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ABRIL 2006
LA ULTIMA BATALLA
S i durante unos
instantes pudiéramos disponer de una visión que trascendiera las tres
dimensiones en las que desarrollamos nuestra existencia, contemplaríamos la
más grandiosa de todas las batallas que se han librado en este planeta.
Desde el principio, desde el Origen de la Vida, ésta estuvo sometida a la
presión de dos grandes fuerzas. Una, dentro, que alimentaba y hacía posible
su existencia. Otra, fuera, que la manipulaba y la dirigía hacia sus propios
objetivos e intereses.
El hombre, la criatura por excelencia de la creación, siempre estuvo en el
epicentro de ese conflicto, y fue así porque posee lo más preciado, que es a
la vez su clave para el futuro soñado por el Creador, la Mente.
Durante siglos y siglos de evolución, la mente del hombre se debatió entre
su esclavitud y explotación por la forma, por la materia, y su desarrollo en
profundidad buscando nuevos caminos, nuevas vías de realización espiritual
que dieran respuesta a las múltiples preguntas que la vida manifestada, la
vida que le rodeaba, no le respondía.
El hombre, al ser una criatura mental, necesita espacios para que su mente
vuele, para sus sueños, para su realización. Pero las fuerzas materialistas,
más las fuerzas "espirituales" que están al servicio de las materialistas,
siempre le cerraron esos espacios.
La historia está llena de hombres que fueron sacrificados por su necesidad
de búsqueda, por su mente inquieta, por no acatar las condiciones opresivas
de las fuerzas externas o materialistas.
Si el hombre es un producto del Sueño del Soñador, necesariamente tiene que
ser un Soñador.
Pero en los últimos tiempos han sucedido cosas, cosas que han modificado el
equilibrio de fuerzas que operaban en el planeta, cambios drásticos que han
puesto en marcha un proceso que culminará con una derrota de las fuerzas
materialistas.
Si el planeta era un recinto cerrado, custodiado por los guardianes de las
fuerzas externas, ahora es un espacio donde se han abierto canales por donde
están entrando, penetrando, energías, vidas, procedentes de otras
dimensiones, y que tienen como labor reestablecer la conexión entre los
planos externos y los internos, entre el fin y el origen, cerrando así un
círculo que reestablecerá el fluir de las energías y hará que las vidas, las
criaturas cuyas mentes sólo se alimentan del exterior, empiecen a necesitar
volver su mirada hacia el mundo o planos internos.
Así, el hombre irá girando su mente, de forma progresiva o drástica, según
su necesidad o según la transformación del exterior, hacia el origen de la
vida, hacia su propio origen, buscando en él su razón de ser, recuperando su
esencia y conectando con su futuro, con lo que está dispuesto en el Sueño
que sea su futuro.
Pero todo ello implica una grandiosa batalla, que ya se está librando, entre
las vidas entrantes de los planos internos y las vidas que se resisten a
perder su dominio de los planos externos.
Esa batalla no sólo afecta al hombre, sino también a todas las criaturas
vivas del planeta y a la misma Tierra, que deberá sufrir cambios drásticos
para albergar una vida diferente, un hombre más espiritual, más mental, más
consciente de su condición de hijo de un Dios que es Mente.
Los efectos de esta gran batalla son ya sensibles en el planeta, aunque al
observarlos como partes separadas, en aspectos o temas separados, no se es
consciente del todo, de que todo es para lo mismo.
Y es que la Vida en el planeta está empezando a responder a la llamada del
Origen, y lo que no es producto del Origen, lo que ha sido creado por las
fuerzas externas y que esclaviza y manipula la Vida, tiene que ser destruido
para que el Sueño se cumpla y la criatura Hombre se convierta en lo que es
su razón de existir, en un ser libre y creador, en un Dios.
Nada ni nadie puede ya impedir la victoria final. Las puertas han sido
abiertas y ahora sólo queda que las vidas surgidas de la profundidad
culminen su labor.
El resultado final se llama Liberación, y eso implica el fin de la
explotación, de la injusticia, de la limitación y de la esclavitud de los
muchos por los pocos.
Y habrá un nuevo cielo y una nueva tierra donde el hombre será libre y uno
con su Creador. Sin intermediarios. ∆ |
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