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MARZO 2006
LA CONSCIENCIA DEL TODO
U na de las grandes
incongruencias en las que se mueve esta humanidad, tal vez la mayor y más
básica, sea la de vivir bajo una mentalidad de parte, de partes separadas,
en un contexto diseñado como un Todo.
El hombre es una unidad eléctrica que se mueve en un enorme circuito o Red
donde la electricidad es la savia y a la vez la artífice de todo lo que está
vivo.
La Red eléctrica, de la que todo, y todos, dependemos, es a la vez fuente de
vida y objetivo de esa vida, es decir, contiene en sí misma la Razón de la
Vida, el Sentido Superior de la Vida, el Principio y el Fin.
Pero el ser humano, en su actual estado evolutivo, sólo se ve como parte
aislada, no como un Todo. Ello conduce a que aún se aísle más como respuesta
instintiva de supervivencia, como búsqueda de más seguridad, cuando en
realidad cuanto más refuerce su condición de parte más débil se encuentra y
más se pierde en la inconsciencia de las leyes que rigen el Todo.
El hombre debería ya asumir, porque en general ya lo conoce, que al ser
básicamente electricidad, todo lo que genera, sean pensamientos,
sentimientos, actos, lo vuelca en la Red y afecta a los demás de diferentes
formas, porque nada se pierde, nada desaparece sin más.
Somos emisores permanentes de impulsos eléctricos que luego se manifiestan
de formas diferentes dependiendo del receptor o receptores que los recogen.
Pero todos, absolutamente todos, emitimos y recibimos constantemente, con lo
que dependemos de la Red de la misma forma que dependemos de la calidad del
aire que respiramos.
Un hombre consciente del Todo cuidará de sus emisiones a la Red, porque no
sólo sabe que están afectando positiva o negativamente a los demás, sino que
también sabe que dichas emisiones volverán a él con una potencia mayor de la
que salieron.
Eso hace que cada uno dependa de sus propias creaciones, y que su calidad de
vida esté en función únicamente de sí mismo, no de los demás.
Esta gran verdad, que a pesar de ser bastante conocida no es aplicada ni
tenida en cuenta, supone la diferencia entre una vida plena, basada en el
permanente aprendizaje y superación, o una vida mediocre basada en la
lamentación y la resignación ante los "males" que absurdamente cada uno
produce.
La creación entera funciona como un Todo. El planeta, el Sistema Solar, la
humanidad, la naturaleza, es un Todo integrado, enlazado, dependiente.
No existen partes separadas, no existe nada ni nadie que pueda aislarse y
ser autosuficiente, ni física ni mentalmente.
En cambio existe una inmensa riqueza diseminada en toda la enorme variedad
que contiene ese Todo, una riqueza a disposición del Hombre, la criatura por
excelencia de la Creación.
Existe un reconocimiento, aunque no un respeto, hacia esa enorme variedad de
manifestaciones de la Vida, pero no existe, en cambio, un reconocimiento
igual hacia la diversidad que existe en cada ser humano, en su interior, en
su mundo interno, en los diferentes grupos humanos que componen la creación,
en la inmensa riqueza que todo ello contiene.
Cuando cada uno mira hacia el que tiene a su lado y vea en él no a un
enemigo, o a un competidor, sino a una manifestación del Todo donde puede
aprender muchas cosas y, lo más importante, a alguien a quien cuidar porque
forma parte de la misma Red que le alimenta, entonces la vida entera
cambiará, el mundo cambiará, la humanidad cambiará.
Sólo el desarrollo de la consciencia del Todo en cada uno impulsará a la
Humanidad actual hacia otra dimensión de la existencia.
Por el contrario, incidir más en el enfrentamiento entre las partes, puede
conducir a un retroceso evolutivo de dimensiones impensables.
La clave está en la Red. La llave en el mismo Hombre. ∆ |
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