uelen decir los periodistas que trabajar
en la profesión te permite conocer gente excepcional. Yo misma me he encontrado
a bastantes personas maravillosas, y sin duda una es Kim Manresa. Acaba de
publicar el libro Los Olvidados, junto al periodista Juan Gonzalo
Betancur y concede unas cuantas entrevistas antes de seguir camino a Tailandia,
Camboya, Vietnam, Nicaragua, Sudáfrica... Los temas que fotografiará van desde
el turismo sexual a la desactivación de minas. Pero uno de sus proyectos
preferidos es el del 25 aniversario de la revolución en Nicaragua; hizo unas
fotos para exponer en Managua y han tenido tanta aceptación que se verán en unas
20 ciudades de todo el país: en Managua las fotos están en la Loma de Tiscapa,
que es donde estaba la casa de Somoza, hoy en ruinas. También se pueden ver en
la cárcel de León, donde tuvieron lugar toda clase de torturas. En Estelí la
comunidad de mujeres las pondrán en los graneros. Unas imágenes que conectan con
las gentes, captadas por un fotógrafo que comenzó su carrera con 13 años,
inmortalizando las cargas policiales de los grises contra los habitantes de su
barrio obrero de Barcelona.
-En este mundo sobresaturado de imágenes, ¿crees que la fotografía mantiene
su capacidad de denuncia?
-La fotografía mantiene la capacidad de denuncia, pero tenemos que tener un
poco de cuidado porque últimamente estamos cayendo en la frivolidad de las
imágenes. Estamos en un mundo tan competitivo que vale absolutamente todo. Por
ejemplo en la televisión hay gente que paga por determinadas imágenes, cuando
eso tendría que estar prohibido porque hay tanta pobreza en el mundo que por
seis dólares la gente hace cualquier cosa. De hecho cuando hay guerras, hay
cámaras que pagan porque a alguien le den un tiro, haciendo que la vida no valga
absolutamente nada.
-¿Cómo definirías la fotografía que haces?
-Son fotos de denuncia y de esperanza. Acabo de hacer un recorrido por todo
el continente africano, de donde he traído un millón de fotos en las que no hay
guerras. Es un viaje por África con la gente que te vas encontrando, porque es
un continente muy abierto, muy amable, que te lo da todo. Cojo el tren en Ceuta,
me voy hacia abajo, cojo la piragua, cojo el autobús, y cuento pequeñas
historias sobre la vida, la muerte, la alegría, el peinado, el agua, la comida,
la amistad...
-¿Quiénes son "Los Olvidados" de Colombia, protagonistas de tu último libro?
-Es un libro en tres partes, encargo de la Universidad de Bucaramanga, una
de las universidades americanas más combativas a nivel cultural. Cada dos años
hacen un proyecto y éste fue explicar la recuperación y la historia del río
Magdalena Medio a través de siete músicos. Fui con un periodista de El Diario de
Medellín -Juan Gonzalo Betancur- y son imágenes que transmiten esperanza, pero
que son muy tristes. Ves sus rostros y transmiten tristeza, dolor, preocupación.
Tienen un futuro incierto. Cada día hay muertos, hay secuestros, viven junto a
la guerrilla, los narcos...
-Has hecho reportajes sobre la ablación, la prostitución infantil, las
mujeres quemadas con ácido... ¿Cuál es el recuerdo más fuerte que guardas?
-Cada cosa impresiona mucho. Cuando asistí a la ablación de Kadi, fueron los
treinta segundos más angustiosos de mi vida. Pero como me dieron muchos premios,
todo ha ido a parar a ella y le pago los estudios; tiene once años y hablo con
ella cuatro veces al año, incluso voy a verla. Nos conocimos de una manera muy
triste, pero ha tenido un final muy feliz. Pero no todas las historias son como
ésta. A nivel fotográfico, las mujeres quemadas de Bangladesh ha sido lo más
duro que he hecho. El reportaje comenzó cuando trajeron a las niñas a Valencia.
Fueron un montón de fotógrafos, hacían la foto y se iban. Pero yo necesitaba
veinte fotos de la vida cotidiana y tenía que romper el hielo. Entonces empecé a
hacer el payaso, a pintarme, a vestirme con saris y ellas se tronchaban de risa.
Pero a través de la cámara las veía y estaban totalmente destrozadas, era el
horror, sin ojos, sin labios, sin orejas... una cosa brutal. La barbarie humana
no tiene límite. Me hice muy amigo de todas, fui con las seis a su casa cuando
regresaron y terminé el reportaje allí. Pero al cabo de un año volvimos y
estaban mucho peor, porque la empresa de aquí que patrocinó las operaciones
luego no hizo un seguimiento. Ellas vivían en el campo, las llevaron y las
olvidaron, así que cuando volvimos al cabo de un año todo se había infectado:
los ojos postizos, los injertos, las orejas. Todas se querían morir. Esto me
impactó mucho y creo que esta empresa tendrían que cerrarla y llevarlos a todos
a la cárcel. Pero es una empresa importante y aquí las multinacionales hacen lo
que les da la gana. Con lo de la prostitución infantil sucede otro tanto. Los
europeos van a Cuba y Brasil, y como tienen dinero se dedican a destruir niñas.
Y como empecé a viajar desde muy joven veo que todo está mucho peor. Las
barbaries que veo ahora no las había antes. Además ahora hay en los pueblos
mucho odio que antes no existía.
-¿Y esto irá a más?
-Yo creo que sí porque ahora viajar es mucho más fácil, tienes más medios y
puedes hacer lo que te da la gana. Por ejemplo antes no había tanto turismo
sexual, porque era muy caro pero ahora te vas a Sudamérica por 30.000 ptas, con
lo cual todo el mundo tiene acceso.
-¿Dónde encontrarías en España una foto denuncia que suele pasar
desapercibida?
-Ahora en España hay un problema muy grande que es la inmigración ilegal.
Por ejemplo en Barcelona hay muchos talleres ilegales que viven en condiciones
inhumanas. Y en Madrid vas por la Plaza de Castilla y el centro, y está lleno de
prostitución de inmigrantes, de drogadicción. Son grandes problemas que se
denuncian, pero que también escondemos un poquito. Tú vas por el barrio Gótico
de Barcelona, el centro de Madrid, Valencia o Bilbao y ves secuencias que no
dirías que son de aquí, ni siquiera del Tercer Mundo; son de otra galaxia.
-¿El poder de transmitir de una imagen es directamente proporcional a la
sensibilidad del fotógrafo o tiene más que ver con lo que se fotografía?
-Tú puedes hacer un reportaje y crear una conciencia, pero en el segundo o
el tercero si no eres una persona sensible te destapas y pierdes la
credibilidad. Vale más que una persona denuncie y que sea consciente de ello
aunque no sea un gran fotógrafo, a que sea un gran fotógrafo que haga tres
reportajes pero sea un hijo de puta.
-Visto en los sitios en los que te metes, ¿hay algo que te dé miedo?
-Hay sitios en los que pasas miedo, pero no porque haces una cosa mal sino
porque haces unas denuncias. Pero las personas con las que te encuentras te
tratan y te cuidan como a un tesoro. En los lugares más difíciles ha sido duro
porque quería sacar determinadas fotos, pero la gente se lo merecía y valía la
pena el esfuerzo. Una cosa es el miedo, que sí lo he tenido -por estar en sitios
de conflictos, por ejemplo-, y otra la gente mala, que nunca me la he
encontrado. A Irak, Sierra Leona, Sudán, Uganda, Colombia, Nicaragua... volvería
porque es una gente maravillosa.
-¿Qué valores te rigen en este mundo tan competitivo?
-La amistad, la honradez y la palabra. En fin, la credibilidad; que cuando
haga una cosa tenga un valor, que no todo sea tan material.
-Conoces gente en Kenia, Tanzania, Burkina, Sudáfrica... ¿Quiénes son los
amigos de Kim Manresa?
-Yo nunca voy a hoteles, me quedo a dormir en casas de familias. Estoy en
casas que no tienen absolutamente nada y que hacen un gran esfuerzo. Muchas
veces me han dado a mí comida y ellos se han quedado sin comer. Yo no lo acepto
pero veo el esfuerzo de la gente y el reconocimiento porque compartas sus
condiciones. Tú les das un poquito a esta gente y te abren el corazón para toda
la vida. Por mi manera de trabajar voy conociendo gente en todas partes y cuando
vuelves todos te conocen. He hecho muchos lazos allí, tengo muchos amigos que
tienen hijos y soy el padrino. Así que se me cae la baba cuando me dicen 'tío
Kim, ¿cuándo vas a venir, que los elefantes te llaman?' Entonces cuando puedo me
voy allí. Son lazos de amistad muy fuertes.
-¿Cómo ves la labor de los medios de comunicación en España?
-Soy un poco crítico. Antes sabías que el ABC o El País tenía un camino,
pero ahora como hay grupos y entre tres o cuatro tienen todos los periódicos,
pues las noticias son más o menos las mismas. Antes la noticia estaba al
servicio del pueblo y ahora sirve al mundo económico. Todo depende de la
publicidad, así que hacer periodismo creíble es difícil.
-¿El mundo que nos venden en los informativos es muy diferente al que tú has
visto?
-Totalmente. La información que llega al mundo occidental es al revés de lo
que pasa allí. Ves la televisión pública de España y la de Burkina Faso o
Colombia y las noticias son totalmente diferentes, cambian al 100%. Es como si
hablaran de otro tema. La guerra de Irak es una cosa en Colombia, otra en Europa
y EEUU, y otra en África.
-Gervasio Sánchez ha comentado en varias ocasiones que le cuesta vender sus
reportajes de denuncia en España. ¿Es que no nos gusta ese tipo de prensa?
-Ahora los periódicos están a merced de la publicidad, y los anuncios de El
Corte Inglés, Coca Cola o Zara no quieren estar en medio de un reportaje donde
tú denuncies algo. La publicidad quiere estar entre cosas bonitas, lo que hace
Tom Cruise, Penélope Cruz... La publicidad quiere estar en los medios donde la
vida es de color rosa. Cuando Gervasio mete un reportaje ahí sobre Sierra Leona
hay muchos problemas, y yo también me encuentro en lo mismo. Vender esto es
difícil y no sólo en España. Incluso los magazines tienen más prensa rosa que
antes. Se han perdido los valores, interesa la pela y punto.
-¿A qué llamas una 'foto buena'?
-A esa que transmite lo que tú deseas. Si yo quiero denunciar el drama de
unos niños o la deforestación, mientras la foto sea correcta la calidad no me
importa mucho. Un buen periodista es igual que escriba con un BiC que con una
Mont Blanc, lo que importa es la historia, que las palabras que escriba digan
algo. Pues en mi opinión, la fotografía tiene que transmitir; el encuadre y
demás me importan un bledo y de hecho yo hago fotos con mucho grano porque
trabajo con cámaras muy baratas que luego regalo. Para otros fotógrafos cada
foto tiene que ser una obra de arte. Lo acepto, pero no es mi caso.
-Efectivamente sorprende tu desinterés por la técnica. ¿Qué importancia le
das a la cámara? ¿Crees que en ocasiones los fotógrafos se apoyan mucho en ella
y poco en ellos mismos?
-Ahora el fotógrafo casi es como un robot. Tiene tanta tecnología que él
mismo pertenece a la cámara. Vas a una manifestación y ves a los fotógrafos con
su chaleco que parece que vayan a la conquista de la luna, lo cual me parece una
exageración. Treinta años atrás los fotógrafos no tenían estas cámaras y hacían
unas fotos geniales. Para mí la cámara es la herramienta que utilizo para
explicar una historia. Respeto a los que piensan lo contrario, pero no es mi
idea de la fotografía, quizás porque no me considero tan fotógrafo. Yo me
considero contador de historias, y para eso uso la cámara.
-¿Dónde están para ti los límites para no invadir la intimidad de una
persona?
-Cuando la persona dice que no. Ahí está el límite. Antes cuando te decían
que no pues era que no, pero ahora todo se ha desmadrado. Ahora cuando te dicen
que no es que sí, porque ganan pasta por debajo... Con la prensa del corazón ya
se ha llegado a unos límites donde no se sabe lo que es verdad y mentira, o sea
que todo es mentira. Y yo tengo que decir que pidiendo permiso pocas veces me
han dicho que no a las fotos más difíciles. He hecho reportajes de putas, de
travestis, de todo y siempre me han dejado hacer fotos.
-¿Hasta dónde un fotógrafo que trabaja temas tan duros como los tuyos tiene
que mantener a raya los sentimientos ante lo que está viendo?
-Los sentimientos los tienes y soy de la opinión de que los tienes que
sacar. Por ejemplo cuando hice lo de las mujeres de Bangladesh, de noche lloraba
de la impotencia que sentía. Si quieres llorar y te caen las lágrimas, pues te
caen y punto. Tú comes, meas y cagas, ¿entonces por qué no puedes sacar
lágrimas? Es lo mismo. Si el cuerpo te lo pide, pues lo haces. Y no es ni bueno
ni malo.
-¿Ves la vida en color o en blanco y negro?
-Yo creo que la vida es de color, porque es una maravilla pero nosotros
estamos empeñados en verla en blanco y negro. Cuando se aceptan las cosas como
son -la naturaleza, el ser humano con toda su diversidad, los ríos...- todo
tiene un color vital, pero como tenemos la manía de destruirlo todo pues lo
vemos en blanco y negro. ∆
Los olvidados. Resistencia cultural en Colombia, de Kim Manresa y Juan
Gonzalo Betancur se vende con un CD (Editoriales UNAB y Blume). Las ganancias de
las ventas van a parar a 80 músicos, beneficiados directos del proyecto, gracias
a la donación de los autores y la editorial UNAB.