na noche,
por casualidad, tuve la oportunidad de ver en el programa Documentos TV
de La 2, un documental sobre la Unidad de Cuidados Paliativos de El Sabinal. El
hospital de Gran Canaria, donde -hasta que se cerró-, trabajaba el Doctor Marcos
Gómez, creador y director de ese servicio. He de confesar que aunque el tema era
duro, había algo que me impedía cambiar de canal y me obligaba a permanecer
allí, escuchando en silencio las reflexiones de aquellos enfermos terminales de
todas las edades. Qué les ocurría a cada uno; cómo era su día a día; cómo era su
relación con el equipo de médicos; cómo les trataban el dolor. Hablaron de la
muerte como algo que estaba a la vuelta de la esquina y también de la vida, de
los valores, de la sociedad. Los testimonios de los médicos y profesionales que
habían decidido compartir sus vidas con aquellos enfermos, se entremezclaban con
los comentarios de los pacientes: por qué habían elegido la Unidad de
Paliativos; cómo se las arreglaban para psicológicamente no derrumbarse, y así
poder seguir ayudando a todas aquellas personas que sobre todo buscaban cariño.
Aquel equipo de profesionales hablaba de una medicina distinta. Más humana, más
real, donde la vida y la muerte formaban parte de una misma cosa, la existencia
humana. Recuerdo la reflexión de una médico que decía más o menos así: "yo creo
que el hombre no viene aquí para sufrir y padecer, por mucho que insistan las
religiones. Viene a evolucionar". Al final del documental se echaban de menos
algunas caras que nos habían acompañado durante esa hora de programa. Alguien
nos dice que ya han iniciado su viaje.
A las pocas semanas conocí al artífice de este servicio, pionero en España. Con
él tuve la oportunidad de hablar sobre éstas y otras cosas.-A pesar de
que en España funcionan casi 350 programas de cuidados paliativos, hablar hoy de
este tema nos obliga a dirigir la vista al Hospital de Gran Canaria Doctor
Negrín y al doctor Marcos Gómez Sancho, director de la Unidad. ¿Por qué?
-Llevamos casi dieciséis años trabajando en esto. Tenemos un servicio
pionero en España que en estos momentos funciona muy bien. Ofrecemos un servicio
integral que nos permite dar respuesta a enfermos terminales en cualquier
ubicación dentro de la provincia de Las Palmas. Contamos con un equipo de
soporte intra-hospitalario que atiende a enfermos diagnosticados avanzados o
terminales por cualquier otro servicio del hospital. También disponemos de
consultas externas; un área de hospitalización con dieciocho habitaciones
individuales; tres equipos de asistencia domiciliaria -dos para el medio urbano
y uno para el medio rural-. Y por último, existe un médico de guardia localizado
con servicio telefónico, las veinticuatro horas del día. A ello hemos de añadir
el trabajo que venimos realizando desde hace años, de divulgación a través de
cursos, libros, conferencias. Por eso somos tan conocidos. Desde el principio
tuve muy claro que mi labor era doble. Por un lado, atender a los enfermos de la
mejor manera posible. Por otro, procurar que de esto se enterase todo el mundo.
No puede morir un enfermo más en nuestra sociedad sin la debida atención o en
malas condiciones, porque su médico o enfermera no sepan qué hacer con él.
-En la sociedad de valores en la que vivimos es difícil enfrentarse a la
muerte. Sigue siendo algo de lo que no se habla. En cambio, en las culturas
primitivas era un hecho que formaba parte de la propia vida. ¿Es que nuestra
civilización ha dado un paso atrás?
-En los últimos cincuenta años han coincidido una serie de factores que sin
duda han contribuido a esto. En primer lugar, el desarrollo de la propia
medicina: antes no se curaba casi nada, toda la medicina era paliativa. Ahora
con el desarrollo de la medicina moderna, se habla continuamente de los milagros
médicos de manera que, cuando un enfermo es potencialmente curable, no existe
ningún tope de recursos para salvarle la vida. Por el contrario, cuando un
enfermo es incurable se le niega todo.
En paralelo, la sociedad también se ha desarrollado. Hay crisis de valores
tradicionales que han sido sustituidos por la riqueza, la belleza y la juventud.
Todo aquello que no produzca, que no consuma, cada vez está más apartado del
sistema. Otro factor que también ha contribuido es el proceso migratorio del
medio rural al medio urbano, que ha coincidido con la incorporación de la mujer
al mercado laboral; viviendas más pequeñas; pocos hijos, etc. Antes las familias
eran numerosas y había todo el tiempo del mundo para cuidar de los enfermos, la
medicina era más humana y cercana. Creo que hoy, morirse es más difícil que en
otras épocas.
-Me imagino que el hecho de ayudar a los demás a morir, le obliga a
enfrentarse continuamente a la idea de su propia muerte. ¿Qué concepto tiene de
ella?
-Es inevitable que surja esta reflexión que usted me hace, porque además
creo que uno de los motivos por los que habitualmente los médicos no prestamos
la debida atención a estos enfermos, es por miedo a nuestra propia muerte. Es
como una especie de espejo al que no siempre nos gusta mirar. Por eso nos cuesta
más atender a otro colega, a alguien de nuestra edad, o a un muchacho de la edad
de nuestro hijo. Cualquier detalle que nos haga identificarnos con el moribundo.
En mi caso, no digo que llegue a importarme poco mi propia muerte, porque eso es
imposible, pero sí me obliga a procurar situarme en una posición libre de la
tanatofobia que existe en nuestra sociedad, para poder acompañar mejor al
enfermo.
-Personalmente, ¿cómo lo lleva?
-Ahora lo llevo mejor, pero como todo el mundo he realizado mis recorridos.
Al principio lo llevé muy mal, especialmente cuando morían jóvenes. Con la
práctica, he aprendido a hacerlo mejor y sin duda, el equipo que tiene uno al
lado ayuda mucho. Cuando empecé estaba totalmente sólo y hoy, somos más de
cuarenta personas en esta unidad. El equipo sin duda amortigua las emociones y
nos ayudamos mutuamente.
-¿Qué concepto tiene de la vida?
-Es lo más maravilloso que conocemos. Es un bien muy escaso y creo que todos
deberíamos de tenerlo muy presente para poder vivir de otra manera.
-Supongo que en su Unidad para eliminar o mitigar el dolor será fundamental
la morfina. ¿Por qué sigue siendo éste un tema polémico?
-Desgraciadamente a lo largo de casi todo el siglo XX nos ha llegado de EEUU
una política totalmente restrictiva, coercitiva hacia cualquier tipo de producto
considerado droga. Como consecuencia a la morfina se la ha considerado como una
droga de recreo, olvidándose que es un fármaco, analgésico, utilísimo. Estas
leyendas infundadas, han impedido que muchos enfermos hayan podido acceder a un
analgésico de la potencia suficiente para aliviar su dolor, porque la sociedad y
los propios médicos, lo creían dañino y pernicioso.
-La morfina alivia los dolores físicos, pero ¿cómo curan ustedes los dolores
del alma?
-Nuestro objetivo no es sólo curar los dolores físicos, sino acompañar al
enfermo y ayudarle a hacer más tolerable la última enfermedad. En casos de
cáncer, existe un dolor tan intenso que es necesario emplear opioides potentes.
Son analgésicos que deben ser utilizados en el contexto de una relación
médico-paciente de amistad, humanitaria, donde es difícil establecer límites. La
misión del equipo interdisciplinar de cuidados paliativos es la atención
integral del enfermo terminal y sus familiares. Y ahí está contemplado desde su
estado emocional, los temas relacionados con su dimensión espiritual, aspectos
burocráticos, sociales, económicos, etc.
-En esta Unidad me imagino que alguna vez habrá sonado la palabra eutanasia.
¿Qué piensa cuando un enfermo le habla en esos términos?
-Curiosamente en estas unidades es donde menos suena esa palabra, lo que nos
lleva a pensar que si hubiese más servicios de esta índole, menos se hablaría
del tema. Cuando un enfermo está bien atendido es difícil que quiera morirse. Lo
digo basándome en la experiencia tanto de nuestra unidad como de otras muchas.
Aunque no se puede generalizar, el que pide eutanasia con toda seguridad está
solicitando que le quiten el dolor, que no le abandonen, que no le consideren
muerto antes de morir, que la sociedad y la propia familia no le tengan como a
una carga... Ante esto, creo que la sociedad debería de reflexionar. No se trata
de discutir quién está a favor o en contra de la legalización de la eutanasia,
antes se debería de mirar cómo se les puede atender lo mejor posible para que no
lleguen a pedirlo.
-Deberían de existir por tanto más Unidades de Paliativos en España.
-En el 98 se creó una Comisión en el Senado para estudiar el tema de la
eutanasia y fui invitado a dirigirme a los Senadores para comentar mi
experiencia al respecto, que coincidió con la de otras personas también
consultadas. Antes de legislar para quitarles la vida, ¿qué tal si estudiamos
cómo atenderles? Aquello debió calar tan hondo que desde allí, instaron al
Gobierno a que hiciese un Plan Nacional de Cuidados Paliativos. Se publicó por
el Ministerio de Sanidad en 2001, ahora estamos acabando 2004 y no se ha hecho
prácticamente nada. Sigo creyendo que un país, gobierno o estado que no
administre una adecuada atención a los enfermos candidatos a solicitar la
eutanasia y despenalice, legalice o legitime, alguna forma de acabar con ellos,
está cayendo en una irresponsabilidad. No hablo de legalizar o no la eutanasia,
sino que éste no es el tema prioritario.
-Si un enfermo le pide que mitigue su dolor y usted sabe que con ello se
puede acelerar el proceso de su muerte, ¿lo haría?
-Llegado un determinado momento, ante situaciones muy avanzadas, cabe la
posibilidad de que a algunos enfermos con dolor o síntomas especialmente
refractarios, rebeldes a otros tratamientos, nos vemos obligados a disminuir la
conciencia al paciente y sedarle. Si esta medida, indirectamente le acorta la
vida, éticamente es aceptable porque entraría dentro de los efectos secundarios.
Nuestro objetivo nunca es acortar la vida, sino aliviar los síntomas de ese
enfermo para que no tenga una muerte mala.
-La medicina sigue estando enfocada casi exclusivamente a la lucha por la
vida y ocurre en ocasiones que algunos pacientes se ven sometidos a un verdadero
encarnizamiento terapéutico en sus últimos momentos de vida.
-Eso es una inmoralidad, algo que se ha de evitar a toda costa por eso
ahora, se hace tanto énfasis en los testamentos vitales o documentos de
voluntades anticipadas. Los ciudadanos quieren tener la seguridad de que si
tienen una enfermedad incurable y están inconscientes, exista un documento legal
donde figure que se niegan a recibir tratamientos desproporcionados. Eso va
contra la dignidad del ser humano.
-¿Dedica íntegramente su vida a esto?
-Sí, aunque tengo también muchas aficiones. Me gusta la música, toqué la
guitarra durante años. Hasta hace muy poco también hacía fotografías en blanco y
negro. Al final lo dejé por falta de tiempo. Y ahora tengo otro hobby que se
llama Carolina y tiene cuatro años. Esa es mi afición principal. ∆