ABRIL 2004
MENTIRAS Y DEMOCRACIAS
Lo ocurrido con Bush en los EE.UU. y lo ocurrido con Aznar en
España, marca un punto de reflexión en lo que es la historia de la
democracia, sus bases, sus principios y su futuro.
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Cuando la mentira se convierte en algo
cotidiano, nos está indicando que el sistema se ha degradado hasta
sus últimos límites. Cuando el que miente se lo llega a creer él
mismo, entonces nos encontramos ante un caso de paranoia. Pero
cuando la mentira es institucional y el que miente es presidente de
un gobierno, entonces nos encontramos ante un peligro latente, una
bomba que puede estallar y provocar daños inimaginables para todos.
Bush ha dicho que las tropas extranjeras están en Irak porque los
iraquíes lo quieren así. Próximamente nos dirá que invadió Irak
porque así se lo reclamó el pueblo iraquí.
Que Bush es tonto ya lo sabíamos. Que mentía, también. Pero que
ambas verdades se fundan para desfigurar la realidad hasta el punto
de convertirla en un esperpento de la auténtica realidad, eso nos
indica que Bush es realmente peligroso, un maníaco obsesivo que a
fuerza de construirse a sí mismo según el modelo dictado por su
padre, ha acabado por convertirse en una caricatura sin personalidad
propia, sin dignidad y, lo que es peor, con mucho poder en sus
manos.
Lo ocurrido con Bush en los EE.UU. y lo ocurrido con Aznar en
España, marca un punto de reflexión en lo que es la historia de la
democracia, sus bases, sus principios y su futuro.
Bush ha manipulado las elecciones para salir presidente y así poder
cumplir el sueño de su padre: acabar con Sadam.
Aznar ha ignorado las más elementales normas democráticas para darle
gusto a Bush y meter a España en su guerra.
Ambos han demostrado la tremenda vulnerabilidad de la democracia,
cuyas leyes internas no se sostienen por sí solas porque son
incapaces de frenar semejantes ataques.
Las democracias existentes en el mundo deberían revisar sus bases,
sus principios, sus leyes.
La mentira, como expresión del principal enemigo de todo lo
correcto, de lo sano, se ha filtrado y asentado en la vida política
de los países, que es lo mismo que decir que se ha colado en el
sistema de refrigeración de la sociedad.
Por lo visto, un político, un presidente del gobierno, puede mentir
y nada puede evitar que su mentira siga adelante, sean cuales sean
las consecuencias.
La sociedad norteamericana sabía, siempre lo supo, que Bush manipuló
las elecciones, que Bush mintió sobre lo del 11-S, que Bush mintió
sobre las armas de destrucción masiva, que Bush sigue mintiendo para
justificarse y tratar de ganar las próximas elecciones.
La sociedad española sabe, siempre lo supo, que Aznar mentía al
apoyar a Bush, que Aznar mintió ocultando pruebas, que Aznar mintió
con el 11-M.
Pero ni una ni otra sociedad pudieron frenar el desarrollo de los
hechos. Ni una ni otra democracia pudieron evitar legalmente que
ambos personajes no siguieran adelante. Es más, siguieron y
ocasionaron graves daños a sus países, a sus ciudadanos.
La democracia es tremendamente vulnerable. No puede evitar que un
individuo, que posee mayoría absoluta, conduzca a su país a una
catástrofe. No puede evitar siquiera que un individuo gane
mintiendo, falseando resultados. Y aquí radica el origen de todos
los males. Aquí debe centrarse la búsqueda de soluciones. Cambiar
leyes, crear un sistema diferente, algo que impida que casos como
estos se puedan repetir. No es difícil. Es sencillo. Basta con
utilizar más el referéndum.
Los políticos manejan demasiado poder y no están capacitados, es
evidente, para ello. Alguien debería controlar ese poder.
Y éste es un problema mundial, de todos los países democráticos, y
sino miremos hacia Italia, con el "duce" Berlusconi, o hacia
Inglaterra, con Blair, o hacia Latinoamérica.
Los pueblos sufren las tragedias ocasionadas por las mentiras y
manipulaciones de los dirigentes políticos que actúan impunemente
avalados por sus propias leyes.
En realidad, lo que hemos construido es un sistema que legaliza por
medio de las urnas la dictadura de los partidos. Y eso no tiene nada
que ver con la democracia. Es más, ése es el virus que se acabará
cargando a la democracia.
Es indudable que algo está cambiando en el planeta. Existen nuevos
peligros que requieren bases más sólidas, más unidad, líderes
fuertes. Pero todo ello con el pueblo, por el pueblo y para el
pueblo. Porque las bombas no estallan en los palacios de los
gobernantes, sino en los trenes de los currantes. Es, por tanto, el
pueblo el que debe exigir, controlar y si es necesario echar a la
calle a quien no sea digno de su confianza.
El futuro está en juego. Y mucho más.
/ MC
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