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LA ESPECIE POLITICA

LA ESPECIE POLITICA

La calle, el ciudadano, ve a los prepotentes del PP mirar por encima del hombro la tragedia de Galicia, contradecirse en sus declaraciones, mentir, sacar tajada económica del acontecimiento y aferrarse como posesos a sus poltronas.


A medida que uno observa el actual panorama nacional, más convencido queda de que la especie política es tonta. Y no me refiero al tonto de nacimiento, al que respeto profundamente ya que bastante tiene para él, me refiero al que de tanto hacer el tonto acaba siendo tonto.
Y quiero aclarar que aquí la palabra tonto abarca conceptos que van desde el burro-burro que no se entera de nada, hasta el listo-listo que viene de vuelta de todo pero que la caga constantemente.
Yo creo que la especie política ha ido entrando progresivamente en un proceso degenerativo, fruto de la excesiva acumulación de poder, de la no evolución con los tiempos, de la no autocrítica y, sobre todo, de no escuchar lo que dice la calle. Como consecuencia se mueven en unos parámetros muy limitados y muy al margen de la realidad cotidiana, tal vez porque sólo conviven entre ellos, se relacionan entre ellos, se aparean entre ellos y se consideran, por obra y arte de sus propias leyes, una especie protegida.
Pero lo más curioso de su comportamiento es que están plenamente convencidos de que los tontos son los demás, el resto, las otras especies.
Aunque, todo hay que decirlo, a veces no les falta razón.
Analicemos, por ejemplo, el comportamiento del PP ante el caso Prestige.
Primero, no se enteran. Y eso es por vivir en su mundo, lejos del mundanal ruido. Segundo, cuando se enteran no reaccionan. Eso es porque su capacidad mental es tan limitada que no está diseñada para imprevistos. Al fin y al cabo se trata de confiar en el legado de Franco, o sea, "todo atado y bien atado". Claro que cuando algo se desata se arma.
Tercero, la primera reacción es invocar el patriotismo y atacar a quien, a su juicio, no lo antepone a la lógica planificación de soluciones. Es decir, piensan primero en enarbolar la bandera de España que en impedir que los afectados se ahoguen en chapapote.
Cuarto, inician una campaña de recuperar imagen, tapando fallos, censurando información, amenazando a los que gritan, denunciando a los que luchan por la verdad.
Quinto, desvían la atención del ciudadano hacia otros terrenos que a éste le interesan, tales como terrorismo, delincuencia, inmigración, etc., creando una cortina de humo que tape las guerras internas que se suceden, las zancadillas políticas, la lucha por la supervivencia en la poltrona del poder, que es al fin y al cabo lo único que les interesa, porque es lo que caracteriza la supervivencia de su especie y la diferencia con las demás.
Pues bien, cualquier político inteligente, no tonto, que de verdad tuviera olfato político, no actuaría así, simplemente porque un mínimo conocimiento de la historia nos dice que todo ello crea rechazo, que la calle respira, late, se enfada y, a veces, también piensa.
Y la calle, el ciudadano, ve a los prepotentes del PP mirar por encima del hombro la tragedia de Galicia, contradecirse en sus declaraciones, mentir sin ningún escrúpulo, sacar tajada económica del acontecimiento, aferrarse como posesos a sus poltronas y, encima, tratar de echar porquería encima de una oposición que no tiene más responsabilidad que la de opositar, no de gobernar y tomar decisiones útiles.
Pero, como el político endiosado, encumbrado, del PP parte de la base que los tontos son los demás, no ellos, pues esperan que los demás nos traguemos ese esperpento patriótico con ribetes fascistas y con protagonistas del jurásico y que acabemos aplaudiendo su gestión y dando por hecho que son lo mejor de lo mejor.
Claro que, como en algo tienen razón, pues habrá tontos que les crean y sigan dándoles el voto, o sea, la oportunidad de poder seguir de cacería en cacería, parándose alguna vez para pescar salmón y para celebrar cenas, a costa del contribuyente, que harían morirse de envidia a los romanos de cuando Nerón, Calígula y compañía.
En cualquier caso, pronto las urnas nos dirán quien demuestra ser más tonto, y quien gane el título seguro que se creerá que es el más listo.
Mientras, el chapapote continúa sembrando la muerte en la vida natural de Galicia./ MC

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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