NOVIEMBRE 2004
CUBA
Al igual que ocurrió en Troya, a nadie le preocupa la opinión de los
cubanos, lo que de verdad importa es destronar al poderoso Fidel.
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Qué
tiene Cuba que todos la desean? Un día sí y otro también, Cuba ocupa
la primera página de la polémica internacional. La isla caribeña es
la gran dama cortejada por todos. Unos para devolverle la
"libertad", otros para poseerla y dominarla, y la mayoría la
utilizan como disculpa y argumento para sus figureos, para lograr
puntos, para asomar la cabeza de la mediocridad en la que viven y no
se les ocurre otra cosa que meterse a salvadores del honor de los
cubanos.
Cuba es la Troya moderna. Sus "murallas" tientan los sueños
conquistadores de los que aspiran a glorias eternas. Conquistarla
significaría destruir el último bastión del rebelde romanticismo de
otros tiempos donde se luchaba por ideales, no por dinero, como
ahora.
Cuba divide al mundo en bandos, enfrentando a los unos con los otros
más allá de las ideologías, más allá de la supuesta y falsa
"preocupación" por el bienestar del pueblo cubano. Porque, en
realidad, y al igual que ocurrió en Troya, a nadie le preocupa la
opinión de los cubanos, lo que de verdad importa es destronar al
poderoso Fidel, borrar esa mancha que perpetúa el espíritu de la
rebelión contra el imperio.
Apoyar a Cuba se convirtió en una forma indirecta de arremeter
contra el imperio yankee y, de paso, contra todos aquellos que
opinan que la democracia tiene que ser algo así como una vacuna
contra enfermedades contagiosas. Y Cuba es la guarida de los virus,
al igual que en el pasado lo era de piratas, enemigos contumaces
también de los imperios.
Cualquier "revolucionario" moderno que se precie tiene que visitar
Cuba, porque es algo más que un viaje turístico, es más bien la
graduación definitiva ante el mundo, el diploma revolucionario, en
un tiempo donde ser revolucionario es como tener un disco de vinilo,
o sea, puro sentimiento.
Pero, a pesar de todo, Cuba permanece como una provocación
permanente, como esas murallas que a los unos les gustaría abatir y
a los otros proteger. Y dentro de ellas, la figura de Fidel, que
como Paris, el troyano, un día se atrevió a arrebatarle a la bella
Cuba, Helena, al poderoso vecino. Desde entonces, el sitio de Cuba
se prolonga a través de los años, pero las murallas no ceden.
Helena, Cuba, sigue siendo hermosa, aunque las consecuencias del
estado de sitio se notan ya en sus carnes.
Fidel, Paris, acusa más el paso del tiempo, pero si bien su físico
perdió esa belleza juvenil que enamoró a Helena, mantiene en cambio
la misma pasión, el mismo ardor, que es al fin y al cabo lo que
alimenta el fuego del amor y lo que hace que el matrimonio entre
ambos sea inexpugnable a los ataques del exterior.
Con el tiempo han sido muchos los "caballeros" que intentaron el
asalto a Cuba para conquistarla, casi todos procedentes de
ideologías derechistas, tal vez porque a pesar de ser los más afines
a la Iglesia, son los que menos creen en la fuerza del amor. Y sus
intentos resultaron vanos, y en muchos casos ridículos, tal vez
porque menospreciaron el peso histórico del idilio Cuba-Fidel, la
simbología esotérica que tal relación representa, el recuerdo vivo
de la inmortalidad del espíritu rebelde más allá de la lógica de los
tiempos, más allá de la fuerza bruta del poderoso, más allá de la
ambición de los teóricos, de los políticos de pacotilla que nunca
servirán para limpiarle los zapatos a Fidel.
Todos quieren que se derrumben las murallas de Cuba, todos quieren
que la democracia se instale en la isla como si de la panacea
universal se tratara.
Pero si eso llegara a suceder habríamos destruido el último bastión
de la rebeldía en estado puro. Además, ¿qué modelo de democracia se
le propone a los cubanos? ¿La del imperio yankee? ¿La de Bush?
Cuando Cuba no sea lo que es, cuando el mito se haya derrumbado,
todos habremos perdido algo de nosotros mismos, excepto aquellos que
nunca saborearon el placer de plantarle cara al matón de turno, al
"poderoso", al que basa su dominio en el terror, la amenaza y el
desprecio a la libertad de pensamiento y expresión.
Cuba, como Troya, mejor consumida por el fuego que explotada por los
sicarios del imperio.
Como dice la canción... "antes muerta que sencilla"./
MC |