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OCTUBRE 2003
LAS MIL CARAS DE AZNAR
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Aznar es capaz de conceder a un terrorista consumado, como es
Gaddafi, lo que niega a un presidente democráticamente elegido, como
es el lehendakari Ibarretxe... |
Hace poco Aznar se nos fue a Libia. Todos
sabemos que Libia fue y es cuna y escuela de terroristas. Todos sabemos
quién es Gaddafi y cuál es su talante. Sin embargo, de repente, merece que
la benevolencia y la comprensión de Aznar recaigan sobre él y le tienda una
mano "amiga" para recorrer el camino que, según el presidente, "va en
sentido contrario al de Cuba". Bueno, tal vez se refiera a que Libia es
importante para la estrategia de Bush en Oriente Medio y conviene más
tenerle como amigo que como enemigo, mientras que Cuba no pinta nada en el
mapa de las estrategias, tan sólo es una chincheta clavada en el culo de los
americanos con añoranzas del pasado, cuando utilizaban la isla caribeña como
si de un burdel se tratara.
En cualquier caso es evidente que Aznar fue a Libia como mensajero de Bush,
para estudiar las intenciones de Gaddafi, para tantear sus opiniones en
directo sobre la situación de Irak, para convencerle de que tiene más que
ganar si se pone de parte de los "buenos" que de los "malos".
No se debe olvidar que Gaddafi tiene más enemigos que amigos entre los
vecinos, porque su arrogancia y su constante provocación a los EE.UU. le
trajo problemas con los países árabes.
Sin embargo, Aznar va y viene como si de un viaje de placer se tratara,
envolviéndolo todo en esa aura de misterio, de estadista que se trae algo
entre manos, cuando todos los ciudadanos españoles sabemos que desde hace
tiempo es una marioneta de Bush y su política mundial.
A pesar de todo no deja de resultar sorprendente la capacidad que tiene para
cambiar de cara, llamándole blanco a lo negro y negro a lo blanco, según
convenga.
Todas sus razones para justificar el ataque a Irak estuvieron basadas en el
terrorismo. Toda la creciente tensión con el País Vasco, con el gobierno
vasco, en este último ciclo de su mandato, tiene su razón de ser en las
acusaciones de que el gobierno vasco encubre el terrorismo de ETA.
Sin embargo él no tiene escrúpulos en viajar a Libia, cuna de terroristas,
como presidente de todos los españoles, incluidos los vascos, para hacerle
el trabajo sucio a Bush y luego acudir a la Casa Blanca a dar el parte.
Es capaz de conceder a un terrorista consumado, como es Gaddafi, lo que
niega a un presidente democráticamente elegido, como es el lehendakari
Ibarretxe. Es capaz de contradecirse y negarse a sí mismo, realizando una
esperpéntica demostración de servilismo al imperialismo yankee y sus
pretensiones económicas.
Mientras, los presidentes europeos estrechan posiciones, toman decisiones,
cierran acuerdos. Pero España está en manos de un Gobierno que espera el
maná caído de Washington, cuando lo único que vamos a sacar, aparte de hacer
el ridículo internacional, es algún contrato para alguna empresa española,
lógicamente de algún amigo de Aznar.
Y lo más tremendo es que todo esto sucede sin que nada se altere, excepto la
voz de Llamazares en el Congreso, que de tanto llamar a las cosas por su
nombre se va a quedar afónico.
Vivimos en un estado democrático donde, como pasajeros de un barco, vamos
hacia donde el capitán y la tripulación nos conduce, nos guste o no y a
pesar de que los billetes que sacamos ponían otros destinos.
Somos prisioneros de un sistema que funciona como un apéndice de la Casa
Blanca y, como tal, sólo se nos permite mascar chicle y agitar la banderita.
Pensar no, porque entonces superaríamos a Bush y al propio Aznar.
Que Aznar tenía mucho morro ya lo sabíamos, ahora también sabemos que tiene
muchas caras./ MC |
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