través
de este reportaje-novela, el periodista Millás profundiza en el caso de Nevenka,
mujer ponferradina que un día decidió denunciar a su acosador. Pero ésta no es
sólo su historia. De paso, el escritor hace un barrido por la sociedad española
y desvela los complejos, las contradicciones, los prejuicios y la hipocresía de
quienes prefieren culpar a la víctima antes que señalar al agresor.
-¿Qué reacciones estás encontrando tras la presentación del libro?
-La verdad es que hay gente que calla, pero no se atreven a tener
reacciones contrarias. Quizá las reacciones más interesantes son las de aquellas
personas que me comentan que en su día tuvieron esos prejuicios de los que yo
hablo en el libro sobre Nevenka y al leerlo hacen una autocrítica, y piensan
cómo se puede ser tan ligero a la hora de juzgar un asunto.
-¿Cuánta hipocresía hay en nuestra sociedad con respecto al tema que toca el
libro?
-Todo el mundo está en contra de que se produzcan estas situaciones de
acoso, de malos tratos, etc. Hay un discurso muy tranquilizador y correcto pero
estas cosas se demuestran de verdad cuando tienes la posibilidad de ponerte a un
lado o a otro, y ahí es donde se falla. Yo te puedo decir que llevo muchos años
escribiendo, y normalmente siempre que saco un libro me llaman de todos los
medios de comunicación para hacer entrevistas. Pues bien, en este caso ha habido
medios que no han querido acercarse al asunto. Alguno no quiso acudir a la
presentación porque dijo que éste era un caso muy delicado. ¿Qué es delicado?
Estamos hablando de hechos probados, de una sentencia en el Tribunal Supremo.
Todo esto indica que todavía hay una complicidad social en torno al agresor. Hay
además personas pintorescas que se atreven a solidarizarse abiertamente con el
agresor; es el caso de Ana Botella en esta historia o el caso de Fraga Iribarne
en el caso del alcalde de Toques. La mayoría de la gente no es tan pintoresca y
lo que hace es callarse. Con ese silencio están apoyando no a la víctima, sino
al agresor. Nos resistimos a creer que esto suceda, pero sucede, y éste es el
estadio cultural en el que nos encontramos.
-Y una vez que los hechos están constatados, con una sentencia judicial de
por medio ¿por qué sigue habiendo tanto miedo a hablar claro?
-Esto es un asunto profundamente ideológico. Las mujeres que denuncian
estos casos están poniendo en cuestión una forma de patriarcado, más o menos
atenuada, y esto mueve los cimientos de la realidad. Hay mucha gente que se
siente amenazada frente a estas situaciones. Además, ya hemos construido un
discurso más o menos correcto según el cual ya las mujeres y los hombres somos
iguales, ya no hay que luchar por conquistas por las que había que luchar en el
siglo XIX o a principios del XX. Estos casos ponen en cuestión ese discurso y
nos obligan a tomar posiciones, de manera que es mejor ignorarlo, o lanzar una
sombra de sospecha hacia la víctima, criminalizarla, "algo habrá hecho, no podía
ser tan ingenua". Estamos dispuestos a cualquier cosa antes que poner en
cuestión los cimientos de nuestra cultura. Date cuenta de que la propia familia
de Nevenka, prefiere pensar que su hija se ha vuelto loca porque es drogadicta
antes que pensar que realmente lo que está haciendo es quitarle la careta a la
sociedad en la que vive.
-En este sentido ¿es la derecha especialmente represora?
-El machismo es una atmósfera moral en el interior de la cual nos
relacionamos. Naturalmente hay más machismo en una zona de la realidad que en
otra, de hecho sospechosamente los casos que conocemos últimamente suceden todos
en la derecha, me refiero al caso de Toques, el caso del cura de Peñarroya, que
no creo que sea de IU, el caso del concejal de Orihuela que acosaba a una
limpiadora. Efectivamente todos están en la derecha, porque la derecha está
ideológicamente más cerca de esas posiciones según las cuales la mujer debe ser
un objeto. Pero hay mucho machismo y mucha misoginia cotidiana también de la
izquierda. Haríamos un ejercicio de hipocresía si pusiéramos fronteras.
-Sin embargo está aumentando el número de malos tratos, precisamente en los
últimos años, cuando gobierna la derecha. ¿Coincidencia?
-La derecha defiende esos valores, otra cosa es que no se atrevan a
hacerlo abiertamente, pero cuando suceden casos escandalosos y no se reacciona
ante ellos, se están apoyando. Valga el ejemplo que te citaba antes: un cura, en
Peñarroya, Córdoba, condenado a once años en firme por abusar de niñas pequeñas.
¿Qué hace el obispo? Se solidariza moralmente con el cura, sin tener una sola
palabra para las víctimas. Eso es muy grave, pero más grave es que la Ministra
de Asuntos Exteriores no llame al Vaticano, para decirles "oigan, tenemos aquí
un obispo que admira a los acosadores". Fraga Iribarne, Presidente en la
comunidad autónoma de donde suceden los hechos, en Toques, Presidente de Honor
del Partido Popular se solidariza con el acosador ¿Pasa algo? No. A Rajoy le
preguntan y dice que no está enterado. ¿Se habría atrevido a decir que no se ha
enterado si le hubieran preguntado qué opinaba de la bajada de la bolsa? Seguro
que no, pero lo otro sí porque considera que el hecho de que un tipo de sesenta
y cinco años esté abusando de una niña de quince es un asunto menor. La
normalidad en estos casos prácticos la representa el acosador y la víctima es un
incordio porque ha hablado. La víctima debe de permanecer callada. De hecho las
mujeres maltratadas son las que tienen que huir de su piso y esconderse en casas
de acogida, mientras el maltratador se queda. Nevenka se ha tenido que ir de
este país, mientras su acosador está leyendo los pregones de las fiestas de su
pueblo. La niña de Toques está pensando en irse porque a quien señalan por la
calle es a ella. Esto configura un panorama que da al traste con esa idea
fantástica de que las conquistas del feminismo ya están alcanzadas y que por lo
tanto ya no hay que luchar por ellas.
-Personalmente ¿cómo contribuye a terminar con esa misoginia?
-Bueno, esto es una labor de todos, incluidas las instituciones. Pero
tenemos que tener en cuenta que en el Instituto de la Mujer hay una señora, que
se llama Miriam Tey, que ha sido editora de un tipo misógino que ha publicado un
libro que se llama Todas putas. En las instituciones teóricamente encargadas de
la mujer debería de haber otra clase de mujeres. Por otra parte está la escuela,
los medios de comunicación y la actitud de cada uno de nosotros, que tenemos que
poner en cuestión nuestras convicciones continuamente. Yo creo que todos
llevamos un machista dentro. Yo he tenido una educación machista y misógina,
llevo un machista dentro al que he tenido que enfrentarme y al que tengo que
controlar.
-Y no pasa nada ¿cómo es posible?
-La misma impotencia frente a esa pregunta la tengo yo. Quiero decir que
yo no tengo respuesta para eso, quizá por esa razón he dedicado dos años de mi
vida a esta historia, porque estoy perplejo.
-En este tipo de situaciones ¿en qué lugar queda la dignidad del hombre?
-Queda mal. El hombre no es inocente en todo esto. El hombre debería
estar al lado de la mujer en a la lucha por la igualdad, pero lo cierto es que
no hay que esperar mucho de eso, porque realmente las conquistas que las mujeres
han conseguido durante el último siglo la han hecho con poca ayuda por parte de
los hombres. Lo deseable sería que por lo menos hubiera una masa crítica de
hombres que estuvieran ahí de un modo activo. En ello estamos.
-¿No se ha echado en falta en estos últimos tiempos más crítica y más
contundencia por parte de los intelectuales?
-Eso sucede porque el escritor es un individuo muy frágil que depende de
muchas cosas para vivir, entre otras de su vanidad. Estar enfrentado
permanentemente a un gobierno te crea muchas complicaciones; empiezan a no
llamarte de sitios, llegas a lugares donde no se atreven a acercarse a ti porque
en cierto modo eres incómodo para el poder. Este cuadro hace que mucha gente
decida acomodarse poco a poco. Es un proceso lento en el que todo son pequeños
pasos. Al final, la masa esta de intelectuales se ha colocado en un sitio por
miedo a represalias, para no enfrentarse a un gobierno con mucho poder. Digamos
que es más cómodo estar bajo el paraguas del gobierno.
-Sin embargo usted se mantiene.
-Sí, yo lo hago porque creo que lo debo de hacer, porque a mí a veces el
miedo me hace ir hacia adelante en lugar de ir hacia atrás. Quizá porque lo
puedo hacer; hay gente que no puede. Cada uno tiene que mantenerse en el sitio
que cree, con la esperanza de que en algún momento salgamos de esta situación
tan opaca intelectualmente y tan casposa culturalmente. Yo no he perdido la
esperanza.
-Según la Constitución, éste es un Estado aconfesional. ¿Cómo sería una
España confesional?
-Este es uno de los resultados de ocho años de gobierno de una derecha
muy rancia, heredera del franquismo. Durante la primera legislatura gobernó en
minoría y tuvo que buscar alianzas, pero en la segunda legislatura, con mayoría
absoluta, se quitó el maquillaje. Y entre las cosas que hemos visto
efectivamente está ese asunto desgraciado de poner la religión como asignatura
obligatoria, que es un paso atrás de magnitudes increíbles, teniendo en cuenta
que una de las grandes conquistas de las sociedades modernas es la separación
entre la Iglesia y el Estado.
Actualmente gran parte de la educación está controlada por la Iglesia, mientras
la enseñanza pública pura y dura está más deteriorada, intencionadamente
deteriorada.
No hay institución más represora que la Iglesia, y está llena de pederastas.
Sólo hay que ir a las hemerotecas y verlo.
-¿Qué influencia tiene la amenaza del terrorismo en la pérdida de libertades
que estamos viviendo desde el 11-S?
-Se está tratando de convertir el terrorismo en una cuestión de orden
metafísico. Y cuando al enemigo se le magnifica de este modo a partir de ahí
todo está autorizado, porque no estás luchando contra una gente normal, sino que
luchas con el diablo. Eso justifica todo, hasta disparates como el de
Guantánamo. Así, se recortan libertades en nombre de una lucha contra el
maligno.
Hay que recordar que Bush rezaba antes y después de bombardear a la población
civil iraquí. Hay que recordar que los Aznar están muy cerca de corrientes
religiosas como los Legionarios de Cristo. Ana Botella, por lo que sé, está muy
cercana a esta secta religiosa.
-El terrorismo internacional era un elemento con el que no contábamos. ¿Cómo
está influyendo esa sombra en todo lo que está sucediendo en España?
-Realmente esta gente -me refiero al trío de las Azores- ha puesto el
mundo patas arriba. El resultado evidentemente es que nosotros teníamos un
terrorismo y ahora tenemos dos. Y esto parece que va a ir a más, sobre todo si
pensamos en el último encuentro entre Bush y Sharon Es curioso que desde el
mundo occidental se repita con tanta frecuencia que no se pacta con terroristas,
cuando se está pactando con un terrorista de la talla de Sharon. Esto, en fin,
ha complicado enormemente las cosas, y será uno más de los temas a los que
tendrá que hacer frente el nuevo gobierno.
-¿Cómo ve el cambio de atmósfera que se ha producido en España después de las
elecciones?
-En principio es un alivio. El día de la investidura estuve escuchando
la televisión todo el día, hasta última hora, y la verdad es que sólo fui capaz
de oír la música porque creo que me interesaba más que la letra, es decir, me
interesaba realmente más ese cambio de atmósfera. Hoy ya coges el periódico y no
te enfadas. Yo soy columnista, y de repente he podido escribir columnas que no
eran de política por primera vez en mucho tiempo.
-¿Diría que se advierte un cambio en la derecha también?
-Hombre, evidentemente encontrar un sujeto tan rencoroso y tan mediocre
intelectualmente como Aznar es prácticamente imposible. El propio Rajoy está
dando muestras de cintura, actúa con sentido del humor en algunas ocasiones.
También se observaron tics en los bancos de la derecha, sorprendentes, por
decirlo con un adjetivo suave, como los abucheos cuando se hablaba del cine o de
Cervantes. Supongo que son reflejos que desaparecerán, porque son
incomprensibles.
En fin, el comienzo no puede haber sido mejor, desde el punto de vista de lo que
ha supuesto de ansiolítico. Está claro que eso no basta. Se tiene que traducir
ahora en el modo en que se afronta la realidad, que es una realidad compleja,
pero ya ese cambio de atmósfera ha supuesto un alivio. ∆