JUNIO 2003
TODOS FELICES... TODOS MIENTEN
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Todos mienten, todos son felices, el pueblo también comparte el
juego, nuestra madre es la mentira y de ella nos alimentamos. Qué
bonito es sentirse todos vencedores. |
Escribo esto el día después de las
elecciones. Juro que ayer noche me fue imposible saber quién había ganado
las elecciones, así que me fui a la cama confiando en que el nuevo día
resolvería mis dudas.
Hombre, tenía claro que todos no habían podido ganar, aunque eso era lo que
transmitían las televisiones. Los del PP felices, los del PSOE felices, los
de IU felices. Pues que bien ¿no?
Yo creo que ello obedece a la transformación mutante que padece el especimen
político, transformación derivada de haber convertido la mentira en el arte
de hacer política, lo que les conduce a mentir incluso cuando los que tienen
delante ya conocen la verdad.
Es posible también que el político, a base de no tocar el suelo, haya
trasladado ya su consciencia a una dimensión diferente a la de los demás
mortales, cosa que explicaría por qué ellos ven otra realidad diferente,
otro mundo y, por tanto, sus conclusiones y decisiones son de otra pasta,
generalmente inexplicables para los que seguimos entendiendo que dos más dos
son cuatro, que una guerra es una guerra, y que una región entera inundada
de chapapote es una catástrofe que exige la caída de unos cuantos
responsables.
Pero no. En la dimensión en la que se mueven los políticos las cosas no
suceden así. Generalmente nada es lo que parece, la realidad que los demás
vemos tan sólo es una ilusión óptica, y los culpables o responsables de los
desaguisados son siempre grupos marginales, o sea, al margen de ellos, tales
como otros partidos, el terrorismo, los ecologistas, los inmigrantes, etc.,
etc.
El problema grave de este asunto radica en que tal forma de pensar, emanada
como antes se dijo de vivir en otra dimensión, contagia a los niveles
inferiores y provoca efectos colaterales tales como el olvido, la amnesia
aguda, el pasotismo, la desidia y la impotencia, lo que ocasiona que se den
situaciones tan inexplicables como la sucedida en estas elecciones, o sea,
un mes o dos antes las calles estaban repletas de ciudadanos indignados
contra la decisión del gobierno de meter a España en una guerra de
consecuencias imprevisibles. Los opositores llegaron a sumar un 95% de la
ciudadanía. Pues bien, un mes más tarde, gran parte de esos que gritaban
contra el PP, le dan su voto en las urnas, con lo que le están diciendo que
no pero sí, que no están de acuerdo con lo de la guerra pero que nos pueden
meter en otra, si lo desean, claro. ¿Será porque la guerra ya acabó? ¿Es
coherente, lógico, racional, decir no en la calle y sí en las urnas? ¿Es que
aquí todo el mundo miente?
Y de acuerdo que no existe nada más respetable que unas elecciones
democráticas y sus resultados, pero... ¿quién se va a creer ahora que en la
próxima manifestación contra la próxima guerra son todos los que están...?
¿O es que muchos de los que gritaban luego no plasmaron su grito en las
urnas? A saber.
Tal vez ahí radica el hecho de que todos los políticos decían que habían
ganado, tal vez todos temían que la guerra les pasara una gran factura, unos
porque sí y otros también porque sí, por no haberse opuesto con más fuerza.
Y al comprobar que la factura era pequeña, que el ciudadano olvida con la
misma velocidad que hace su digestión, pues todos respiraron aliviados y se
les puso cara de angelitos. O sea, podemos seguir, nuestro mundo
supradimensional no se ha derrumbado, los de a pie nos necesitan, a pesar de
todo.
Y esa es la conclusión, todos mienten, todos son felices, el pueblo también
comparte el juego, nuestra madre es la mentira y de ella nos alimentamos.
Qué bonito es sentirse todos vencedores.
¿Y por qué yo me siento tan incómodo? ¿Será porque nadie perdió las
elecciones?/ MC |