orpresa fue lo que produjo el
reciente viaje de Bush a África. Siempre había afirmado que el
continente negro era su última prioridad en política exterior y de la
noche a la mañana visita cinco países en cinco días. El periodista
Antonio Pita Jimeno nos aclara a qué se debe ese cambio de estrategia.
-¿Por qué Bush incluye ahora África entre sus prioridades?
-Resulta sorprendente que la misma persona que durante su campaña
electoral para las presidenciales de 2000 afirmó que África se
encontraba "en el último escalón" de sus prioridades en política
exterior y que no hubiera mandado tropas a Ruanda para prevenir un
genocidio, haya realizado ahora una gira por África. Creo que,
principalmente, han cambiado tres cosas. Primero, la Administración
Bush pretende aumentar la extracción de crudo del continente africano
para rebajar su tradicional dependencia del siempre inestable Oriente
Medio. A su vez, tras el 11-S, Washington otorga un mayor valor
geoestratégico al continente africano, donde Al Qaeda ha perpetrado
tres grandes atentados, dos en 1998, en Kenia y Tanzania, y otro el
año pasado, también en Kenia. Por último, el próximo año se celebran
elecciones presidenciales en Estados Unidos y Bush pretende ir ganando
en su país el voto negro, tradicionalmente demócrata.
-En cinco días el presidente norteamericano visitó Senegal, Sudáfrica,
Botsuana, Uganda y Nigeria. ¿Por qué esos cinco países en concreto?
-Se trata de cinco de las naciones más estables del continente: todas
ellas tienen Gobiernos democráticos, salvo Uganda, cuyo mérito reside en sus
grandes progresos en la lucha contra el SIDA. Estamos, por tanto, ante cinco
casos de interesantes socios comerciales. Cabe recordar que Bush llegó a
África acompañado de cerca de 300 personas, entre ellas numerosos hombres de
negocios. En algunos casos hay además intereses añadidos. Fundamentalmente
Nigeria, principal destino de la gira, por la importancia de sus fuentes
energéticas. La elección de Senegal como punto de partida cabe interpretarse
como un gesto de cara a la población negra de su país: visitó el antiguo
mercado de esclavos en la isla de Gorea, desde donde más de dos millones de
personas fueron enviadas encadenadas a Estados Unidos, y calificó la
esclavitud como "uno de los más grandes crímenes de la Historia". Senegal
es, además, junto a Uganda, uno de los países con los que el Pentágono
pretende cerrar acuerdos para permitir que aviones militares estadounidenses
reposten en sus fronteras, según desveló el diario The New York Times.
-¿Qué intereses petrolíferos tiene Estados Unidos en estos países?
-Nigeria es nada menos que el décimo productor mundial de petróleo y el
quinto proveedor de Estados Unidos. Se trata, por tanto, de un socio al que
conviene cuidar. Especialmente tras el giro estratégico de la Casa Blanca en
materia energética, que busca diversificar sus fuentes para disminuir su
dependencia de Oriente Medio. Sobre todo respecto a Arabia Saudí, su
principal proveedor. El tradicional aliado de Estados Unidos en la región,
amén de la cuna de Bin Laden, es un país cada vez más inestable y un claro
promotor del integrismo islámico. De momento, entre Nigeria, Angola y Gabón
ya proporcionan a Estados Unidos cerca del millón de barriles de crudo
diarios, y además de gran calidad y bajo contenido en azufre. Y, una vez que
los progresos técnicos permiten perforar en el fondo marino hasta ocho mil
metros de profundidad, Washington observa con gran interés los yacimientos "off-shore"
del Golfo de Guinea.
-¿Por qué a esos países les interesa negociar con Estados Unidos, cuando
a la larga les va a salir más caro?
-En política, por desgracia para los ciudadanos, rara vez se piensa en
términos de largo plazo. Importa el dinero inmediato, las próximas
elecciones... ¿A quién puede extrañar que los dirigentes de estos cinco
países reciban con una sonrisa las promesas de Bush de ayuda económica? Poco
importa que el precio sea renunciar a su soberanía efectiva o a que la
población disfrute de los beneficios de sus recursos energéticos. Asimismo,
el análisis político no debe olvidar los factores psicológicos. Cualquiera
de estos dirigentes africanos percibirá como un auténtico privilegio recibir
al dirigente del país más importante del planeta en la primera visita de un
presidente republicano al continente. Y considerará que una relación de
"amistad" con Estados Unidos sólo puede reportarle beneficios aunque, como
asegura Ignacio Ramonet, "los imperios no tienen aliados, sólo vasallos".
-¿Podríamos hablar de un segundo colonialismo?
-No creo que esta gira marque un cambio cualitativo tan grande de la
política exterior estadounidense respecto a África como para hablar del
nacimiento de un "segundo colonialismo". Sí considero, sin embargo, que
existe de facto un "neocolonialismo económico" que consiste en crear
relaciones de dependencia y control, favorecer regímenes afines a la
"metrópoli" -sean o no democráticos- y, si se considera necesario para
asegurar los intereses propios, intervenir militarmente.
-¿A qué juega Bush, que promete ayudas para el SIDA en África, mientras
por otro lado impide que las farmacéuticas les den bajos precios en los
antirretrovirales?
-Ésa es la paradoja. Como asegura el Secretario General de Naciones
Unidas, Kofi Annan, "no tiene sentido dar con una mano para después quitarlo
con la otra". Durante su visita, Bush prometió destinar 15.000 millones de
dólares a lo largo de cinco años para combatir el avance del SIDA en 14
países, 12 de ellos africanos. Pero esta ayuda tiene múltiples trampas. Por
una parte, el día antes la Cámara de Representantes de Washington ya había
reducido los desembolsos previstos para el primer año del programa de tres
mil a dos mil millones de dólares. Por otra, esta ayuda de la Casa Blanca se
basa en parte en programas de "fomento de la abstinencia sexual" para
prevenir la expansión del SIDA, medida disparatada, ineficaz y totalmente
incompatible con las realidades de discriminación y abusos que sufren
algunas mujeres en la región. Y sobre todo contrasta con el bloqueo de
Washington a las negociaciones sobre patentes farmacéuticas pactadas en la
OMC en Qatar en 2001, que impide que el continente obtenga a un precio
asequible los medicamentos antirretrovirales que necesita. Hoy en día, el
tratamiento patentado contra el SIDA cuesta hasta quince veces más que el
genérico. ∆