Si las religiones
pretenden ser caminos hacia Dios, no pueden seguir siendo
motivo de enfrentamientos bárbaros entre los hijos de Dios.
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Algo
está pasando en este planeta que hace que se remuevan los rescoldos
más extremistas, fanáticos y extravagantes de la historia y que
afloran por todas partes como si de setas venenosas se tratara.
El pasado, con toda su carga emocional, ideológica, revanchista y
desquiciada, intenta recuperar lo perdido, volver a sumir al mundo
en su negra locura, trasladarnos a todos a los tiempos donde la
razón era sometida a los potros de tortura, donde la libertad era
sinónimo de posesión diabólica y donde unos pocos, cerdos rebosantes
de poder, maníacos enriquecidos con lo que robaban a sus víctimas,
eran los dueños y señores de la vida, con el consentimiento y
colaboración de una jerarquía eclesiástica que bien que se
aprovechaba del miedo, más bien terror, a que sometía a los fieles,
aprovechando su ignorancia para amedrentarles con castigos eternos
emanados de un "dios" iracundo y vengativo.
Ahora, en pleno siglo XXI, cuando la tecnología nos hace partícipes
de un futuro lleno de posibilidades, las cadenas que tanto anularon
y reprimieron la evolución del pensamiento y la convivencia en el
mundo, las cadenas religiosas, tratan de volver a aprisionar la
evolución, resucitando viejos fantasmas y negándose a participar del
movimiento liberador que, inevitablemente, esta sociedad está
realizando.
Si las religiones pretenden ser caminos hacia Dios, no pueden seguir
siendo motivo de enfrentamientos bárbaros entre los hijos de Dios.
Si la libertad de expresión es sinónimo de evolución, no puede ser
un arma arrojadiza contra la fe, las creencias o las ideologías de
los demás.
Esta humanidad es variopinta, y ahí precisamente radica su riqueza,
pero el respeto y la comprensión deben ser instrumentos de unión, de
relación, de intercambio entre las culturas.
Después de tantos errores cometidos en "nombre de Dios", de tanta
sangre vertida, de tanto dolor vivido, estamos ya en condiciones de
comprender que si Dios es Amor, usar su nombre para odiar no resulta
constructivo ni inteligente.
Y no se puede ahora, en el año 2006, sacar conclusiones de una
situación puntual, sea la que sea, porque lo que ahora se vive es la
consecuencia de lo que antes se sembró. Y si existe esta situación
de aparente enfrentamiento entre el Islam y el Cristianismo, es
porque recientemente, y antes también, hubo líderes cristianos que
invadieron, asolaron, despreciaron y humillaron a los musulmanes.
No hay más que ver a Bush, con la Biblia en la mano, bombardeando a
civiles en el nombre de algún extraño "dios". O a los soldados
ingleses vejando y torturando a adolescentes iraquíes.
Por alguna equivocada e interesada razón, los líderes cristianos de
la historia siempre se creyeron con derecho a someter y
"evangelizar" a todos los demás. Nunca importó el precio. Nunca
importó el sufrimiento causado.
Pero eso no tiene nada que ver con el mandato y las enseñanzas de
Cristo. Como no tiene nada que ver con las enseñanzas del Corán que
se masacre a inocentes, o a quien sea, esperando recibir el paraíso
como recompensa.
En los dos bandos se debería reflexionar y retomar lo auténtico,
porque no son los "dioses" los que masacran, sino la ignorancia, los
intereses y también la desesperación de los oprimidos.
No son tiempos de cruzadas, sino de tender la mano con respeto y de
colaborar en la construcción de un mundo mejor, más justo, más
solidario.
Pero... ¿Es eso lo que interesa a los poderes?
Me temo que no./ MC