Quedamos a las ocho de la mañana para desayunar en el hotel donde se
aloja y a esa hora despliega una vitalidad desbordante, tanto física como
mental. Entre un té, una tostada y cereales desgrana con gran agudeza el mundo
que nos rodea, intentando desentrañar sus secretos. Hoy cambia el periódico por
una amena conversación donde se dan la mano la realidad con retazos de su vida.
-El otro día recibí un correo suyo sobre un escrito de la Sección Femenina donde
añadía a título personal, "Ya no hay mujeres como las de antes". ¿Seguro que no
existen ninguna de esas víctimas entre nosotros?
-Yo creo que todavía queda gente con esa educación, aunque yo no la conozco.
Es ser víctima de una historia. España no ha tenido sólo estos 40 años de
oscurantismo durante el franquismo, ha tenido 20 siglos. Lo que te quiero decir
es que si hubieran sido 40 años sería más fácil de quitar, pero esto está de
toda la vida. La Iglesia ha mandado aquí desde siempre. Hay mujeres en este país
que murieron por darle a una persona una taza de hierbas para que se curara el
dolor de barriga, porque estaba prohibido que las mujeres tomaran decisiones.
Entonces las consideraban brujas y las quemaban en la plaza pública. El
oscurantismo que ha vivido este país durante tantos siglos es muy gordo.
-Tras los 40 años de franquismo, ¿considera que ha habido un gran cambio?
-Sí, pero también ha habido una regresión. Los primeros 20 años de
democracia fueron espléndidos, se empezaron a romper cosas, vino la Ley del
Divorcio, la Ley del Aborto, la libertad de las mujeres... Pero con el gobierno
del PP, reaccionario y catolicón, dimos un paso atrás. Fíjate que ahora la TV es
mucho más basura de lo que era hace diez años y eso no es porque sí, es mucho
más basura porque interesa que las mujeres estén amarradas a la TV viendo basura
y ellas mismas se conviertan en personas sumisas, que no piensen. No hay
debates, no hay programas políticos, no hay programas culturales, solamente
mierda, mierda y mierda. Y esto porque no interesa que la gente piense. Una
persona que piensa se dará cuenta de que España es el último país de la UE en
servicios sociales, que aquí no tenemos ayuda a las familias, que no tenemos
ayuda a los ancianos.
La Rosa Regàs que tengo ante mí es la mezcla de muchas Rosas. En ella se dan
cita aquella niña separada de sus padres por ser rojos, y educada en una escuela
de monjas por orden de su autoritario abuelo; la joven que se casó en cuanto
salió de la escuela; la madre de cinco hijos; la deportista que desafió las
normas para competir; la mujer que, rebelándose ante un eterno futuro como de
ama de casa, decide ir a estudiar a la Universidad; la arriesgada editora; la
aventurera que dejó todo en su vida para pasar diez años en Bruselas como
traductora de la ONU; la escritora que a los cincuenta años da a luz su primer
libro; la ganadora de los premios Nadal y Planeta; la luchadora implicada en
todas las causas justas; la hermana, la abuela, la amante, la eterna amiga.
Todas estas y muchas más Rosas asoman por sus ojos, se adivinan en sus palabras,
en su fuerza, en el gesto de sus manos, en sus palabras directas.
-Fue una mujer atípica para su época, ¿se considera una mujer valiente?
-Sí, me veo valiente porque soy una persona muy fuerte y he cambiado en todo
lo que he podido. Aunque en ocasiones me costaba mucho, porque me venía a la
cabeza eso que nos dicen a las mujeres cuando nos equivocamos de 'qué torpe
eres'. Y también soy consciente de que en mi misma época había mujeres que no
tenían esa fuerza que a mí me mueve, mujeres sumisas que no lograron cambiar.
-Apoya muchas plataformas de lucha, una de ellas por la laicidad en la
educación...
-Sí, porque esto es lo que pide la Constitución, no lo que se ha inventado
la anterior ministra de Cultura, que se puso de acuerdo con la Conferencia
Episcopal.
-¿Le recuerda esa educación a lo que le enseñaban en la escuela de niña?
-Yo fui a una escuela distinta, a un colegio de monjas dirigido por un
sacerdote extraordinario, que había sido el director de los seminarios en la
época de la República en Barcelona y lo relegaron a este colegio. Era una
maravilla y me ha enseñado muchísimas cosas, como una frase que repito mucho
cuando doy conferencias dirigidas a las mujeres: 'Si buscas una mano que te
ayude, la encontrarás al final de tu brazo'. Si tú no te ayudas, la ayuda que
recibas de los demás no hará efecto.
-Viéndole tan vital, ¿por qué cree que a tantas personas les resulta tan
difícil envejecer?
-Porque se les ha parado el cerebro. Si no se ejercitan las facultades
mentales, éstas no se desarrollan y al no desarrollarse las facultades mentales
te vas quedando con las mismas apetencias de cuando tenías 20 años. No
adelantas. Y a los 20 años lo que quieres es estar guapa y si no adelantas, a
los 40 también y a los 80 también. Y te pones histérica y lo único que quieres
es operarte y ser una niña de 20, cosa que es imposible. Todas estas mujeres que
además les pagan operaciones de las tetas a sus niñas de 18 años, están
apostando por una vejez amargada. Cada operación de éstas te amargará la vida en
el futuro, porque llegará un momento en el que ya no te puedas operar más.
-¿Y de dónde le proviene esa juventud que le sale por los poros?
-Cada persona tiene un don. Hay personas que nacen con el don de la
inteligencia, de la belleza, de saber hacer dinero. Yo tengo el don de la
energía y tengo muchísima. Si te cuento mi programa para esta semana ni te lo
crees.
-¿Por qué considera que es tan importante que todos tengamos un lugar en la
mente para soñar, para fabular?
-Porque es fundamental dejar volar la imaginación y tener para ello un lugar
libre en la mente. Y esto es algo que a las mujeres nos cuesta mucho, porque
siempre tenemos la cabeza ocupada con los hijos, los problemas caseros... Así
que es fundamental tener ese lugar libre, sobre todo en el caso de la mujer,
para conocerse y soñar. Fíjate que hay mujeres que han muerto sin conocerse, sin
saber siquiera quienes eran, qué pensaban de las cosas, asumiendo siempre lo que
les imponían desde fuera. Y eso es algo terrible.
-En su caso, ¿de qué llena los espacios de su mente?
-De muchas cosas: proyectos, preparación de conferencias, amigos y sobre
todo lecturas. Yo escribo todo lo que puedo, pero leo muchísimo.
-¿Qué le hace confiar tanto en el poder del ciudadano, que transmite en todas
sus conferencias?
-Tengo mucha esperanza en el movimiento ciudadano. Lo que pasa es que cada
individuo solo no es nada. Si el ciudadano no se une en organizaciones y en
asociaciones no tiene fuerza. Por eso yo siempre digo 'Unámonos'. Por eso me
gusta tanto oír a gente que ha organizado un grupo para algo, porque la fuerza
la hace la unión. Ir por libre está muy bien, pero si tú vas unida a una serie
de gente, el trabajo que haces se multiplica por mil, y eso es lo que intentan
evitar los gobiernos que nos quieren dominar, ya sean de derechas o de
izquierdas. En la Rusia de Stalin sólo existían las organizaciones que creaban
ellos, pero lo mismo pasaba en la Alemania de Hitler y en la España de Franco.
Quiero decir que los gobernantes saben muy bien que si nos unimos somos muy
fuertes. Y no es necesario que las uniones sean de mucha gente. En un pueblo,
una asociación de 25 mujeres puede cambiar su destino.
-¿Qué le indigna hoy en día?
-El PP y todas las mentiras que nos han dicho constantemente. Por ejemplo,
Zaplana es el embustero más grande que hay. Incluso llegó a decir: 'el
presidente nunca dijo que hubiera armas de destrucción masiva'. Y se queda tan
fresco; pero como la mayoría de personas no piensan, esto a base de repetirlo
terminan por creerlo. Pero por ejemplo el PP, que tanto se ha indignado con el
asunto de Carod Rovira no dice que Zaplana, cuando era presidente de la
Generalitat Valenciana, recibió con todos los honores al líder de las FARC, que
es el grupo terrorista más grande del mundo después de Al Qaeda, con 20.000
muertos en su haber. Mentiras y mentiras y mentiras.
-Usted ha dicho, "No quiero hacer de mi corazón una obra de arte sino un
insondable pozo de libertad", ¿lo ha conseguido?
-¿Yo he dicho esto? Es bonito, pero estoy en ello. Yo soy una persona dentro
de todo bastante libre, pero también tengo mis limitaciones, hay cosas que me
hacen detenerme y muchas veces la vida se me hace difícil. Pero creo que a
medida que voy creciendo no solamente tengo menos pelos en la lengua, sino que
también me parece que soy capaz de pensar más libremente. A veces tengo que
hacer verdaderos esfuerzos porque me dejo llevar por la emoción o por las
sensaciones, en lugar de dejarme llevar por la racionalidad. Digamos que son
dificultades que uno encuentra en el camino que hay que ir salvando, no hay que
desanimarse. Además si me equivoco da igual, vuelvo a empezar, no me pasa nada.
No me importa equivocarme, ni me importa reconocerlo.
-La relación con los demás -hijos, marido, amigos- es lo más importante que
ha tenido en su vida. ¿Por qué relacionarse, conversar, hablar, es uno de los
temas pendientes de la sociedad?
-Pues porque somos todos muy autoritarios. Porque en el fondo la libertad es
también reconocer la libertad del otro. Y esto es a lo que no estamos
dispuestos. Nosotros pensamos que lo nuestro vale más que lo que piensa el
vecino. Y entonces no intentamos debatir, escuchar lo que nos dice, compararlo
con lo que nosotros pensamos y establecer un debate en el que ambas partes
podemos cambiar. No, no. Se trata de luchar para imponer nuestro pensamiento en
el otro.
-¿Por qué el folio en blanco es un desafío y sin embargo llena con ilusión
las páginas blancas de su vida diaria, sin importarle el qué dirán ni el temor a
equivocarse?
-Bueno, me cuesta todo. Me cuesta ponerme a escribir, me cuesta salir de lo
que estoy haciendo para hacer otra cosa... Es que una cosa es la vida de cara al
exterior y otra cosa es escribir, que es la vida de cara al interior. Y en esa
vida tienes que sumergirte dentro de ti misma, lo cual requiere un esfuerzo.
-¿Cómo se compra el tiempo, algo en lo que pensaba invertir los cien millones
del Premio Planeta?
-Con aquello lo que quería decir es que deseaba hacer más cosas que me
gustaban y eso lo he hecho, aunque no en una gran medida. Es que es muy difícil
porque todo lo que hago me gusta, y no soy capaz de renunciar a ninguna
actividad. Me gusta dar charlas, conocer a la gente y saber lo que piensan, me
gusta defender las libertades de la gente, me gusta meterme con el PP y me gusta
pelearme con Mercedes de la Merced. Digamos que lo que siempre me falta es
tiempo. La pena es que no soy de vocación única. Si fuera de vocación única me
metería en una habitación y estaría todo el día escribiendo, pero no es mi caso.
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