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JUNIO 2003
HIPOCRESIA
INTERNACIONAL
Para los promotores, la guerra de Irak es historia.
Para la ONU, el objetivo es seguir y tapar la vergüenza de su
inutilidad. Para la UE, a todos les interesa dejar pasar capítulo y
mirar hacia delante.
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Ahora que ha pasado un tiempo
prudencial desde que la guerra de Irak se dio por terminada, se pueden
analizar sin caer en apasionamiento determinadas normas de conducta
que califican la relación entre los gobiernos, los métodos usados en
la política internacional y la gran mentira sobre la que se levanta
nuestra humanidad, porque la mentira y el servilismo que genera, es la
auténtica mandataria en todo el planeta.
Hubo un momento, recordarán, en que todo giraba en torno a la
afirmación de que Irak poseía armas de destrucción masiva y el
correspondiente peligro que eso suponía para el planeta.
Esa fue la razón, ante la galería, de la invasión unilateral del país.
Pues bien, ¿dónde están esas armas? ¿Por qué la comunidad
internacional no exige a los EE.UU. que las muestren? Tan sólo se oye
algún comentario aislado, pero nada que tenga la suficiente fuerza
como para justificar el hecho de que miles de iraquíes hayan sido
víctimas del delirio de grandeza de Bush.
¿Y Saddam? ¿Dónde está? ¿Dónde queda ahora aquello de que el principal
objetivo era capturar a Saddam?
En su día asistimos también a la fuerte oposición de Francia y
Alemania a la guerra. Ahora, según manifestaron ambas partes, las
relaciones correctas se han restablecido. La UE vuelve a estar unida.
Bush está preocupado por su campaña electoral. Aznar alcanzó la
gloria. Todos felices, todos menos las víctimas iraquíes y menos las
víctimas del terrorismo desatado como consecuencia de la guerra.
Si uno se detiene y mira hacia atrás, hacia un cercano y tenso pasado,
tiene la sensación de que todo fue un juego, un juego de guerra donde
las víctimas no cuentan, donde la legalidad internacional, una vez
más, fue papel mojado, donde las instituciones, ONU, UE, OTAN, son
elásticas como el chicle, adaptándose a lo que mejor convenga a sus
socios, o a los que más mandan.
No es posible sacar una conclusión final, tal vez porque, como se
preveía, no ha habido un final, tan sólo un punto y aparte.
Pero uno se pregunta... ¿para qué tanta tensión? ¿Para qué tantas
víctimas inocentes?
La única realidad es que el imperio yankee tiene lo que quería, que
está haciendo lo que le viene en gana en Irak, sin control de nadie, y
que la vida continúa hasta la próxima, que seguro, seguro, que ya se
está elaborando en los despachos de la Casa Blanca.
Para los promotores, la guerra de Irak es historia. Para la ONU, el
objetivo es seguir y tapar la vergüenza de su inutilidad. Para la UE,
a todos les interesa dejar pasar capítulo y mirar hacia delante.
Y así se escribe la historia. Sólo los pueblos, los ciudadanos del
mundo pueden sacar conclusiones positivas de su actitud ante la
guerra. Y la esperanza de que aún es posible una unidad mayor, más
organizada, más traducida en hechos concretos que obliguen a los
gobernantes a no olvidarse de quienes los eligen y para qué.
Cuesta creer que todo pase tan rápido, que Irak ya sólo sea una
noticia más en los telediarios, que la frialdad de la inercia vuelva a
planear sobre la vida cotidiana, que los responsables de tanta
ilegalidad sigan ahí proclamándose salvadores, que el dolor se olvide
tan pronto, que las mentiras prefabricadas para justificar lo
injustificable no tengan su precio democrático.
Cuesta creer que somos seres humanos racionales e inteligentes, y no
borregos de un rebaño único al que varios pastores llevan a pastar
adonde quieren.
Si todo lo ocurrido en los últimos meses cae en el olvido,
definitivamente la humanidad está sentenciada.
/ MC |
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