ABRIL 2004
EL FUTURO SE LLAMA LIBERTAD
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Hay que limpiar y renovar bases, valores, principios. Hay que
recuperar la sonrisa, el gesto amable, la cordialidad. Hay que
desterrar el autoritarismo, el despotismo, el desprecio. |
En el pasado mes de marzo no sólo se ha
dejado atrás el invierno, con sus noches largas y oscuras, sino que también
se han dejado atrás las sombras de la intolerancia, de la permanente
crispación, de la prepotencia, de la agobiante sensación de impotencia ante
una situación atenazada por un gobierno con mayoría absoluta que había
perdido el rumbo del respeto, del sentido profundo de la democracia, de la
soberanía del pueblo.
Mucho ha cambiado de golpe en este país. Se han abierto las ventanas a la
primavera, al cálido sol que invita a soñar, a ilusionarse con nuevos
proyectos, con renovadas y recuperadas sensaciones que estaban aletargadas
ante la posibilidad de un nuevo período, aún más oscuro, de mayoría absoluta
de los mismos.
Muchos, muchísimos ciudadanos en este país hemos abierto la boca y cogido
aire fresco, llenando nuestros pulmones con el oxígeno que fortalece la
sangre y da vida en movimiento permanente de renovación.
La vida estaba estancada y, como el agua, cuando se estanca se muere y se
pudre. Entonces es cuando aparecen los que se nutren de la muerte, de la
carroña. Son los que viven en el pasado, aferrados a él, y no saben ni
quieren mirar hacia el futuro para renovarse, transformarse, soltar lastre y
volar en libertad.
Porque el futuro es libertad y el pasado es muerte.
Mucho hay que hacer, limpiar, renovar. Pero ésa es la esencia de la vida, la
constante transformación, lo que nos enseña la naturaleza que nos rodea y de
la que muy poco aprendemos.
Este país tiene su futuro escrito en Europa. Ahí existen culturas,
democracias, que nos pueden enseñar muchas cosas, que cuando Franco pululaba
por estos lares ya tenían percebes de vivir en democracia. Este país tiene
que recuperar su identidad europea, el respeto perdido, porque ejerce un
papel fundamental como puente entre Europa y Latinoamérica, o también entre
Europa y Africa.
Hay que limpiar y renovar bases, valores, principios. Hay que recuperar la
sonrisa, el gesto amable, la cordialidad. Hay que desterrar el
autoritarismo, el despotismo, el desprecio, porque eso es lo que han dejado
en herencia los antiguos, los tiesos, los que estaban implantando por la
fuerza el nacionalcatolicismo y que, de repente, como cuando actúan las
fuerzas de la naturaleza, vieron cómo sus proyectos, sus sueños de poder,
todo, se derrumbaba ante sus atónitos ojos.
La derrota del PP en las urnas ha sido la dulce venganza de lo imprevisible,
de lo inesperado, de lo que no cuenta cuando la prepotencia ciega los ojos y
aturde las mentes.
Ha sido el triunfo de ese "caos" que acompaña a la vida cuando el "orden"
preestablecido se siente seguro.
Igual que cuando de repente estalla una tormenta y nos chafa los planes. O
cuando se desborda un río o se desata un tornado. Lo imprevisible que está
vivo y ajeno al dominio de cualquier poder por muy grande que se crea.
Y así ocurrió en pocos días. Rápido, imprevisible, certero.
Pero, igual que cuando pasa una tormenta, ahora huele a limpio, a despejado,
a renovación de la vida. Tal vez lo único triste de este proceso
transformador es que siempre va acompañado de destrucción y muerte.
Pero lo que lo mueve, lo que lo motiva, es superior a nosotros, a nuestros
anhelos, a nuestras razones. Es y punto.
Ahora, el futuro, libre de sombras, nos invita a construir en libertad, con
optimismo. Hagámoslo así y vayamos creando las bases que eviten que pueda
existir otro cambio traumático en nuestro camino.
Porque si el poder vuelve a nublar las mentes y las buenas voluntades, no
dudemos que así ocurrirá.
La ley y la justicia son inalterables../
MC |