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ENERO 2005

EL CONTADOR DE HISTORIAS

KIM MANRESA
- Fotógrafo -

Les presento a Kim Manresa, fotógrafo. Pero no se imaginen a un tipo que arrastra sus cámaras millonarias por todo el mundo, sino a un profesional que utiliza artefactos de bajo precio que luego regala o intercambia por tirachinas antes de regresar. Trabaja para la ONU y las ONG más importantes pero no le encontrarán en los hoteles, sino compartiendo las condiciones de vida de las gentes que fotografía. Es sencillo y sobre todo tan humano que es incapaz de enriquecerse de las miserias de otros. En fin, un personaje libre que no conoce ataduras.

 

 

 

Fotografía de Kim Manresa

 

 

 

 

 

 

"Ahora el fotógrafo casi es como un robot. Tiene tanta tecnología que él mismo pertenece a la cámara. Para mí la cámara es la herramienta que utilizo para explicar una historia"
 

 

 

 

 

 

 


"A nivel fotográfico, las mujeres quemadas de Bangladesh ha sido lo más duro que he hecho"

 

 

 

 

 

 

 

Fotografía de Kim Manresa

 

 

 

 



"Vas por el barrio Gótico de Barcelona, el centro de Madrid, Valencia o Bilbao y ves escenas que no dirías que son de aquí, ni siquiera del Tercer Mundo; son de otra galaxia"
 

 

 

 

 

 

 


"Cuando hay guerras, hay cámaras que pagan porque a alguien le den un tiro, haciendo que la vida no valga absolutamente nada"

KIM MANRESA

 

 

 

 

Texto: Marta Iglesias
Fotos cedidas por K. Manresa

Suelen decir los periodistas que trabajar en la profesión te permite conocer gente excepcional. Yo misma me he encontrado a bastantes personas maravillosas, y sin duda una es Kim Manresa. Acaba de publicar el libro Los Olvidados, junto al periodista Juan Gonzalo Betancur y concede unas cuantas entrevistas antes de seguir camino a Tailandia, Camboya, Vietnam, Nicaragua, Sudáfrica... Los temas que fotografiará van desde el turismo sexual a la desactivación de minas. Pero uno de sus proyectos preferidos es el del 25 aniversario de la revolución en Nicaragua; hizo unas fotos para exponer en Managua y han tenido tanta aceptación que se verán en unas 20 ciudades de todo el país: en Managua las fotos están en la Loma de Tiscapa, que es donde estaba la casa de Somoza, hoy en ruinas. También se pueden ver en la cárcel de León, donde tuvieron lugar toda clase de torturas. En Estelí la comunidad de mujeres las pondrán en los graneros. Unas imágenes que conectan con las gentes, captadas por un fotógrafo que comenzó su carrera con 13 años, inmortalizando las cargas policiales de los grises contra los habitantes de su barrio obrero de Barcelona.

-En este mundo sobresaturado de imágenes, ¿crees que la fotografía mantiene su capacidad de denuncia?
-La fotografía mantiene la capacidad de denuncia, pero tenemos que tener un poco de cuidado porque últimamente estamos cayendo en la frivolidad de las imágenes. Estamos en un mundo tan competitivo que vale absolutamente todo. Por ejemplo en la televisión hay gente que paga por determinadas imágenes, cuando eso tendría que estar prohibido porque hay tanta pobreza en el mundo que por seis dólares la gente hace cualquier cosa. De hecho cuando hay guerras, hay cámaras que pagan porque a alguien le den un tiro, haciendo que la vida no valga absolutamente nada.

-¿Cómo definirías la fotografía que haces?
-Son fotos de denuncia y de esperanza. Acabo de hacer un recorrido por todo el continente africano, de donde he traído un millón de fotos en las que no hay guerras. Es un viaje por África con la gente que te vas encontrando, porque es un continente muy abierto, muy amable, que te lo da todo. Cojo el tren en Ceuta, me voy hacia abajo, cojo la piragua, cojo el autobús, y cuento pequeñas historias sobre la vida, la muerte, la alegría, el peinado, el agua, la comida, la amistad...

-¿Quiénes son "Los Olvidados" de Colombia, protagonistas de tu último libro?
-Es un libro en tres partes, encargo de la Universidad de Bucaramanga, una de las universidades americanas más combativas a nivel cultural. Cada dos años hacen un proyecto y éste fue explicar la recuperación y la historia del río Magdalena Medio a través de siete músicos. Fui con un periodista de El Diario de Medellín -Juan Gonzalo Betancur- y son imágenes que transmiten esperanza, pero que son muy tristes. Ves sus rostros y transmiten tristeza, dolor, preocupación. Tienen un futuro incierto. Cada día hay muertos, hay secuestros, viven junto a la guerrilla, los narcos...

-Has hecho reportajes sobre la ablación, la prostitución infantil, las mujeres quemadas con ácido... ¿Cuál es el recuerdo más fuerte que guardas?
-Cada cosa impresiona mucho. Cuando asistí a la ablación de Kadi, fueron los treinta segundos más angustiosos de mi vida. Pero como me dieron muchos premios, todo ha ido a parar a ella y le pago los estudios; tiene once años y hablo con ella cuatro veces al año, incluso voy a verla. Nos conocimos de una manera muy triste, pero ha tenido un final muy feliz. Pero no todas las historias son como ésta. A nivel fotográfico, las mujeres quemadas de Bangladesh ha sido lo más duro que he hecho. El reportaje comenzó cuando trajeron a las niñas a Valencia. Fueron un montón de fotógrafos, hacían la foto y se iban. Pero yo necesitaba veinte fotos de la vida cotidiana y tenía que romper el hielo. Entonces empecé a hacer el payaso, a pintarme, a vestirme con saris y ellas se tronchaban de risa. Pero a través de la cámara las veía y estaban totalmente destrozadas, era el horror, sin ojos, sin labios, sin orejas... una cosa brutal. La barbarie humana no tiene límite. Me hice muy amigo de todas, fui con las seis a su casa cuando regresaron y terminé el reportaje allí. Pero al cabo de un año volvimos y estaban mucho peor, porque la empresa de aquí que patrocinó las operaciones luego no hizo un seguimiento. Ellas vivían en el campo, las llevaron y las olvidaron, así que cuando volvimos al cabo de un año todo se había infectado: los ojos postizos, los injertos, las orejas. Todas se querían morir. Esto me impactó mucho y creo que esta empresa tendrían que cerrarla y llevarlos a todos a la cárcel. Pero es una empresa importante y aquí las multinacionales hacen lo que les da la gana. Con lo de la prostitución infantil sucede otro tanto. Los europeos van a Cuba y Brasil, y como tienen dinero se dedican a destruir niñas. Y como empecé a viajar desde muy joven veo que todo está mucho peor. Las barbaries que veo ahora no las había antes. Además ahora hay en los pueblos mucho odio que antes no existía.

-¿Y esto irá a más?
-Yo creo que sí porque ahora viajar es mucho más fácil, tienes más medios y puedes hacer lo que te da la gana. Por ejemplo antes no había tanto turismo sexual, porque era muy caro pero ahora te vas a Sudamérica por 30.000 ptas, con lo cual todo el mundo tiene acceso.

-¿Dónde encontrarías en España una foto denuncia que suele pasar desapercibida?
-Ahora en España hay un problema muy grande que es la inmigración ilegal. Por ejemplo en Barcelona hay muchos talleres ilegales que viven en condiciones inhumanas. Y en Madrid vas por la Plaza de Castilla y el centro, y está lleno de prostitución de inmigrantes, de drogadicción. Son grandes problemas que se denuncian, pero que también escondemos un poquito. Tú vas por el barrio Gótico de Barcelona, el centro de Madrid, Valencia o Bilbao y ves secuencias que no dirías que son de aquí, ni siquiera del Tercer Mundo; son de otra galaxia.

-¿El poder de transmitir de una imagen es directamente proporcional a la sensibilidad del fotógrafo o tiene más que ver con lo que se fotografía?
-Tú puedes hacer un reportaje y crear una conciencia, pero en el segundo o el tercero si no eres una persona sensible te destapas y pierdes la credibilidad. Vale más que una persona denuncie y que sea consciente de ello aunque no sea un gran fotógrafo, a que sea un gran fotógrafo que haga tres reportajes pero sea un hijo de puta.

-Visto en los sitios en los que te metes, ¿hay algo que te dé miedo?
-Hay sitios en los que pasas miedo, pero no porque haces una cosa mal sino porque haces unas denuncias. Pero las personas con las que te encuentras te tratan y te cuidan como a un tesoro. En los lugares más difíciles ha sido duro porque quería sacar determinadas fotos, pero la gente se lo merecía y valía la pena el esfuerzo. Una cosa es el miedo, que sí lo he tenido -por estar en sitios de conflictos, por ejemplo-, y otra la gente mala, que nunca me la he encontrado. A Irak, Sierra Leona, Sudán, Uganda, Colombia, Nicaragua... volvería porque es una gente maravillosa.

-¿Qué valores te rigen en este mundo tan competitivo?
-La amistad, la honradez y la palabra. En fin, la credibilidad; que cuando haga una cosa tenga un valor, que no todo sea tan material.

-Conoces gente en Kenia, Tanzania, Burkina, Sudáfrica... ¿Quiénes son los amigos de Kim Manresa?
-Yo nunca voy a hoteles, me quedo a dormir en casas de familias. Estoy en casas que no tienen absolutamente nada y que hacen un gran esfuerzo. Muchas veces me han dado a mí comida y ellos se han quedado sin comer. Yo no lo acepto pero veo el esfuerzo de la gente y el reconocimiento porque compartas sus condiciones. Tú les das un poquito a esta gente y te abren el corazón para toda la vida. Por mi manera de trabajar voy conociendo gente en todas partes y cuando vuelves todos te conocen. He hecho muchos lazos allí, tengo muchos amigos que tienen hijos y soy el padrino. Así que se me cae la baba cuando me dicen 'tío Kim, ¿cuándo vas a venir, que los elefantes te llaman?' Entonces cuando puedo me voy allí. Son lazos de amistad muy fuertes.

-¿Cómo ves la labor de los medios de comunicación en España?
-Soy un poco crítico. Antes sabías que el ABC o El País tenía un camino, pero ahora como hay grupos y entre tres o cuatro tienen todos los periódicos, pues las noticias son más o menos las mismas. Antes la noticia estaba al servicio del pueblo y ahora sirve al mundo económico. Todo depende de la publicidad, así que hacer periodismo creíble es difícil.

-¿El mundo que nos venden en los informativos es muy diferente al que tú has visto?
-Totalmente. La información que llega al mundo occidental es al revés de lo que pasa allí. Ves la televisión pública de España y la de Burkina Faso o Colombia y las noticias son totalmente diferentes, cambian al 100%. Es como si hablaran de otro tema. La guerra de Irak es una cosa en Colombia, otra en Europa y EEUU, y otra en África.

-Gervasio Sánchez ha comentado en varias ocasiones que le cuesta vender sus reportajes de denuncia en España. ¿Es que no nos gusta ese tipo de prensa?
-Ahora los periódicos están a merced de la publicidad, y los anuncios de El Corte Inglés, Coca Cola o Zara no quieren estar en medio de un reportaje donde tú denuncies algo. La publicidad quiere estar entre cosas bonitas, lo que hace Tom Cruise, Penélope Cruz... La publicidad quiere estar en los medios donde la vida es de color rosa. Cuando Gervasio mete un reportaje ahí sobre Sierra Leona hay muchos problemas, y yo también me encuentro en lo mismo. Vender esto es difícil y no sólo en España. Incluso los magazines tienen más prensa rosa que antes. Se han perdido los valores, interesa la pela y punto.

-¿A qué llamas una 'foto buena'?
-A esa que transmite lo que tú deseas. Si yo quiero denunciar el drama de unos niños o la deforestación, mientras la foto sea correcta la calidad no me importa mucho. Un buen periodista es igual que escriba con un BiC que con una Mont Blanc, lo que importa es la historia, que las palabras que escriba digan algo. Pues en mi opinión, la fotografía tiene que transmitir; el encuadre y demás me importan un bledo y de hecho yo hago fotos con mucho grano porque trabajo con cámaras muy baratas que luego regalo. Para otros fotógrafos cada foto tiene que ser una obra de arte. Lo acepto, pero no es mi caso.

-Efectivamente sorprende tu desinterés por la técnica. ¿Qué importancia le das a la cámara? ¿Crees que en ocasiones los fotógrafos se apoyan mucho en ella y poco en ellos mismos?
-Ahora el fotógrafo casi es como un robot. Tiene tanta tecnología que él mismo pertenece a la cámara. Vas a una manifestación y ves a los fotógrafos con su chaleco que parece que vayan a la conquista de la luna, lo cual me parece una exageración. Treinta años atrás los fotógrafos no tenían estas cámaras y hacían unas fotos geniales. Para mí la cámara es la herramienta que utilizo para explicar una historia. Respeto a los que piensan lo contrario, pero no es mi idea de la fotografía, quizás porque no me considero tan fotógrafo. Yo me considero contador de historias, y para eso uso la cámara.

-¿Dónde están para ti los límites para no invadir la intimidad de una persona?
-Cuando la persona dice que no. Ahí está el límite. Antes cuando te decían que no pues era que no, pero ahora todo se ha desmadrado. Ahora cuando te dicen que no es que sí, porque ganan pasta por debajo... Con la prensa del corazón ya se ha llegado a unos límites donde no se sabe lo que es verdad y mentira, o sea que todo es mentira. Y yo tengo que decir que pidiendo permiso pocas veces me han dicho que no a las fotos más difíciles. He hecho reportajes de putas, de travestis, de todo y siempre me han dejado hacer fotos.

-¿Hasta dónde un fotógrafo que trabaja temas tan duros como los tuyos tiene que mantener a raya los sentimientos ante lo que está viendo?
-Los sentimientos los tienes y soy de la opinión de que los tienes que sacar. Por ejemplo cuando hice lo de las mujeres de Bangladesh, de noche lloraba de la impotencia que sentía. Si quieres llorar y te caen las lágrimas, pues te caen y punto. Tú comes, meas y cagas, ¿entonces por qué no puedes sacar lágrimas? Es lo mismo. Si el cuerpo te lo pide, pues lo haces. Y no es ni bueno ni malo.

-¿Ves la vida en color o en blanco y negro?
-Yo creo que la vida es de color, porque es una maravilla pero nosotros estamos empeñados en verla en blanco y negro. Cuando se aceptan las cosas como son -la naturaleza, el ser humano con toda su diversidad, los ríos...- todo tiene un color vital, pero como tenemos la manía de destruirlo todo pues lo vemos en blanco y negro. ∆

Los olvidados. Resistencia cultural en Colombia, de Kim Manresa y Juan Gonzalo Betancur se vende con un CD (Editoriales UNAB y Blume). Las ganancias de las ventas van a parar a 80 músicos, beneficiados directos del proyecto, gracias a la donación de los autores y la editorial UNAB.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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