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ENERO 2005

Ventana Nacional
EL QUID DE LA CUESTION

EL QUID DE LA CUESTION

El PP se va a pasar los próximos tres años acosando, persiguiendo, insultando y tratando de pillar al gobierno de Zapatero en renuncias, y lo van a hacer convencidos de que así sirven a España.


Observando la creciente y pertinaz tensión que existe entre el gobierno de Zapatero y el opositor PP, uno se pregunta si existe alguna fórmula, alguna mágica poción, que relaje el ambiente y nos permita a todos los ciudadanos poder disfrutar de los telediarios sin tener que tragarnos las ironías, insultos, descalificaciones y demás lindezas que unos y otros se lanzan, como si el sentido de la comunicación entre ellos hubiese quedado reducido a una serie de frases, sonidos y expresiones más propios de la jungla que de un parlamento democrático.
Bien es cierto que cuando ZP tomó posesión de su cargo ofreció a la oposición diálogo, debate constructivo y relajado, otra forma, en suma, de hacer la labor parlamentaria.
Pero, y aquí radica el quid de la cuestión, el PP no puede hacer una cosa así simplemente por inercia genética, o si no quieren ir tan lejos, por inercia heredada de la historia de la derecha en este país.
Cuando los parlamentarios del PP hablan, lo hacen, eso se creen al menos, desde la posesión de la verdad más absoluta. Ellos, que han estado cuarenta años en el poder más dictatorial, que acaban de vivir otros ocho, los últimos cuatro con mayoría absoluta, no pueden asimilar el simple hecho de que pueden estar equivocados en muchas cosas o, al menos, en alguna.
La comparecencia de Aznar fue una evidencia de esto último, es decir, su gobierno no cometió ningún error, nunca se equivocaron, no hubo fallos, todo fue perfecto. Es evidente que sólo habla así quien se cree incapaz de estar equivocado, quien se "endiosó".
Cuando los parlamentarios del PP se ven obligados a escuchar, por disciplina parlamentaria, a cualquier miembro del gobierno o de otro grupo, lo hacen esbozando una cínica sonrisa, con una actitud de prepotencia, de superioridad, de condescendencia con esos pobres ignorantes que no saben de que hablan.
Su chulería y desprecio hacia los demás la heredaron de Aznar, quien a su vez la mamó en los cursillos franquistas. Su incapacidad para aceptar, con humildad, que sí hubo errores, lo que les convertiría de paso en seres humanos, es una consecuencia de una mala digestión de tanto empacho de poder como vivieron en la última legislatura. Y todo ello, por tanto, les convierte en zombis de su propia frustración por haber perdido el lugar que ellos consideran que les pertenece por derecho propio, por herencia y también porque son una clase superior, o sea, los que llevan en sus venas sangre patriótica de verdad, la España invertebrada, la moral nacional-católica, los valores eternos que definen a los verdaderos hombres y mujeres que deben construir el futuro, la España del futuro.
Esa creencia sin paliativos, ese convencimiento enfermizo mamado en los colegios del Opus, los convierte en individuos con los que es imposible dialogar, algo que se está comprobando día a día no sólo en el Parlamento, sino también en los debates televisivos, en las tertulias y en todos los foros donde se dignan aparecer.
Y es evidente que es así porque cuando Gallardón osó decir, en el congreso del PP madrileño, que algún error cometerían para perder las elecciones, todos se le echaron encima, porque es más fácil echar la culpa a circunstancias externas, a los demás, a tramas rebuscadas, que admitir que uno es humano y también se equivoca.
Pero esa incapacidad, repito, heredada y potenciada ahora a su máxima expresión por haber perdido la poltrona, hace que no sea posible una unidad de todas las fuerzas para el bien y el progreso de España. Y eso es lo que hay.
Se van a pasar los próximos tres años acosando, persiguiendo, insultando y tratando de pillar al gobierno de Zapatero en renuncias, y lo van a hacer convencidos de que así sirven a España, de la misma forma que con Aznar a la cabeza nos metieron en la guerra de Irak convencidos de que matando iraquíes servían a la paz mundial, a la libertad y a las correctas relaciones humanas.
Tal vez, si se miraran al espejo y vieran la cara que se les está poniendo de tanto mentir y de tanta amargura, tal vez cambiaran de actitud, tal vez.
En cualquier caso, quien siembra vientos recoge tempestades y, además, afortunadamente el pueblo español ya demostró el 14-M que es mayor de edad, que sabe leer entre líneas y que no soporta a quien le miente.
Y el pueblo es, al final, quien tiene la palabra.
/ MC

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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