcohólico si es libre de beber o no. La adicción siempre es esclavitud". ∆


(*)Phillip Morris. Asuntos Corporativos para Europa. Plan para las futuras restricciones del tabaco 1994-1996. Fuente: CNPT 2005
(**)Boletín del Centro Europeo de Control de Drogas y Drogadicciones. www.emcdda.europa.es

 

Nofumadores.orgNofumadores.org

Internet los puso en contacto. La aversión al humo es el punto en común. La salud es el principal argumento. Ahora, con la ley en la mano, pueden hacer valer sus derechos.

Todos tenían la misma idea y decidieron unir fuerzas. Hasta el momento, poco habían hecho los no fumadores para movilizarse. Podríamos decir que cada uno respiraba lo que le tocase en suerte, sin conciencia de formar parte de un grupo mucho mayor de afectados por el humo del tabaco. "Sencillamente estamos hartos de respirar humo y queremos hacer algo para remediarlo", explica su presidenta, Raquel Megina. Cuenta que durante sus primeros años de vida laboral tuvo que soportar el humo de tabaco en su puesto de trabajo. Luego trabajó en una multinacional en Londres, en cuyas oficinas no se podía fumar. Vio el cielo abierto. "Incluso en el piso compartido, los mismos inquilinos fumadores tenían la norma de no fumar en casa. Durante ese tiempo me "desintoxiqué" y me di cuenta de que era posible, de que se podía vivir sin humo de tabaco". Los nofumadores.org se definen como ciudadanos corrientes que sacan tiempo de donde pueden para reivindicar su derecho a la salud. Subrayan que en su intención no está encabezar cruzadas para que los adictos abandonen el tabaco; basta con no tener que respirarlo si uno no quiere. Son alrededor de 1200 socios de un abanico muy amplio de edades, aunque les consta que las personas preocupadas por su salud son más.
¿Cómo es su relación con los fumadores? "Después de muchos años, la tortilla se ha dado la vuelta". Explica Raquel que pasan de ser los agresores a sentirse agredidos, y continúa: "Y eso que no están ni de lejos como estábamos nosotros, porque la ley no prohíbe fumar, simplemente limita el dónde y el cuándo. Piensan que es una ley contra los fumadores pero no es así ni de lejos. Es una ley que protege al no fumador". ∆

 

 FUSION OPINA

La inmensa mayoría de los fumadores se ven a sí mismos como personas inteligentes, sin embargo mantienen un hábito que mina su salud y que posiblemente acabe por llevarlos a la tumba. No hay ningún animal que consciente y premeditadamente se lesione a sí mismo. ¿Dónde está pues la inteligencia?
La inmensa mayoría de los fumadores no son capaces de sostener una discusión razonada sobre su hábito, principalmente porque los argumentos se acaban en la primera vuelta. Es más, la mayoría no soporta hablar del tema cuando se le ponen delante argumentos que no puede rebatir. Ante un comportamiento absurdo, carente de toda lógica, acaban por tomar la salida más fácil: enfadarse con el interlocutor, mostrarse ofendidos, indignados por lo que consideran una intromisión o echando mano del argumento universal: "porque me da la gana". Repetimos: ¿dónde está la inteligencia?
Nosotros nos planteamos: ¿tiene un individuo derecho a autolesionarse? Y más allá ¿tiene derecho a hacerlo cuando son los demás los que también pagan las consecuencias? De la misma forma que un fumador decide seguir fumando, consciente de que le va a provocar enfermedades ¿no debería la sociedad decidir sobre la atención sanitaria que le prestará una vez enferme? Un fumador, mil veces advertido ¿tiene derecho a solicitar asistencia con cargo al dinero de todos, cuando finalmente se desata la enfermedad?
Si fuésemos capaces de responder sin hipocresía todas estas preguntas, posiblemente estuviésemos poniendo la primera piedra para terminar con millones de muertes absurdas. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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