conoce a fondo la situación que atraviesa el sistema penitenciario español
gracias a veinte años de trabajo como voluntario social en varios Centros.
Además, conoce la situación en más de dos docenas de cárceles en países de
América Latina y de Africa.
-Uno de los síntomas de que nuestro sistema penitenciario no va por buen
camino es el aumento disparado de suicidios y muertes por sobredosis. ¿Cuál
es la situación en las cárceles españolas?
-He de decir que los datos son alarmantes: 30 presos se han quitado la
vida en las cárceles este año; en 2004 hubo 40 suicidios, 12 más que en
2003. El año pasado murieron 180 reclusos, 40 de ellos se quitaron la vida,
33 murieron por sobredosis, dentro de la cárcel, sí, y 31 que ya entraron
enfermos del sida, lo que fuerza a preguntarnos si la prisión era el lugar
idóneo para estos enfermos.
-¿Cómo evoluciona el problema de la masificación?
-Las cárceles españolas tienen hoy día casi el doble de presos que en
1990: más de 61.000 repartidos en 77 prisiones. El aumento sostenido de la
delincuencia, el endurecimiento de las penas, el castigo de nuevos delitos y
la demora en la edificación de nuevas cárceles están sobrecargando el
sistema penitenciario. Pero aún no hay una buena explicación sobre por qué
España tiene la tercera tasa más alta de presos por habitante de la UE.
En un interesante reportaje de Pablo Ordaz se ofrece el testimonio de un
recluso español que habla en un lenguaje claro y directo: "La gente viene
muy rallada de fuera, se meten de todo, viven la aventura, son unos héroes
en su barrio y luego llegan aquí y se les cae el mundo encima. Sobre todo
cuando se dan cuenta de que la aventura les va a costar siete años de una
condena que tendrán que comerse entera. La juventud de hoy no está preparada
para el fracaso. Se derrumban. Y además, los psiquiátricos se cerraron y
todos los que están mal vienen a parar aquí". Las cárceles no tienen
reservado el derecho de admisión. Todo cliente enviado por los jueces halla
acomodo, por el tiempo que sea.
-Pese a que el ingreso en prisión no es evidentemente la
mejor solución, ante la inexistencia de alternativas la población reclusa no
hace más que aumentar. ¿Por qué?
-Sí, el ritmo de aumento de la población penitenciaria (un 3,2% en lo
que va de año), sin cárceles nuevas aún, ha llevado a la directora de
Instituciones Penitenciarias, a plantear una reflexión: "Ha llegado el
momento de que la sociedad supere la idea de que las prisiones son el
destino inevitable al que están abocadas todas las personas que llegan a
vulnerar las normas penales". ¿Cómo es posible que España tenga la tercera
mayor tasa de población reclusa, 144 presos por 100.000 habitantes, muchos
más que Francia o Italia? El Reino Unido, donde el total de presos crece en
250 personas por semana, se pregunta lo mismo. Ambos países construyeron 13
cárceles cada uno entre 1996 y 2003, con 18.500 nuevas plazas en el caso
británico y 10.027, en el español. Y ya están llenas.
-¿Hasta qué punto ha influido el endurecimiento de las
penas?
-Esa es una de las causas fundamentales que muchos expertos coinciden en
señalar para explicar el imparable aumento de reclusos: el endurecimiento de
las penas del Código Penal de 1995, reforzado aún más en 2003; las
dificultades en el acceso al tercer grado y a la libertad condicional; la
introducción de nuevos delitos de peligro abstracto; un cierto abuso de la
prisión preventiva y la mayor presencia de delincuentes llegados de otros
países.
-¿Qué alternativas podrían existir, que ayuden a paliar
el problema?
-En la UE hay un debate sobre la flexibilización del sistema que aún no
ha llegado a España, en el que se tiende a una apuesta fuerte por las penas
alternativas, las libertades condicionales, la semilibertad, el cumplimiento
de penas en centros de deshabituación por parte de los toxicómanos, las
medidas telemáticas y los trabajos en beneficio de la comunidad.
-Y además poniendo en marcha medidas sociales que actúen
en las causas que provocan los actos delictivos.
-Recordemos que el 70% de los presos está en la cárcel por delitos de
narcotráfico y contra el patrimonio, muchas veces asociados. Si un
delincuente drogadicto se deshabitúa, posiblemente no volverá a delinquir,
porque la causa del delito desaparece.
-¿La cárcel sería entonces el recurso último?
-Los expertos coinciden en que para los delitos graves, para las
condenas de larga duración, no hay alternativa. Habría que reservar la
cárcel para los delitos más graves. Sólo con cumplir la ley, para que se
permitiera el acceso a la libertad condicional de quienes han cumplido las
dos terceras partes de la pena, se liberarían miles de celdas, tomando las
medidas necesarias para prevenir la reincidencia. ∆