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MARZO 2005


INTERNACIONAL - AUTOEXILIO NORTEAMERICANO

AUTOEXILIO NORTEAMERICANO

"Los derechos civiles, la tolerancia... tienen su ámbito reducido en la sociedad americana contemporánea."


Tras la reelección de Bush como presidente de Estados Unidos son muchos los ciudadanos que manifiestan su deseo de abandonar el país. Canadá y Europa son los destinos elegidos por estos profesionales que no se sienten identificados con la política de su país. Robert Matthews, profesor de Ciencias Políticas, se instalará próximamente en España siguiendo este autoexilio norteamericano.

-Cada día se escuchan casos de norteamericanos, muchos de ellos famosos, que comunican su decisión de irse del país tras la reelección de Bush. ¿Qué representa este hecho en un país históricamente tan patriótico?
-El país siempre ha tenido una vena patriótica, que a su vez está mezclada con una conciencia étnica. De este modo cuando preguntas aquí a alguien sobre su nacionalidad, mucha gente responde que es irlandés, puertorriqueño o italiano. En Estados Unidos tenemos poca tradición de gente exiliada, como los escritores, artistas y músicos que fueron a Europa -principalmente a París- durante los años 20 y 30, donde sintieron que podían cultivar y expresar mejor su creatividad. Lo que ahora sucede no se trata de una persecución, que es el tradicional mecanismo de producción de exiliados, sino de un sentido de desesperación ante la dirección que toma la política cultural del país y sus desviadas prioridades.

-Nos llegan los efectos de la beligerante política exterior de EEUU, pero dentro del país ¿qué políticas de Bush están dificultando la vida y convivencia a los norteamericanos?
-Depende mucho del lugar en el que vivas y la categoría en la que te encuentres. El plano militar está afectado por la incompetencia con la que se está haciendo la guerra o la insensibilidad hacia las necesidades de los soldados en el campo de batalla. En cuanto a la economía y el trabajo, se están produciendo las máximas pérdidas desde 1930. Y también está la reforma de la seguridad social que pondrá en peligro los pagos a muchos beneficiarios, o las medidas que se están tomando para la seguridad de la patria, que infringen las libertades civiles. De hecho, la Administración todavía presiona para conseguir acceder a los hábitos de lectura a través de las bibliotecas públicas estatales.

-Con todos los escándalos que salpican a la administración Bush -intereses de las compañías petroleras, mentiras para atacar Irak, amistad con la familia Bin Laden...-, ¿por qué un sector tan importante de los estadounidenses le apoya? ¿Qué tendría entonces que suceder para que la opinión del pueblo cambiase?
-Por lo visto, demasiadas personas están dispuestas a disculparle, alegando que estamos en guerra y que el presidente es un peso moral. Y porque hay electores que deciden todo basándose en su posición sobre los matrimonios gay y cosas por el estilo.

-Muchos se van por desacuerdo radical con el tipo de país que defiende Bush, otros por la frustración ante los resultados electorales. ¿Cuál es su motivo personal?
-Muchos están agotados, tras dedicar bastante tiempo y energía a derrotar a los Republicanos en noviembre de 2004, batalla que perdimos. Personalmente cada noche, cuando veo las noticias, pienso que es momento de irme, urgencia que no comparte la mayoría de la gente. Pero yo creo que se puede estar mirando al resto del mundo sin desconectar del todo del país. Por mi parte, pretendo pasar parte del año en España pero regresar para reanudar el trabajo político en junio, aunque el debate serio no comenzará hasta que algo muy negativo trastorne la política de la administración Bush. Las dos opciones más probables que pueden darse son una crisis económica o un desastre en Iraq.

-¿Qué siente al dejar su país en un momento tan difícil, en manos de políticos sobre los que no hay ningún control? ¿Cree que puede hacer más desde fuera que desde dentro?
-No puedo hablar por otros, pero yo estoy trabajando en España como escritor, periodista y ocasional conferenciante con el Centro de Investigación para la Paz (CIP) en Madrid, concretamente en el área de política exterior estadounidense y relaciones internacionales. Es una oportunidad de intensificar el trabajo que vengo desarrollando desde Nueva York con el CIP durante las dos últimas décadas. Lo único que siento es que estoy abandonando mi trabajo con el grupo Brooklyn Peace Action y a mi esposa, que trabaja como administradora en un colegio universitario y no puede acompañarme.

-¿El sueño americano de libertad, democracia y oportunidades tiene lugar ahora en Europa y Canadá, destinos elegidos por los autoexiliados norteamericanos?
-Un pensamiento interesante, al que podría decir que sí. Pero no sería bueno que los ciudadanos americanos europeístas se engañaran a sí mismos creyendo que Europa es una especie de paraíso político o social, o que no hay problemas similares a los nuestros como la inmigración o el racismo. Y ciertamente se piensa que los valores que más apreciamos, como los derechos civiles, la tolerancia, la idea de una oposición leal, o la oportunidad de realizar un discurso público honesto y amplio tienen su ámbito reducido en la sociedad americana contemporánea. Muchos americanos descontentos critican el ataque a la "Libertad", según la definición de Roosevelt en 1941. No hay duda de que algunos sienten que Europa es hoy un lugar donde encontrar estos valores. Yo sólo puedo decir que en los últimos dos años me sentí más tranquilo siguiendo a los políticos de España -tanto en directo como en los medios de comunicación-, que a los de Estados Unidos.

-¿Cómo sueña el futuro de su país?
-Comparto la teoría de los ciclos que Arthur Schlesinger propone en su tesis sobre la historia americana. Él cree que generalmente hay un correctivo a la vuelta de la esquina; justo cuando piensas que las cosas están establecidas para siempre, toman una drástica y nueva dirección. En este caso, sin embargo, es muy posible que no se dé esa 'vuelta de la esquina' hasta que suceda algo negativo. Incluso podría ser un desastre que ponga de manifiesto la obcecación o la evidente estupidez que caracteriza a la política de la administración Bush y que fuerce a los ciudadanos estadounidenses a un cambio de valores. ∆

   

   
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