SEPTIEMBRE 2005
MATONES
en la escuela
Amenazas, insultos, robos, agresiones físicas... Alumnos, padres y
profesores han observado cómo la violencia en las aulas aumenta año a
año rodeada de un clima de silencio, impotencia e impunidad. Texto:
Marta Iglesias / Fotos: Fer
Acoso
escolar
L os casos más
extremos son las tristes muertes de Jokin o Cristina C, que se
suicidaron incapaces de soportar las vejaciones a las que les sometían
sus compañeros, pero a diario las aulas españolas son un campo de
batalla. A veces, las agresiones físicas y psicológicas son de tal
calibre que conducen a un niño a la anorexia o la bulimia.
De todo ello hay cientos de folios escritos sobre el acoso escolar o
bullying (matonismo) -la palabra inglesa que mejor lo describe-, pero
cada estudio extrae diferentes conclusiones según la parcela en la que
se centre. Las únicas afirmaciones unánimes parecen ser: los profesores
se sienten incapacitados para poner fin a esta situación, los alumnos
son los mayores perjudicados, y los padres tienen una responsabilidad en
la educación de sus hijos que no asumen.
El problema crece y las actuales soluciones no convencen a nadie. La
pregunta ineludible es porqué se da este fenómeno y cuál es la solución.
Profesores
Cuando se destapa un caso de acoso escolar, todos miran hacia ellos: ¿es
que no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo ante sus narices?
Parece que muchos de ellos se han sincerado en un estudio realizado a
principios de año por Idea y Cie, titulado La opinión de los
profesores sobre la convivencia en los centros. El 22,6% de los
docentes reconoce que ha observado cómo un alumno ridiculizaba a otro, y
el 14,4% ha visto como otro compañero profesor hacía lo mismo con un
alumno. Más de la mitad de profesores han presenciado robos y destrozo
de material. Pero cuando un profesor intuye lo que sucede en su clase,
se encuentra en una encrucijada difícil de resolver. Por un lado se las
tiene que ver con chavales que no reciben educación en sus casas. La
sociedad y las familias esperan que aprendan todo en los colegios. De
hecho, si nos remitimos al estudio, el 73,3% de los profesores detecta
que los estudiantes les faltan al respeto y 7 de cada 10 sufre
interrupciones del alumnado durante las clases. Insultos, amenazas,
ruedas pinchadas, gritos... son el pan nuestro de cada día. Por otro
lado los maestros se encuentran con que no tienen preparación para
asumir esta violencia en las aulas, y además tienen poco margen de
actuación. Primero, por la familia del agresor, que suele anular los
castigos impuestos, y luego porque la Administración educativa suele dar
la razón a los padres. A esto hay que añadir que no existen mecanismos
claros para que el docente pueda intervenir. Los profesores carecen de
medios para resolver el problema. Miguel Ángel Cueto, psicólogo y
director del Centro Psicológico de Terapia de Conducta (CEPTECO) ha
trabajado el acoso escolar en centros educativos y afirma que "lo más
probable es que los profesores no reciban la suficiente preparación.
Sólo hay que observar que los profesores y tutores suelen ser los
últimos en enterarse de las situaciones de bullying. Los padres no van
mucho más adelantados. Y, aunque en muchos casos se enteraran con
anterioridad, seguramente tampoco tienen demasiados recursos para hacer
frente a esta problemática. Pero hay que insistir, sería muy positivo
que el cuerpo docente gozara de más recursos personales de cara a
enfrentarse a situaciones de maltrato en el aula, pero más positivo
sería aún una intervención que abarcara las más altas esferas sociales".
La Ministra de Educación ha anunciado programas de formación para el
profesorado. Mientras, un informe del Instituto de la Juventud, titulado
Prevención y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. La
violencia entre iguales en la escuela y el ocio, hace tres propuestas:
intervención a la primera señal por parte de los profesores y desde la
etapa de infantil, trabajar sobre la igualdad de derechos y clases
participativas en las que se hagan grupos heterogéneos que sepan
trabajar juntos y donde se valoren las capacidades de todos los
chavales. Profesores que utilizan estos sistemas aseguran que "Con esta
forma de trabajar en grupo se detecta rápidamente cuando alguien está
sufriendo acoso".
Padres
Tras la muerte de Jokin, el diario vasco El Correo publicaba las
declaraciones anónimas de uno de los padres de los chicos implicados en
el caso. El padre intentaba excusar a su hijo haciendo ver su lado bueno
y minimizando su brutalidad. Otra de las respuestas más recurrentes es
darle al menor una buena paliza para que aprenda que no hay que pegar a
sus compañeros, incurriendo en la paradoja de utilizar la estrategia que
se pretende evitar en el chaval, con lo cual se refuerza esa conducta.
Las menos veces, los padres hablan con los profesores, los padres del
niño agredido y un psicólogo para entre todos arreglar la situación, y
crear la figura de un mediador en el colegio.
El factor básico inadecuado en la
educación de los padres es la incoherencia. Es poco
instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo
físico como método educativo. |
Realmente a los
progenitores les resulta difícil asumir que su hijo agrede a un
compañero, porque saben que es consecuencia de lo que está recibiendo en
su casa. Para Nicolás Merino, Psicopedagogo de CEPTECO, "el factor
básico inadecuado en la educación de los padres es la incoherencia. Es
poco instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo físico
como método educativo. No se puede enseñar a ser tolerante cuando
favorecemos y aplaudimos que nuestro hijo no juegue con un niño de otra
etnia, con discapacidad o de una religión diferente. Es conveniente
educar enseñando estrategias de resolución de conflictos. Solemos dar
mucha importancia a que nuestro hijo aprenda a leer, sumar y restar...
pero a veces se nos suele olvidar que también debe aprender a
enfrentarse a las frustraciones cuando algo no le sale bien, ya que sus
deseos no se ven realizados como imaginaba. Otros factores importantes
que influyen negativamente en la educación en el seno de algunas
familias, son la inmediatez en conseguir objetivos sin esfuerzo -muchos
jóvenes tienen lo que quieren y cuando quieren- y la falta de
consecuencias negativas de las propias acciones equivocadas. Lo más
adecuado sería una actuación preventiva dentro de la familia y todo el
conjunto de la sociedad". En la misma línea, José Luis Balbín, director
del semanal La Clave escribía en un editorial: "Esa obsesión por
sobreproteger al niño sólo lo hace más indefenso y, a la larga, más
desgraciado, incapaz de enfrentarse a problemas a veces mínimos".
Alumnos
El punto más vulnerable del triángulo. Los que primero saben que hay
acoso escolar. Los que callan. Los que pegan. Las víctimas de un sistema
que no funciona. El fruto del pasado y la semilla del futuro. Nuestros
niños. Agresores, víctimas y encubridores.
Ser gordo o demasiado listo puede ser la excusa que llame la atención
del bully. A Mario, de 15 años, el matón de turno le escupió durante dos
años sobre su comida y luego se la hacía comer delante de todos. A Lucas
le orinaron en la mochila en el recreo. A Irene (nombre ficticio), de 5
años, sus acosadoras con seis le quitaban la merienda y la encerraban en
el baño. Marcos, un niño inmigrante, lleva un año recibiendo palizas de
sus compañeros. Mónica, de 3º de ESO llegó a principios de curso con más
de veinte chicles pegados en la cabeza. Todos los nombrados son casos
reales. El 48% de los escolares de nuestro país de entre nueve y catorce
años ha padecido o padece violencia por parte de un compañero. De ellos,
más de la mitad sufre acoso psicológico, y el 18% lo sufre también
físico, incluidas heridas de arma blanca (2%) y agresiones sexuales
(2,5%). A este acoso, en ocasiones se suma el profesor riéndose de las
gracias que hace el acosador de turno sobre su víctima o ridiculizándole
aún más en las clases. A Lucas su profesor de gimnasia le gritó "corre
gordo, baja la tripa", al malogrado Jokin una profesora le ordenó que
recogiera los rollos de papel higiénico con los que sus acosadores
habían llenado la clase. Él, cansado de soportar vejaciones y de no
encontrar apoyos entre alumnos y profesores, se suicidó el 21 de
septiembre de 2004 en la muralla de Hondarribia (Guipúzcoa). La misma
determinación tomó Cristina C., de 16 años, arrojándose desde el puente
de La Libertad en Elda (Alicante). Sus padres habían denunciado el acoso
ante la policía y ésta la había catalogado de "una riña entre
chiquillas". Otros niños conviven con la anorexia, como problema
derivado de la presión que reciben. Preguntamos a los psicólogos de
CEPTECO sobre los orígenes que hacen a un chaval acosar a un compañero:
"Las causas por las que un alumno agrede a otro son factores
multicausales. Entre los familiares podemos señalar las relaciones
emocionales entre padres e hijos, la permisividad parental ante las
conductas agresivas de sus hijos, los métodos utilizados por los padres
para afirmar su autoridad con sus hijos o el temperamento y personalidad
de los padres. Entre los factores grupales están el contagio social, la
bajada de ciertas barreras inhibitorias en la conducta en grupo, o el
difuminarse la responsabilidad individual. Entre los factores escolares
influyen las normas del centro y si hay o no modelos participativos en
esa escuela". Está comprobado que la mayoría de los acosadores son
escolares españoles, no inmigrantes, y que no influye el modelo de
familia en el que vive el menor, ni el nivel económico ni de estudios de
los chavales.
El 48% de los escolares de nuestro
país de entre nueve y catorce años ha padecido o padece
violencia por parte de un compañero. |
Las agresiones no sólo
son ante los compañeros, el matón ejerce su fuerza también ante los
profesores mediante interrupciones en clase, burlas, pintadas, ruedas
pinchadas, amenazas y las menos veces agresiones físicas. La sociedad
actúa en muchos casos a través de la justicia: el 1 de febrero de este
año un juzgado de Vitoria hizo pagar a un centro educativo donde
acosaban a una alumna doce mil euros. Pero este tipo de sentencias no
son comunes, y de hecho la familia de Jokin está indignada por la
sentencia que indicó que los ocho alumnos acusados debían pasar 18 meses
de libertad vigilada, y además cuatro de ellos permanecer tres fines de
semana en centros educativos por una falta de lesiones. La solución está
en los propios alumnos, pero aquí es donde está el problema. Para que
veamos el alcance, en una encuesta hecha hace unos años a una gran
muestra de alumnos, el 97% de ellos contestaban que el único responsable
de la disciplina en las aulas era el profesor. Ellos no se sienten
responsables y sin ese sentimiento no es posible actuar. Además otro de
los grandes males del acoso escolar es que los compañeros de la víctima
y del matón saben lo que está pasando, pero nadie habla. Esa actitud les
convierte en cómplices, y de hecho los compañeros de Jokin que sabían lo
que pasaba se sintieron muy mal cuando se enteraron de su muerte porque
pensaban que si hubieran hecho algo, se podría haber evitado. Como
reflexión, tomamos prestada una pregunta que se hace Nora Rodríguez,
pedagoga experta en bullying y autora de "Guerra en las aulas": "¿Por
qué nadie les enseña a los niños desde pequeños que permanecer callados
frente a la violencia los vuelve inmunes, impotentes y vulnerables, e
incluso puede llevarlos a ser la próxima víctima? ¿A quién protegen
realmente siguiendo la ley del silencio?"
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