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Lo cierto es que las que viajamos solas aún nos enfrentamos a espacios más o menos hostiles donde nuestra presencia es todavía novedad. Quien no sepa a qué me refiero, y cuyo sexo sea femenino, debería probar a hacer una parada a primeras horas de la noche en un bar de carretera...

DICIEMBRE 2006


NIMIEDADES VIAJERAS
POR ISABEL MENENDEZ

Cuando lean estas líneas ya habrá entrado en vigor la nueva normativa europea sobre el transporte de líquidos y cremas en los aviones. Las restricciones, que no afectan al equipaje facturado en bodega, intentan aumentar las medidas de seguridad de las y los viajeros, a quienes se intenta proteger de ataques terroristas. En la práctica, supone que nadie puede llevar en la cabina del avión ningún producto líquido, en crema, en aerosol, pasta o gel, que sobrepase las estrictas medidas que han establecido las autoridades: una pequeña bolsa de plástico, de 20 centímetros, con autocierre (que durante algunos días facilitarán gratuitamente en el aeropuerto y que son similares o quizá idénticas a las que se usan para congelar alimentos). En esta bolsa se pueden llevar cremas y líquidos en recipientes no mayores de 100 mililitros, es decir, poco más que las tallas en miniatura que a las mujeres suelen regalarnos en las perfumerías que frecuentamos. Esta normativa también endurecerá el control sobre el tamaño del equipaje no facturado, que no podrá exceder de 45x25x35 (o lo que es lo mismo, un máximo de 115 centímetros).
Mi último viaje en avión me exigía salir del aeropuerto con cierta prisa, así que necesitaba llevar todo el equipaje en cabina. Por ello, me apliqué a buscar los productos imprescindibles para un viaje de tres días: gel, champú, cremas faciales y corporales, pasta de dientes... la mayoría de ellos estaban a mi disposición en las tiendas especializadas y no tuve inconveniente alguno en conseguirlos. Pero, ¡ah!, con el cabello hemos topado. Tras recorrer la mayoría de comercios de mi ciudad, tuve que reconocer que no existe ninguna posibilidad de comprar espuma para el pelo en tamaño de viaje, quizá porque ningún fabricante ha pensado en la posibilidad de que pudiera ser necesario. Mi peregrinaje fue infructuoso y volví a casa con la certeza de saber que, o no llegaba a mis citas previstas en la ciudad de destino (si optaba por facturar el equipaje), o bien no podría lavarme el pelo (a no ser que encontrara tiempo para buscar una perfumería, algo poco probable).
Caí entonces en la cuenta que esta medida que afecta a todos las personas viajeras va a ser más incómoda para las mujeres, socializadas en un consumo mayor de productos cosméticos. A partir de ahora será más difícil llevar todos los afeites a los que la mayoría estamos acostumbradas. Recordé entonces que los hoteles generalmente tampoco son sensibles a la existencia de mujeres como clientas, un error del que todavía no se han percatado: en casi todas las cadenas hoteleras proporcionan productos de higiene neutros, para la ducha diaria. Asimismo, es habitual añadir un limpiador de zapatos que, salvo excepciones, únicamente sirve para varones, además de productos de afeitado, pensados obviamente para ellos. Sin embargo, es absolutamente infrecuente encontrar crema corporal, muy cotidiana para las mujeres, o productos para el cabello. Con estas nimiedades una se pregunta si el mundo ha cambiado poco o si es que somos las mujeres las que deberíamos acoplarnos a las rutinas masculinas.
Lo cierto es que las que viajamos solas aún nos enfrentamos a espacios más o menos hostiles donde nuestra presencia es todavía novedad. Quien no sepa a qué me refiero, y cuyo sexo sea femenino, debería probar a hacer una parada a primeras horas de la noche en un bar de carretera: entrar en el local, pedir un café y echar una mirada en derredor bastará para comprender que los caminos son todavía un asunto masculino. Lo de menos son, claro está, las nimiedades que les cuento sobre viajes y productos de belleza, una excusa para poner sobre la mesa que todavía hoy las mujeres no pueden moverse con total libertad (o al menos comodidad) pero también que la sinrazón terrorista (otras veces la protección de la propiedad privada) se está convirtiendo en la excusa para limitar las libertades ciudadanas. Y lo peor de todo es que no parecemos darnos cuenta de ello. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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