MARZO 2005
EL ECOLOGISMO REDIMIDO
Ahora, la comunidad científica internacional,
la mayoría, los que antes criticaban a los ecologistas, nos
sorprenden con unas previsiones medioambientales a corto plazo que
ponen los pelos de punta al más escéptico.
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Nunca fueron bien vistos los ecologistas. Hace
años, incluso, se les quiso vincular a sectas, en un intento de
frenar sus vaticinios, sus denuncias sobre el trato hacia el medio
ambiente, sus previsiones catastróficas. De hecho, todo aquel que
anuncie o presuma que una determinada situación va a conducir a una
catástrofe, es mal visto, como a un ignorante que no sabe de qué
habla.
Y así ha sido siempre, hasta hoy.
Ahora, la comunidad científica internacional, la mayoría, los que
antes criticaban a los ecologistas, nos sorprenden con unas
previsiones medioambientales a corto plazo que ponen los pelos de
punta al más escéptico.
No son unas previsiones al azar, son la consecuencia de un riguroso
estudio del comportamiento del clima en los últimos años y de las
consecuencias del efecto invernadero sobre la vida en el planeta.
Claro que tal declaración de principios viene a cuento de la puesta
en marcha del Protocolo de Kioto, algo firmado por casi todos y no
cumplido por nadie. Y eso nos lleva a la reflexión, nada nuevo,
sobre la estupidez humana, sobre el comportamiento irresponsable del
hombre, sobre el predominio del egoísmo, del atesorar riqueza hoy a
cambio de hipotecar el futuro.
Está en marcha uno de los mayores desastres medioambientales de la
historia de este planeta. Una bomba de relojería que ya está
haciendo notar sus efectos, que ya está avisando, y para lo que no
estamos preparados.
Pero, a pesar de todo, los gobiernos, cogidos por los cataplines por
las grandes empresas, no acaban de tomarse en serio la situación,
con lo que condenan a los ciudadanos, ellos también lo son, a
enfrentarse a una catástrofe de dimensiones imposibles de predecir
en toda su magnitud.
Es de destacar la posición de los EE.UU. ante el Protocolo y ante la
cruda realidad ya evidente. Sencillamente pasan de todo. No quieren
firmar nada, no quieren comprometerse a nada, no colaboran. Además,
son los principales contaminadores del mundo, pero las grandes
multinacionales, las que tienen poder en la administración Bush, no
quieren rebajar ganancias tomando medidas correctoras, porque son
muy caras, pero, sobre todo, son tardías. Porque si ahora, y como si
de un milagro se tratase, todos los países firmantes de Kioto
cumpliesen escrupulosamente lo firmado, tampoco serviría de nada
para evitar la catástrofe, porque las medidas impuestas o acordadas
en su día están muy por debajo de lo requerido para contrarrestar
los efectos del calentamiento del planeta.
Por otra parte, y como aspecto destacado de la estupidez humana, el
asunto ahora está derivando hacia lo que llaman "cuotas de emisión",
o sea, un país pobre emite un 2,5% de dióxido de carbono, un país
rico tiene su cuota de emisión en un 15%, por ejemplo, como es el
caso de España. Pues bien, para cumplir el compromiso y si España,
como es el caso, supera su 15%, puede comprar al país pobre su
porcentaje de emisión, hasta el punto de que ya está calculado el
precio por tonelada extra a pagar.
La cara buena de esta absurda historia está en que los países pobres
podrán sacar un dinerillo extra vendiendo porcentajes a los más
ricos, pero ¿y el medio ambiente? ¿Qué es lo importante, que España
reduzca su emisión a lo comprometido, que es lo único válido para el
planeta, o que negocie sus excesos con otros?
Tampoco es comprensible que la comunidad internacional se quede de
brazos cruzados ante la negativa de los EE.UU. a firmar el Protocolo
y rebajar sus emisiones. Su actitud es, como en el caso de la guerra
de Irak, una clara muestra de desprecio hacia todos, de prepotencia,
de considerarse los dueños del planeta y funcionar según sus propios
criterios.
Los EE.UU. a todos los niveles, son hoy por hoy el peligro más grave
que existe en este planeta. Sus desplantes, sus desmarques de la
legalidad internacional, sus negativas a colaborar en casi todos los
campos, excepto en aquellos de los que pueden sacar tajada, son una
muestra evidente de un estado fascista, vamos, lo que muchos ya
llaman el IV Reicht.
Lo único que cabe preguntarse es si se creen a salvo de las
consecuencias de sus propios actos, si creen que la Madre Tierra les
va a respetar a ellos, si se creen dioses intocables.
Me temo que cuando descubran la respuesta ya será tarde.
/ MC
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