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NOVIEMBRE 2006

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La Rusia de Putin: la mala Rusia

La Rusia de Putin: la mala Rusia

Debemos preguntarnos:
¿Por qué los líderes mundiales siguen besando el suelo por donde pisa Putin?
¿Por qué nadie se atreve a decir lo que todos saben?

Este mes pasado hemos tenido que sumar a la lista de periodistas muertos el nombre de la rusa Anna Politkovskaya, la conciencia del régimen de Putin. En los nueve primeros meses del año ya han muerto asesinados 75 (la mayoría en Irak, claro) según la Asociación Mundial de Periódicos (WAN). Con esa cifra este 2006 ya tienen el dudoso honor de ser el año más mortífero de todos.
¿Pasará algo después de este asesinato? Posiblemente nada, salvo que a la inmensa mayoría se nos afianza la certeza de que la Rusia de Putin es culpable de más de lo que imaginamos. El resto, quedará en cuatro condenas tibias, y a pasar página, para centrarnos en asuntos más importantes.
Sin embargo debemos preguntarnos: ¿Por qué los líderes mundiales siguen besando el suelo por donde pisa Putin? ¿Por qué nadie se atreve a decir lo que todos saben, a denunciar, a presionar? ¿Por qué se le considera un aliado imprescindible, sabiendo que su sistema democrático es una estafa, que el país está dominado por las mafias, que no existe libertad de expresión, que sus cuerpos de seguridad son completamente opacos y actúan con total impunidad, que no existe un aparato judicial con garantías, que el que disiente lo paga caro, que la mayoría de la población vive en la miseria mientras una reducida oligarquía acumula los beneficios de la apertura capitalista, etc., etc.? ¿Por qué sabiendo todo eso, que es de dominio público, Putin sigue paseándose por los salones de Europa sin tener que oír una voz discordante? La vieja Europa, que cuando se trata de hacer proclamas se llena la boca de loas a la democracia, mira siempre para otro lado, con educada discreción, cuando se trata de recibir visitas.
De hecho hay una amplia agenda de temas comunes que conviene llevar a buen puerto sin engorrosas interferencias, como periodistas asesinados y similares. No olvidemos que Rusia es una vecina muy grande y muy pesada, antigua enemiga en tiempos de la Guerra Fría, con graves problemas internos sin resolver. Y es que el área de influencia de la antigua URSS se ha recolocado como ha podido después del cambio. En algunos casos con cierta fortuna y en otros de muy mala manera, caso de la ex Yugoslavia. Sea como sea, la zona no es ni mucho menos una balsa de aceite. Los separatismos mal digeridos de algunas ex repúblicas soviéticas son una amenaza latente, y la posibilidad de que Ucrania engrose las filas de la OTAN hace pensar que se pueda desequilibrar el ya precario equilibrio, a favor de la expansión de la influencia de EEUU en la zona.
Además Rusia suministra el 30% del gas y el 18% del petróleo que consume Europa. La disponibilidad de los recursos energéticos le da a Putin el mango de la sartén. Además de eso, Europa depende del suministro de Oriente Medio. Si éste fallase, como consecuencia de la inestabilidad que vive la zona, Europa tendría serios problemas, por eso necesita asegurar bien lo que recibe de Rusia. También se le guiña el ojo como socio en el campo de los transportes y el desarrollo científico y tecnológico.
Durante el viaje reciente de Putin a Europa, en la reunión celebrada con Angela Merkel y Jacques Chirac, quedó de manifiesto que lo que pesa más es la urgente necesidad de entenderse, antes que poner el dedo sobre temas más escabrosos que el presidente Putin no querría ni oír nombrar.
Es la política de Europa, templada, intermedia: el difícil arte de ser la novia de todos y no quedar mal con nadie. Pero ¿a cambio de qué? ¿Qué hacemos con la otra cara del Putin que ordenó el asalto a la escuela de Beslán, o al teatro Dubrovka, donde murieron cientos de civiles, o ese Putin que no pudo / no quiso rescatar a los ciento y pico tripulantes de aquel submarino, el Kursk, que quedó atrapado en el mar de Barents? ¿Qué pensar del hombre que mantiene en Chechenia su cruzada personal para ganar popularidad? ¿Ese Putin despótico, que ha demostrado que considera a sus ciudadanos peones de un juego de intereses mayores, que es impermeable a los derechos humanos, que por no tener no tiene un ápice de humanidad en el gesto?
No debería haber alianzas a cualquier precio. Esta Europa que presume de sus principios y sus valores, no debería venderse de una manera tan indigna.
Es caer demasiado bajo.
/CF

   

   
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