| |
NOVIEMBRE 2006
Carmen
Magallón
Directora de la Fundación SIP
Aún hoy
persiste el concepto de que para lograr la paz hay que estar en pie de
guerra. Se ve en Israel y Palestina, en Iraq o en Afganistán. Pero
paralelamente a los que creen en las guerras existen muchos grupos de
personas que apuestan desde hace décadas por cambiar el curso de la
historia a través de la paz. Una de ellas es Carmen Magallón, directora
de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Con su libro
Mujeres en pie de paz analiza el importante papel que las féminas han
tenido en la construcción de un mundo sin violencia.
Texto: Marta Iglesias
L o primero que una
se pregunta cuando lee el currículum de Carmen Magallón es ¿qué hace una
Doctora en Físicas reflexionando sobre la paz? "Los físicos teníamos una
sensibilidad especial en los años ochenta en todo lo referente a la
tensión nuclear. Fui a Berlín en el año 83 y allí, durante un congreso
por una Europa desnuclearizada, tomé contacto con las iniciativas que
estaban desarrollando las mujeres europeas como tal. Eso me impactó". A
partir de ahí Carmen Magallón conoce a otras personas con sus mismas
inquietudes y juntas crean la revista En pie de paz. La publicación se
cerró en 2001 tras quince años de intensa actividad. En su recuerdo, y
siguiendo las mismas premisas, tenemos en nuestras manos el libro
Mujeres en pie de paz (Editorial Siglo XXI).
-Comencemos por el principio. Paz es un concepto muy
manoseado y que puede dar lugar a multitud de interpretaciones, ¿qué es
para usted?
-Para mí paz no es la ausencia de guerra sino la ausencia de violencia.
Y la violencia se expresa no sólo de forma directa en las guerras, la
delincuencia, las agresiones cotidianas o los malos tratos, también se
expresa a través de la existencia de estructuras que permiten que haya
gente que se muera de hambre o de enfermedades que son solucionables.
Luego también hay otro tipo de violencia a eliminar, que es la violencia
simbólica, el hecho de no existir. Pasa con las mujeres y con pueblos y
culturas a los que se les ha invisibilizado en la transmisión del saber.
Para el ser humano es muy importante el reconocimiento, porque existimos
cuando los demás nos dan un lugar, si no estamos ante un autismo que no
nos permite sobrevivir. Por eso la paz no es un lugar al que se llega en
un momento, es la construcción de la eliminación de esas violencias.
-Además del asesinato, son un arma de guerra las
violaciones y vejaciones a mujeres. ¿Cómo es el paso de víctimas a
constructoras de paz?
-En los medios de comunicación predominan las noticias que tratan a las
mujeres como grupo vulnerable. Pero esa presencia sólo como víctimas
está negando una serie de iniciativas y de protagonismo que han tenido
las mujeres en la historia a favor de la paz, y eso es muy importante.
Incluso mujeres que están viviendo guerras y que han sido agredidas no
han permanecido como tales víctimas. Eso lo vimos en la guerra de la
ex-Yugoslavia, donde las mujeres no se conformaron con ser víctimas y
salieron al extranjero para hablar contra la guerra, organizaron
encuentros y estuvieron en contra de sus líderes, que les llevaron a la
confrontación. Y eso es importante sacarlo a la luz. La mirada como
víctima te reduce, te encasilla y de algún modo niega tu libertad,
porque a la víctima se la ve como un ser desprotegido, minusvalorado y
desprovisto de parte de la humanidad que le permite sobrevivir, ser
creativo y disponer de su libertad.
"La paz no es un lugar al que
se llega en un momento, es la construcción que elimina la violencia"
-¿Son las mujeres física y genéticamente más
pacíficas, o cultural y socialmente más pacíficas?
-Creo que somos social y culturalmente más pacíficas. No lo somos por
nacer en un cuerpo de mujer, y eso se demuestra porque muchas mujeres
han participado en guerras o guerrillas, o han matado a gente. Esto hay
que dejarlo claro, porque si no lo que se hace es negar la libertad de
las mujeres y a la vez cargar sobre los hombres la idea de que son
violentos por naturaleza, sólo por nacer hombres. Lo que sucede es que
las mujeres son socializadas de una manera orientada a cuidar a los
demás, a lo que se suma en cierto sentido la maternidad biológica.
-La identificación mujeres y paz se apoya en dos
bases. Una es el histórico alejamiento que han tenido las mujeres de los
centros de poder donde se deciden las guerras. Pero, ¿que sucedería al
acceder al poder? ¿Seguiríamos diciendo que las mujeres son pacíficas?
-Al acceder a los puestos de poder podemos ser un hombre más. De hecho,
en lo que a estudios se refiere, hemos sido educadas para ser un hombre
más. En las facultades se nos ha dado una educación donde no existían
las mujeres científicas, es como si no hubiese un pasado escrito por el
género femenino. Justo ahora estamos recuperando todo lo que han hecho
las mujeres en la historia y hemos podido ver que hay otras
trayectorias.
Lo que sucede es que al acceder más mujeres a puestos de poder, a veces
la cantidad hace la calidad. O sea, es muy difícil que una mujer sola
cambie; se tiene que someter a la estructura que hay porque luchar sola
es muy difícil. Generalmente también llegan a esos puestos de soledad en
el sillón de mando quienes han seguido modelos más acordes con lo que
hay en el poder. Pero cuando llega un grupo de mujeres significativo,
entonces es posible crear nuevos modelos juntas.
"Esta explosión de violencia de género en parte se debe a
que las mujeres hemos cambiado y los hombres no.
Es importante cambiar juntos" |
-La otra base sobre la que se identifica paz y mujer
es la experiencia de la maternidad y la idea subyacente de que por dar
la vida las mujeres son más pacíficas. ¿Para sentir eso hay que ser
madre físicamente? ¿Cómo universalizar la fuerza de las madres,
extendiéndola a hombres y mujeres?
-Eso de que el ser madres nos convierte en más pacíficas nos lo dicen
desde fuera. O sea, es un discurso social establecido que es muy
potente, es un vínculo simbólico que se mantiene a lo largo de los
siglos. Lo importante es transformar eso en algo que sea universalizable
para hombres y mujeres, y ahí está el transformar la idea de maternidad
en maternaje -concepto acuñado por las mujeres latinoamericanas-. El
maternaje no es dar a luz, sino practicar la crianza, hacer crecer a los
niños física y moralmente. El trabajo de maternaje es una fuente de
recursos para la paz, y por tanto hay que universalizarlo,
ofreciéndoselo también a los hombres.
-Culturalmente muchas mujeres admiran a hombres
heroicos, valientes, que entregan su vida por una causa... ¿Estos
valores sostenidos por las mujeres perpetúan un sistema que encadena al
hombre?
-Sí. Debemos darnos cuenta de que siempre admiramos a gente que hace
cosas excelsas. Con ello se coloca a los hombres en un pedestal y
entonces ellos tienen la necesidad de no bajarse de él. Por eso tiene
mucha importancia qué tipo de hombres amamos las mujeres, porque
finalmente ellos lo que quieren es que los amemos. Cuando eliges una
persona a la que consideras muy importante para ti, si realmente él no
está dispuesto a sentirse en un nivel de igualdad contigo, generas
dominación.
-Construir una cultura de paz para el futuro necesita
la aportación de hombres y mujeres. ¿Qué pasos hay que dar antes para
llegar a esta idílica situación?
-Ahora existe la necesidad de hablar de los hombres, porque de nosotras
ya hemos hablado mucho. Las mujeres y los hombres estamos en relación y
nos queremos, de modo que si sólo cambiamos las mujeres y no lo hacen
los hombres entonces esa relación chirría. Es lo que está pasando con
esta explosión de violencia de género, que en parte se debe a que las
mujeres hemos cambiado y los hombres no. Es importante cambiar juntos
porque nos construimos en relación. Interesaría que los hombres vieran a
las mujeres también como modelos a seguir, al igual que hacen con sus
congéneres. Se trata de construir una igualdad con ladrillos de la
experiencia de hombres y de mujeres.
"Ver a la mujer como
víctima la reduce y de algún modo le niega su libertad,
porque la víctima es un ser desprovisto de parte de la
humanidad que le permite ser creativo y sobrevivir" |
Y después, otra cuestión es que se sientan realizados en tareas que
hemos desarrollado tradicionalmente las mujeres, al igual que nosotras
hemos visto que hemos crecido cuando hemos ocupado puestos a los que
antes no podíamos acceder como la Medicina o el Derecho. Eso nos ha
hecho crecer como personas, al igual que ellos crecerán cuando disfruten
de cuidar niños, por ejemplo. Pero a eso la sociedad le ha quitado valor
porque sólo le importa el producir y no el relacionarse con los demás.
Yo hace unos años propuse al Consejero de Economía de Aragón crear un
Instituto del Hombre para cambiar su mentalidad, que es algo pendiente
en la Ley contra la Violencia de Género. Supongo que sonó demasiado
avanzado. ∆ |
| |
|