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MARZO 2003

Deliciosa desnudez

CARMEN RIGALT
-Periodista-

CARMEN RIGALT

Aunque asegura que no se le dan bien las profundidades, Carmen Rigalt ha buceado en su vida y nos ha contado lo que ve y lo que vive. Considera que a estas alturas de la película, no tiene nada que perder. "Diario de una adicta a casi todo" (La Esfera de los Libros), no tiene desperdicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

CARMEN RIGALT

 

 

 

 

 

 

"Llegamos con más facilidad a los demás que a nosotros mismos. El camino hacia dentro es el más largo y complicado"

 

 

 

 

 

 

CARMEN RIGALT

 

 

 

 

 

 

"La mentira da mucho juego. Poner en evidencia la farsa de ese espectáculo que es la vida social, es algo divertido"

Texto: Mariló Hidalgo
Fotos: Queca Campillo



"Soy una jodida catalana racionalista, indolente, cauta, ordenada por dentro y desordenada por fuera, ocurrente pero carente de sentido del humor (me limito a gastar bromas pesadas y ataco a la yugular mientras deslizo una sonrisa; no tiene ninguna gracia, lo sé), susceptible, orgullosa, depresiva, maniática, asquerosamente descreída, asquerosamente responsable, asquerosamente celosa, asquerosamente insegura. Carezco de atractivos físicos y tengo el alma cubierta de nicotina.
A veces también soy lo que no soy. Por ejemplo: osada.
En resumidas cuentas: no sé lo que soy".

Con este descaro y valentía se describe Carmen Rigalt en su "Diario de una adicta a casi todo". Un libro que me ha sorprendido por su sinceridad, frescura, y donde la autora realiza un "striptease" en toda regla.

-¿Cómo una persona tan tímida, como dices ser, se puede desnudar en público con esa aparente facilidad?
-Si te soy sincera te diré que tengo un sentido del ridículo acusadísimo, pero cuando escribo lo hago para mí, no para los demás. Se trata de una conversación entre el ordenador y yo. Primero no fui consciente de que me estaba desnudando. Luego, cuando me lo decían en las entrevistas, pensaba... ¡anda, si eso lo he escrito yo! Pero te juro que soy tímida y tengo gran sentido del ridículo.

-Dicen que los grandes descubrimientos empiezan con una buena interrogación. Tu libro está lleno de preguntas sin contestar. ¿Has llegado a alguna conclusión nueva sobre ti misma?
-Preguntas, ¿como cuáles? Porque una cosa es preguntar y otra responder... Creo que no me conozco. Sí sé como soy, pero llegamos con más facilidad a los demás que a nosotros mismos. El camino hacia dentro es el más largo, el más complicado.

-Ahí va una de esas preguntas: ¿Vivo todo lo que escribo o escribo para vivirlo?
-Ah, esa pregunta me la hice de verdad hacia la mitad del libro. No sabía si estaba escribiendo lo que me había pasado, o escribía para que me pasasen las cosas y esperaba al día siguiente para contar lo ocurrido. Decir que he vivido mucho suena a prepotente, pero la verdad es que me pasan muchas cosas porque yo creo que estoy abierta a todo y pongo los medios para que todo pase.

-Trabajas en el diario El Mundo como periodista y además tienes una sección de crónica social que no tiene desperdicio. ¿Cómo se puede escribir con tanto arte sobre ese mundo tan lleno de mentiras y engaños, y no caer además en sus redes?
-La mentira da mucho juego. Poner en evidencia las contradicciones, la farsa de ese espectáculo que es la vida social, es algo divertido. Si lo tuviese que hacer siempre, sería para quemarse a lo bonzo, pero asomarse de vez en cuando como yo lo hago, te produce más impacto y hasta le veo la gracia. Ahora bien, guardando las distancias para preservar mi libertad.

-Por curiosidad, ¿cómo te desenvuelves cuando vas a una de esas fiestas sociales?
-A mí me da mucha risa porque con lo vergonzosa y tímida que soy, pensar que me temen, ¡es como de cachondeo! Me he encontrado a personas que intentaban hacer méritos ante mí y yo pensaba: ¡Dios mío, si supieran que la que está intentando hacer méritos soy yo...! Otros en cambio me hablan con reticencia y pretenden que me acuerde de que a lo mejor en el año 85 les puse algún adjetivo que les pareció mal. Claro, a ellos no se les ha olvidado.

-Hablando de tus famosos "adjetivos", aseguras que no insultas a nadie sino que haces definiciones subjetivas.
-Y es verdad. He tenido muy pocas querellas porque inventarme cosas, decir falsedades sobre hechos... no es mi estilo. Puedo pedir perdón a personas porque se han sentido heridas con cosas que he escrito. Y les digo: Te pido perdón porque te he causado un dolor, pero es que sigo pensando lo mismo. Si pienso que una persona no tiene ningún interés, no puedo hacer nada por cambiar de idea. No es mi culpa. ¡Que no sea tan gilipollas y entonces cambiaré de opinión!

-Ser tan sincera, supongo que reducirá tu círculo de amistades. Sobre todo obligará a que todos empleéis el mismo lenguaje.
-Sí, es verdad. Tengo pocos amigos, aunque yo tampoco soy tan interesante como para que la gente se dispute mi amistad. Entiendo por amigos a las personas a las que quiero, independientemente de lo que son o del papel que representan en la vida. Lo que más reprocho a alguna gente es la falta de lucidez, de verdad ante sí mismos. Siempre pienso... cuando fulano se quede a solas, ¿no tendrá un momento de lucidez y se dirá: qué imbécil soy? Aunque creo que la lucidez llega a todos, parece que a algunos no les da y el ego les ocupa todo. ¡Allá ellos!

-Continuamente hablas de la libertad. Por un lado comentas que te consideras independiente y por otro dices que para los periodistas no existe la libertad.
-En mi libro comento que echo en falta periodistas independientes. Estamos embarcados en empresas periodísticas que están al servicio de determinados intereses económicos y también al servicio de los poderes. Todo eso es incompatible con la independencia del periodista, entendida individualmente. En la Facultad nos decían que los periodistas eran francotiradores que sólo dependían de la verdad. También nos hablaban de la objetividad. Yo no sé si existe o no la verdad. Tampoco me he preocupado nunca de ser objetiva. Al contrario, soy todo lo subjetiva que puedo y me dejan ser, claro. Te decía esto a cuento de la independencia, ¿no? Pues sí, echo en falta a periodistas que se rebelen, críticos e independientes.

-Háblame de ese toque especial que pones tú en las entrevistas con el personaje que tienes al otro lado.
-A mí la entrevista me ha parecido siempre un género bastante fácil. Bueno, también es uno de los que más he trabajado. A fuerza de hacer entrevistas vas mecanizando una serie de trucos. Pero como la entrevista no depende de ti, al final será lo que el entrevistado quiera que sea. Es una especie de juego. También te digo que los grandes entrevistadores han conseguido trabajos increíbles de gente que no tenía nada que decir o se negaba a hablar. Se trata de observar: puedes contar alguna cosa que haga el personaje durante la entrevista; meter un paréntesis; alguna pequeña guinda; una perversidad... todas estas cosas son la sal y la pimienta de una entrevista. Ahora también te digo, que me ha tocado entrevistar a gente muy interesante pero que se ha puesto el traje de entrevistado y eso hace que no sientas la química. Ellos están en su papel y tú en el tuyo.

-Hablando de juego, aseguras que te gusta jugar y que cuando te han preguntado por tus aficiones, nunca has sabido qué responder porque no tienes ninguna afición digna de ser destacada. "No voy a museos, tampoco al cine, me aburre la gimnasia y cuando salgo de viaje no ando como loca a la caza y captura de catedrales. Pocas cosas me interesan más allá de la gente".
-Me atrae la posibilidad de conectar con el ser humano, y lo digo porque parto de la situación contraria. Pocas cosas me exasperan más que ver que no conectas, que no hay complicidad. No soy una persona solitaria, he llegado a decir que prefiero estar acompañada que sola. Es una forma de exagerar porque a veces me he quedado sola y... ¡qué bien se está!

-¿Por qué te defines como una adicta a casi todo?
-Primero, la palabra adicción tiene una carga peyorativa. Indica descontrol y una de las cosas que tengo pendientes es la de adquirir control sobre mí misma. Luego, lo de "a casi todo" es así. No soy adicta a la heroína, al amor, al sufrimiento... Cuando me gusta una cosa me engancho a ella, de la misma manera que voy a la nevera varias veces a comer chocolate. Pero también tengo adicción al ordenador, al tabaco, a cosas normales, como todo el mundo.

-En tu "desnudo integral" hablas en varias ocasiones de tus muchos complejos. Siento decirte -y no es "peloteo"- que desde el principio de la entrevista me llamaron la atención tus ojos. Son muy expresivos y dicen mucho de ti, cosa que si te fijas también recogen las fotos.
-Bueno... me gusta exagerar. Veo que cualquier reflexión me puede llevar a unas conclusiones totalmente desquiciadas. No sé, pienso que a ciertas edades empiezas a preocuparte por una cosa, por otra, y otra... Que si no me gusta esto, tampoco lo otro. A mí por ejemplo, me ha gustado siempre la ropa moderna pero no entiendo como tías de mi edad van enseñándolo todo. Enseñando la edad demasiado, cuando hay muchas cosas que te permiten disimular, ocultar.

-¿Algún problema con la edad?
-Me gustaría ganarle una vida al tiempo. Y medirla siempre a través de los sentidos... ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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