Arcadi Espada no es un periodista complaciente. Busca
la verdad sin medias tintas y en el camino no le importa quien caiga,
aunque sean sus compañeros periodistas. Pero inexplicablemente, en el
previsible mundo literario sus obras obtienen siempre premios que
confirman la calidad de sus escritos, como el Francisco Cerecedo o el
Espasa de Ensayo. Su último libro, "Quintacolumnismo", es una antología de
los artículos que ha escrito sobre el nacionalismo.
Algunas obras del autor: Contra
Cataluña (Premio Ciudad de Barcelona, 1998), Rabal (Premio
Francisco Cerecedo, 2000), Un instante de felicidad, Diarios
(Premio Espasa de Ensayo, 2002), Quintacolumnismo. Coautor, con
Jaume Boix, de la biografía Samaranch. El deporte del poder.
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Texto: Marta Iglesias / Foto:
Espasa
-En "Quintacolumnismo" recoge sus artículos sobre el nacionalismo. ¿Cómo
define usted este concepto?
-Básicamente, como una apuesta por la desigualdad. Por eso hablar de
nacionalismo democrático es siempre un oxímoron
-¿Pueden considerarse nacionalistas los ultras de fútbol o los propios
españoles, cuando despreciamos a un inmigrante para que nuestro modo de vida no
cambie?
-Por supuesto.
-¿Qué tiene miedo a perder el nacionalista que defiende su parcela?
-Su supremacía. El nacionalista es comparable a ese jefe que sólo escoge
subordinados mediocres.
-¿Todos los nacionalismos tienen el mismo origen?
-Sí. La frase originaria: "Esta es mi tierra".
-El nacionalismo es un extremo pero, ¿considera que los pueblos han de ser
todos iguales? ¿Cómo mantener sus raíces en un mundo que muchas veces propone la
uniformidad?
-Una amiga americana me contó una anécdota extraordinaria sobre las raíces.
Rodaban una película en África y un colega de reparto le preguntó a Sidney
Poitier: "Aquí debes notar tus raíces, ¿no?". El negro no se inmutó: "En
absoluto, la suela de mis Gucci no me lo permite".
-Escribe en El País y es profesor de Periodismo en la Universidad Pompeu
Fabra. ¿Cuándo se traspasa el límite entre el periodismo que informa y el que
anestesia?
-Cuando se deja de hacer periodismo y se dedica uno a la propaganda.
-¿Por qué en su libro "Diarios" circunscribe el periodismo al medio
escrito, eliminando la radio y la TV de la profesión?
-Bueno, se trata de un libro sobre periodismo.
-De este libro se deduce que las manifestaciones, la profusión de
información... no sirven de nada. ¿Cuál es la forma útil para cambiar las cosas,
o no tenemos remedio?
-La búsqueda de la verdad me parece un modo útil y modesto de cambiar las
cosas.
-El periodismo es una profesión muy corporativista y usted no se calla
ante nadie, ¿cómo aguantan los compañeros sus críticas?
-Bien y mal. Depende del talento.
-En su libro abundan más las críticas que los elogios, ¿no cree que
también ése es un defecto periodístico?
-Más bien es un efecto periodístico: "no news, good new", ya sabe.
-Últimamente se habla de censura y tendenciosidad en las cadenas públicas,
¿goza de buena salud nuestra libertad de expresión?
-Nunca ha habido en España mayor libertad de expresión. Otra cosa es que no
se use. La libertad de expresión sale cara.
-Hoy el mundo se ha dividido en terroristas y quienes luchan contra ellos.
¿Qué le sugiere esa división del mundo en blanco y negro, buenos y malos...?
-No comparto esa división. Está el mundo y luego, en porción pequeñísima e
infamante los terroristas.
-Usted descubrió todas las mentiras mediáticas del caso del Raval. ¿Al
periodista le conviene no profundizar en la realidad para no tener que
implicarse, como le pasó a usted?
-Yo no me impliqué. Yo conté. Es simple. Hice mi trabajo.
-El periodista Ramón Lobo decía que el NY Times publica breves cuando las
ruedas de prensa del presidente carecen de interés. ¿Por qué en España los
políticos ocupan siempre las primeras páginas de los medios, digan lo que digan?
-Porque los periodistas aún tienen menos que decir.
-Habla del periodista pero, ¿cómo ve a los lectores? ¿Somos
suficientemente críticos?
-No los veo. Nunca he sabido quiénes son los lectores. Y me gustaría. ∆ |